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Son las siete menos cuarto en Manhattan, y cuando los primeros rayos de sol rozan la ciudad, los edificios de Wall Street reciben a cientos de ejecutivos envueltos en gruesos abrigos que caminan apresuradamente para alcanzar el calor que esas torres de oficinas les otorgan, tan apresuradamente que ignoran al mendigo que despierta en la esquina del edificio.
Rodrigo, hace un esfuerzo para mantener el calor en su cuerpo y acomoda su caja de cartón frente a él mientras observa a la serie de empresarios que pasan de él. Detalla, detrás del vaho que sale de su boca, el cuero de sus zapatos, sus guantes sin agujeros, su perfecto cabello y por supuesto, sus estoicos rostros.
Cuando pasan cerca de él, extiende su pequeña caja de cartón, y aunque no recibe más que un par de monedas de vez en vez, se deja deleitar por el aroma a café que expiden aquellos cuerpos. En eso, cree reconocer un rostro familiar, un joven de unos veintiocho años de edad, de mandíbula firme y ojos almendrados que pasa junto a él hablando por el móvil.
« ¿Será él? »
El joven entra en la sede y Rodrigo se queda absorto en sus pensamientos. Recuerda aquel día en que decidió abandonar a su amada; aún reinaba el verano y llegó tarde a su casa después de una larga jornada como corredor de bolsa. Dejó el abrigo en el colgante y la encontró en la cocina, hacía un par de días que le habían informado que pronto serían tres.
A Rodrigo acababan de otorgarle un nuevo cargo en el trabajo, tenía una vida llena de lujos y negocios planificada, un niño no encajaba en su planificación.
—Lucía, debemos hablar. Pronunció.
—Eres un cobarde, no puedo creer que hagas esto. Gruñó entre dientes al ver en su mirada lo que estaba por pedirle.
—Apenas están comenzando a salir bien las cosas Lucía, si aceptaras dejarlo…Al menos un tiempo, en un par de años quizás, podemos planteárnoslo.
—No voy a dejarlo, es mi bebé. Susurró, secando sus ojos almendrados.
—Muy bien, tú lo has dicho, es tú bebé. Sentenció.
Un par de meses después le diagnosticaron un problema de corazón, el seguro no alcanzaba los gastos de la operación por lo que tuvo que hipotecar la casa. La bolsa de valores cayó y en su oficina optaron por recortar personal, los que estaban por reposos médicos representaban pérdidas para la empresa. Rodrigo consiguió un corazón a cambio de todo lo demás.
El sonido de un claxon lo regresa a su fría esquina.
Son las nueve de la mañana. El mendigo cuenta las monedas de su caja y se da cuenta de que no ha sido una buena mañana. Duda si le alcanzará para tomarse algo caliente.
Unos cinco jóvenes abrigados salen del edificio a por algo de desayunar y Rodrigo vuelve a reconocer entre ellos al joven de ojos almendrados. Quien arruga el rostro al verlo y, sin un ápice de reconocimiento, le extiende un par de monedas. Solucionando el problema de la bebida caliente. Pero, de pronto, al mendigo no le importa el calor.
*
Enrique se acercó al mendigo, y aunque apestaba a alcohol, le extendió un par de monedas.
Este era su día de suerte y no caía mal compartir su fortuna. Recién lo habían ascendido y su novia por fin aceptó mudarse a su apartamento. Su madre estará encantada con la noticia.
*
Rodrigo esperó fielmente a que los cinco jóvenes salieran del café y pasaran frente a él. Cuando la ocasión llegó, fingió descuido y tropezó al chico de ojos almendrados. El joven bajó la mirada hacia él y con el ceño fruncido dijo:
—¡Tenga más cuidado!
A lo que él respondió mostrándole desesperadamente una fotografía de una hermosa joven de vestido rojo sentada en un Mercedes Benz descapotable, con la playa a su espalda.
— ¿La conoces?
—Lo siento, llevo pocos años en el país, apenas conozco a los de mi piso. Buen día. Respondió apresurando el paso.
*
— ¡Hey, Enrique! Deja de acercarte a todo indigente que ves.
—Cierto chico, la mayoría son unos viciosos. Añadió el más alto del grupo.
—Lo sé, lo sé. Pero no dejan de darme pena, aunque este apestaba más a alcohol que mi tía Prudencia en fiestas de navidad.
*
El pobre mendigo guardó la fotografía, frotó sus agujereados guantes y contó nuevamente sus monedas.
«Esta vez estaba casi seguro», pensó. Mientras caminaba al bar de la siguiente cuadra.
Hola @duemmys, upv0t3
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<3 Este es un corazón, o un helado, tu eliges .
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