El Vencimiento del YO
¿Cuántas veces al día nos privamos de hacer algo que nos provoca por temor, por miedo? Tengo ganas de salir de esta clase... Tengo ganas de decirle a Juana que está bellísima hoy... Quiero un abrazo... Voy a intervenir en la reunión de condominio para decir que el conserje no limpia... Quiero tirarme un buen peo! (jajajaja coño que bueno jaja)... Me gustaría bailar con Pedro...
A cada momento, en cualquier instante, en cualquier situación cotidiana, nosotros dejamos de hacer lo que nos provoca, lo que sentimos que quisiéramos hacer para sentir alegría o bienestar por miedo al ridículo, miedo al enjuiciamiento, miedo a no parecer normal, miedo al rechazo, miedo, miedo, miedo, miedo...
Parece que esas comiquitas en las que salía un niñito con un angelito blanco en el hombro izquierdo y uno negro en el hombro derecho es una de las mejores ilustraciones de la lucha interna que todos vivimos, una lucha entre lo que nos provoca hacer y lo que "debemos" hacer.
Esa lucha se extrapola de lo cotidiano a lo fundamental y trascendental para la vida del ser humano: Voy a estudiar arte... Quiero ser bailarina... No me gusta la universidad, quiero hacer otra cosa... No quiero ser médico como mi papá quiere... Tengo 30 y no quiero casarme... Tengo 20 y quiero casarme... Mi papá es católico y yo no quiero serlo... Mi mamá es atea y yo quiero creer en Dios...
Para cada proposición que desde nuestro fuero interno se levante, existe una contraposición que se fundamenta principalmente en el miedo: Los que estudian arte viven en una carpa y hacen cueritos en Choroní... La universidad va a hacer que yo sea alguien en la vida, así no me guste lo que estudie... Tengo que estar casada antes de los 35! Me voy a quedar solterona!!!
El miedo condiciona nuestro comportamiento de manera escandalosa, y lo peor es que la mayoría de nosotros no somos conscientes de nuestros miedos. El miedo es como el pajuo grandulón del primer grado, que te sabotea el castillo que construiste con bloques, que te roba el desayuno, que te da coscorrones, que te bota la pelota con la que juegas con tus amigos, el que te baja los pantalones delante de todos en el patio... El pajuo grandulón generalmente te sabotea porque tú se lo permites, tú dejas que te quite el desayuno, tú dejas que te golpee, tú dejas que sabotee tus alegrías y distracciones, porque el miedo a enfrentarte a él es lo que lo hace fuerte.
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La próxima vez que el pajuo grandulón de primer grado vuelva a quitarte las ganas o a interrumpir tu alegría, tus deseos, tus sueños, mándalo a comerse un cerro de mierda y le dices que tú no vas a dejar que te pisoteen, ni que te quiten la alegría de vivir... Puede que el grandulón te golpee fuerte, y que lo haga muchas veces, pero es preferible eso a ser esclavo del miedo.
El grandulón existe en tu interior, y te obliga constantemente a que renuncies a lo que tú deseas, porque sino te va a golpear y te vas a arrepentir de atreverte. Todos debemos vencer al grandulón, pararnos de frente y decirle a la cara YO SOY MÁS BRAVO QUE TÚ, NO TE TENGO MIEDO, Y HARÉ LO QUE YO SIENTO QUE DEBO HACER. El grandulón es el miedo a hacer las cosas. Vencer el Yo significa vencer al grandulón, ser vencido por el Yo es dejarse humillar por él.
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