Spanishchallenge 15 entrada #1 La Fábrica
—Mamá cuéntanos un cuento. —Exclamó mi hermana, desde su cama cuando mi madre besó su frente aquella noche. En realidad, yo también quería que lo hiciera; me gustaba quedarme dormido pensando en todas esas historias que mamá nos contaba acerca de la Fábrica. Pero no quería ser yo quien le pidiera que se quedase, siempre esperaba que Sandra lo hiciera, incluso me habría aguantado a no escuchar la historia, si de mí hubiese dependido.
—Claro que sí mi amor. —Contestó mi madre mientras se sentaba en la cama de mi hermana. Después me observó para comprobar que yo también la escuchaba y comenzó —Hace muchos años, el día que mamá pidió trabajo en la Fábrica, volvió a casa con un uniforme de analista software microbiocomputacional. Eso le hizo muy feliz pero a causa de su alegría no recordó hasta un día y medio antes, que debía haber llevado puesto el uniforme tres días antes de su primer día laboral.
—Así que el primer día de trabajo, el asistente personal de mamá, no había completado la configuración de entrenamiento, debido al escaso tiempo que los sensores habían tenido para registrar datos válidos. Por este motivo debía mantener una atención constante tratando que sus pasos, se encontrasen sincronizados con el punto exacto en el que debía encontrarse en cada momento a petición de la Fábrica. Esto le hizo estresar, y más aún cuando pensaba que ese estrés quedaba codificado en una abstracción de los valores vitales, que el asistente personal registraba cada diez minutos acerca de su dueño.
—A lo largo de la mañana, debió pasar ciertos exámenes y más tarde le asignaron un puesto en un gran edificio de la Fábrica. Al llegar a la planta en la que se encontraba su laboratorio, sus pasos se encontraban dos metros por segundo por debajo de lo que debía, en cualquier punto, a lo largo de un pasillo de trescientos metros de longitud. A lo lejos, prácticamente al final del pasillo, un apuesto caballero se dirigía en sentido opuesto. Unos minutos después se cruzaron y pronto, ambos, conocerían más el uno acerca del otro.
—¡Papá! —Exclamé con alegría. Mi hermana dio un suspiro y retorció sus ojos.
—Así es, cuando mamá y papá volvieron a sus hogares dentro de la Fábrica, fueron notificados simultáneamente de su flechazo emocional y una cita les esperaba cumpliendo con el protocolo de la Fábrica.
—Esa historia es un rollo mamá: tomásteis muchas drogas, tuvisteis mucho sexo "blablablabla"... Cuenta otra. —Interrumpió mi hermana.
—¡Pero hija! —Exclamó mamá alarmada.
—¡Cuenta la de cuando llegó la Fábrica al principio de todo, con los abuelos!
—La conoces tú mejor que yo pero si insistes... Hace muchos años, cuando mamá era un poco más pequeña que tú, Sandra, tenía mucho miedo de los drones autónomos que venían a quitar a los abuelos parte de la producción de la granja. El abuelo, enfadado, maldecía no poder hacer nada contra los señores con corbata que manipulaban las leyes desde la distancia. Pero poco tiempo después comenzó a construirse la Fábrica, pronto todos los habitantes del poblado trabajarían en ella y los drones nunca más nos volverían a molestar.
—Pero ¿cómo se pudo construir toda la Fábrica? ¿Cómo puede ser tan grande mamá? —Preguntó Sandra ansiosa.
—Se construyó a nuestro alrededor, casi sin darnos cuenta, la Fábrica se construyó a sí misma, hija.
—Pero, ¿cómo? ¿Y más allá? ¿Qué hay más allá de la Fábrica mamá?
—En los límites de la Fábrica se encuentran sus muros y más allá hay una tierra hostil donde un primate no puede sobrevivir. Por eso nunca debéis salir de la Fábrica, hijos mios, pase lo que pase y si alguna vez alguien os ofrece salir, alejaos y pedid ayuda.
