Detrás de las paredes | Ausencia (Cap III)
No temas. Tu dedicación y persistencia te han traído hasta aquí, y te has ganado el derecho de regresar a tu dimensión llevando contigo al Sravaka. Abre tu ojo y no cuestiones ni trates de discernir lo que verán tus ojos mortales.
La sombría mañana del primer día de marzo, Mercela despertó como todos los días a la 4:30 de la mañana, con el campaneo del antiguo reloj que colgaba de la pared de la sala.
Inició su rutina de preparar el desayuno y la merienda de los niños, aún con los ojos somnolientos, pues toda la noche estuvo inmersa en pesadillas inefables que ya al despertar no recordaba, pero que no la dejaron descansar. A las 5:45 a.m. entró al cuarto de los chicos para despertarlos y prepararlos para el colegio.
Uno a uno los fue despertando, pero ese día Benny no estaba en su cama; su corazón comenzó a palpitar aceleradamente y su intuición materna le indicó que algo muy malo estaba por descubrirse. Se dirigió hacia el rincón de la ropa sucia donde otros días había encontrado a su pequeño tesoro acurrucado y dormido, pero tampoco estaba ahí.
Rápidamente recorrió –de manera infructuosa– toda la casa hasta que llegó a la sala, frente al antiguo reloj que pendía de una pared de ladrillos rústicos. Ahí, tendido en el suelo y con los ojos extremadamente abiertos estaba Benny, en estado catatónico y con un ritmo cardíaco demasiado bajo, solo lo suficiente para mantenerlo con vida; sin embargo, su rostro reflejaba una extraña paz.
Parece increíble las cosas que los padres están dispuestos a hacer por sus hijos, y más cuando se presenta una tragedia como esa: médicos, terapeutas, laboratorios, e incluso ayuda espiritual; que, en el caso de la familia de Benny, solo se restringía a oración por parte de los pastores y hermanos de la iglesia de sus padres, ya que bajo ninguna circunstancia acudirían a otro tipo de ayuda espiritual no convencional.
Los padres de Benny agotaron todas las opciones habidas, pero el chico no logró salir del coma en que se encontraba, y así permaneció hospitalizado lo que restó del año.
Al año siguiente, sus hermanos fueron enviados a un colegio internado para que culminaran sus estudios de bachillerato; y su padre, vendió todos sus bienes para costear equipos médicos y tratamiento para atender a Benny en su propia casa, y mantenerlo con vida el tiempo que fuese necesario, dado que jamás osarían tomar una decisión eutanásica, pues solo Dios tenía el derecho a decidir sobre su alma.
Fue una larga travesía que con el tiempo pasó su factura; el estrés por la situación familiar y el deterioro de las finanzas causaron gran impacto en la salud mental y física del padre de Benny, volviéndose senil y dependiente. A Marcela le tocó la peor parte, pues quedó a cargo de esos dos niños, su hijo menor y su marido, quien en cierto modo había regresado a la infancia. Sus cabellos se tornaron plateados y sus arrugas se acentuaron con saña en su rostro, cuello y manos, dándole una apariencia mayor.
Marcela cumplía religiosamente con una rutina que le consumía todo su tiempo y energía: terapia para mantener los músculos de Benny en forma, humectación de sus ojos, cambio de posiciones para vitar las escaras en su espalda, aseo de su cuerpo, corte frecuente de cabello y uñas... jamás falto a ninguno de los items de su detallada lista de actividades.
Así se mantuvo por siete largos años, padeciendo la agonía de la ausencia de Benny, y la agotadora rutina de sus cuidados, para mantenerlo en forma, en espera de que en cualquier momento retornara de no se sabe dónde se encontrara su extraviada alma.
El 18 de febrero, día de su cumpleaños número 14, temprano por la noche su madre se acostó a su lado, ya cansada y rendida de 2186 días de ausencia de su hijo, y se quedó dormida mientras oraba a su Dios pidiendo que decidiera sobre la vida de Benny.
Esa noche, abrazando a su hijo entró en un profundo sueño, y sintió como se hundía en la cama como si fueran arenas movedizas, y cayó en una caverna oscura, con un pasadizo levemente alumbrado por una tenue luz. Al fondo en una bóveda alumbrada por antorchas, acostado sobre una gran piedra negra rectangular, con forma de altar, estaba Benny con sus ojos bien abiertos, aunque sin señales de conciencia. Junto a la cabecera un enorme hombre sin rostro, vistiendo una túnica negra de capucha, lo custodiaba como si fuera un guardián.
Marcela quedó petrificada viendo la escena. Moría de miedo, pero al mismo tiempo deseaba tomar entre sus brazos a su pequeño hijo y salir corriendo de ahí. Trato de acercarse sigilosa y silenciosamente pero antes de dar un paso, una fuerza magnética comenzó a arrastrarla hacia el altar; sus pies flotaban en el aire y, por más que lo intentaba, no podía detenerse. Al llegar frente a lo que ella interpretaba como un lugar de sacrificios, el guardián sin emitir palabras le dijo:
“No temas. Tu dedicación y persistencia te han traído hasta aquí, y te has ganado el derecho de regresar a tu dimensión llevando contigo al Sravaka. Abre tu ojo y no cuestiones ni trates de discernir lo que verán tus ojos mortales”.
En ese momento el guardián tocó su entrecejo e inmediatamente Marcela despertó, pero no se podía mover. Su cuerpo pesaba demasiado, tenía una arritmia y estaba disneica. Seguía abrazada a su hijo tal como cuando se había acostado el día anterior; pero sorprendentemente, el sol de la tarde se colaba entre las cortinas y más tarde supo que había estado dormida alrededor de 20 horas, lo cual no le había ocurrido nunca en toda su vida.
Esa semana pasó rápidamente, sin que ella dejara de pensar por un momento en ese inquietante sueño; sin embargo, como nada distinto ocurría, continuó con su rutina desesperanzada; hasta la mañana del primero de marzo en que, al dirigirse al cuarto de Benny, no lo encontró en su cama.
Como si fuera un déjà vu, su instinto la hizo correr hacia la sala de la casa; y ahí, tendido en el suelo frente al antiguo reloj estaba Benny, desnudo, acurrucado y temblando de frío. No podía caminar, pero al ver a su madre con voz entrecortada le dijo: “Mami, no creerás lo que he soñado”.
Continuará…
veac131019
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Hola Eliezer, te felicito, muy bueno. Me encanta como narras cada vivencia de los personajes, mientras leía hacia una película en mi cabeza, ufff! gracias por el viaje.
Curador: @equipodelta
Gracias @angelesdesteemit, me alegra que te haya gustado esta historia. Espero que hayas leído los capítulos anteriores... y que continúes en este misterioso e interesante viaje.
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Muy valorado su apoyo, equipo de @la-colmena. Gracias
Gracias por esta curación @Mayvileros.
Extraordinaria historia, un relato circular el cual termina donde inicia. Me conmovió como no tiene idea. Solo pensar en el sacrificio de esa y muchas otras madres me erizan la piel.
Reza un dicho: "La Fe mueve montañas". Es necesario entender que estamos en este mundo para el servicio, así lo entendió Marcela. Felicitaciones y cordial saludo. Fue un gusto leerle.
@belkisa758, gracias por seguir la historia desde el principio... aún queda pendiente el final.
Excelente estaré atenta, gracias por avisar, me encantó su historia. Saludos.
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