En ese momento el tema de hablar de los niños perdidos se mantenía caliente en el aire para enlazar la conversación anterior. Cualquiera de los tres pudimos haber dado una opinión sobre todos esos niños que salen diariamente de la Fábrica y nunca jamás pueden volver a entrar. Pero inmediatamente la intensidad de la luz disminuyó drásticamente y mamá se despidió con premura —Me voy hijos mios, descansad.— La Fábrica nos estaba recomendado dormir, todos debíamos madrugar y yo tenía una excursión al día siguiente. Me arropé cerré los ojos y empecé a preguntarme qué podía haber más allá de la Fábrica. Pensé en preguntárselo a mi asistente, pero él ya dormía y sólo susurraba sobre lo buena que es la Fábrica.
A la mañana siguiente, escuché la voz de mi asistente y desperté, Sandra se quedaría dos horas más, mamá y papá ya se habían marchado. Fui aseado, alimentado y salí del edificio, en la puerta monté en el cuadricóptero junto con otros niños para ir a la central de programación. Allí aprenderíamos cosas útiles para poder trabajar en la Fábrica cuando fuésemos mayores. El vehículo de Reme, siempre sobrevolaba por delante del mio. Una vez llegásemos a la central de programación, como siempre en el mismo punto del trayecto hacia nuestros respectivos puestos, Reme y yo nos cruzaríamos y nos miraríamos con fijación. En todo el curso nunca tuve una oportunidad para hablar con ella, aunque nuestras miradas cada vez eran más intensas.
Todos teníamos una capacidad que desarrollar para ser útiles de algún modo en la Fábrica. En una asignatura estábamos aprendiendo a utilizar una prótesis de inteligencia artificial para encontrar la inspiración en la escritura de poesía. Por supuesto la poesía, no es algo útil para trabajar en la Fábrica, pero no era escribir poesía el verdadero objetivo del curso. Ya que, en realidad, era la inteligencia artificial quién utilizaba nuestra inspiración en el campo de la poesía, para comprender nuevos procesos de pensamiento de la inteligencia natural. Por eso se llamaba central de programación, porque programábamos nuestras mentes para convertirlas en una herramienta de utilidad para la Fábrica.
Ese día teníamos una excursión a la unidad central de proceso, después realizaríamos un informe sobre todo lo que hubiésemos comprendido acerca del cerebro de la Fábrica. Nos trasladaron a la estación para montar en un vagón magnético, Reme también venía con nosotros. Montamos en el vagón y comenzamos a elevarnos, sus vías se encontraban por encima de los edificios y por encima del tráfico estocástico, es decir, el tráfico que no podía predecirse mediante algoritmos de computación clásica sino que su control, era exclusivo de la inteligencia de la Fábrica. Algo más abajo, a vista de pájaro, se encontraba todo el tráfico determinista, principalmente compuesto por drones autónomos que servían las necesidades indirectas de la Fábrica, aquellas que satisfacían los menesteres de los primates. A pie de calle, el tráfico era pseudoprobabilista, pues aunque estuviese sujeto a los caprichos instantáneos de los transeuntes, estos, tenían una relación directa con sus necesidades básicas en las cuales se encontraban trabajando los asistentes de forma individual y de manera constante.
La unidad central de proceso se hallaba en el otro extremo de la Fábrica, pensé dedicar un tiempo del trayecto en emprender una conversación con Reme o quizá ella pensaba igual que yo y sería quien comenzaría a hablar conmigo. Pero no tuve tiempo en todo el viaje, mi raciocionio no paraba de provocar emociones que expresaban la magnificencia de la Fábrica, combinaciones de ideas expuestas en palabras que no podían perderse sin ser discutidas y analizadas con máquinas inteligentes. Por eso dediqué todo el tiempo del trayecto a dialogar con mi asistente y con la prótesis, sobre las maravillas del paisaje.
Al cabo de unas horas el vagón comenzó a descender, habíamos llegado. Mis compañeros empezaron a abandonar sus asientos para descender, yo seguía en el mio. Reme me rozó el hombro al pasar por el hueco del vagón, entre los dos asientos. Quería salir detrás de ella pero el asistente personal me recomendaba levantarme dentro de trece segundos, aunque como al fin y al cabo sólo son recomendaciones lo hice. Me levanté me choqué con otro niño y lo escuché quejarse, quise no darle importancia, pero vi a Reme acelerar su marcha.
Cuando descendimos y salimos del vagón, nos encontrábamos en el jardín de la unidad central de proceso. Debíamos esparcirnos durante quince minutos para que se recopilasen datos de nuestro comportamiento antes de entrar en la central. Mis compañeros no tardaron en clasificarse en grupos. Mi asistente me recomendaba varios pero no el de Reme. La opción más recomendable era ir con Juanjo y Julio; Juanjo estaba hablando sobre la memoria de rápido acceso. Llegado un punto le contaría lo que pensé otro día acerca del contador de programa y ya se habrían enlazado suficientes conversaciones posibles para ganarme una amistad duradera.
Pero yo quería ir con Reme, lo sentía profundamente y quizá más aún desde que ejercitaba la inspiración en la poesía. Me acerqué a su grupo, a pesar de la opinión de mi asistente. Cuando llegué todos me miraron, nadie tenía sugerencias, cogí aire y dije fuerte "¡hola Reme!". Todos empezaron a reír muy fuerte mirándome y me empecé a sentir bastante mal, miré a Reme y vi como lloraba de la risa, no entendía qué había pasado.
—¿Por qué os reís?— Pregunté muy extrañado.
—Por el pedo que te has tirado.— Contestó uno de ellos sin parar de reír.
—¡No es verdad!— Grité. Yo no había hecho algo semejante, no podían estar riéndose por ese motivo.
—Muestra tus datos vitales si no te lo crees.— Dijo nuevamente con un tono más serio.
No me importaba hacerlo para finalizar el escarnio, al fin y al cabo seguro que ninguno de ellos había escuchado antes un pedo de otra persona que no fuesen ellos mismos, podían haberse confundido con otro sonido, así que acepté. Todos incluida Reme se dispusieron a grabar los datos que estaba a punto de mostrar, no tenía nada que ocultar, pero me dolió ese gesto. Lo mostré, proyecté una gráfica que diera la evidencia o no de mi pregunta a partir de un filtro que se decidió automáticamente, para mostrar que evidentemente sí me había tirado un pedo, había una elevación en la gráfica.
Me avergoncé, no podía ser, salí corriendo. El asistente me recomendaba que volviera con Julio y Juanjo, pero ellos ya podrían consultar todo lo que había pasado, que era público, en el momento en el que se interesasen por mi estado de agitación. Salté por detrás de unos buses de datos que transportaban partículas a velocidades próximas a la de la luz codificando información valiosa, y llegué a una especie de plaza vieja como de un pueblo de la antigüedad. Nadie pisaba nunca por ahí y en frente había un muro de los límites de la Fábrica. Lloraba, estaba convencido de que no me había tirado ningún pedo pero ya estaba dudando. No podía volver con el grupo y que se rieran de mí, después en casa, ¿cómo explicarle todo a mi madre aún con las opciones que me daba el asistente? Nadie podía saber nada acerca de Reme. Ya no podía confiar en mi asistente, solo me recomendaba volver y pasar por todo eso. La única opción era salir de la Fábrica, y aunque sabía que no debía, me había envuelto en un cúmulo de circunstancias que me habían llevado a no tener otra alternativa.
Me acerqué a una puerta en la pared, pulsé el botón de abrir. Se mostró un mensaje holográfico que ponía "Quien sale de la Fábrica, no podrá volver a entrar nunca más". Di un paso y la puerta se cerró detrás de mí, estaba fuera. Todo estaba oscuro, mi calzado se encendió, fuera de la Fábrica siempre era de noche. Me apoyé en el muro, tenía miedo, me costaba respirar, hacía frio.
Buen post. Saludos