La muerte es natural, pero afrontarla es complicado.
Morir es tan natural como nacer, crecer o reproducirse. No obstante, esto no hace menos dolorosa la partida de alguien a quien queremos.
Hace poco, perdí a una buena amiga, debido a un malvado cáncer que se empeñó en esparcirse por todo su cuerpo.
Quienes me conocen, saben que me gusta escribir por placer, y otras razones. Las letras me ayudan a desahogarme en momento difíciles y, básicamente ese es el objetivo de este artículo: lograr liberar, entre unas cuantas canciones viejas, un poco esto que llevo encerrado dentro.
Intentando hablar por y para todos, inició esta publicación que espero sirva de apoyo para alguien:
El proceso…
Conspiración del silencio
Tras el diagnóstico de una enfermedad grave y potencialmente mortal, como el cáncer, es común que se genere una ruptura en la comunicación acerca del asunto: tanto el enfermo como la familia evitamos hablar sobre el tema, sobre lo que nos preocupa o sentimos. Todo se centra en las pruebas, los resultados, los tratamientos…
Sin embargo, cuando se trata de este tipo de enfermedad, en el que le vemos la cara a la muerte, lo ideal es expresarnos; dejar saber lo que sentimos, e incluso, solucionar asuntos inconclusos.
Nos pasamos casi toda la vida en constante comunicación (por llamadas, mensajes, redes sociales, correos electrónicos y más). Y, sin embargo; cuando se trata de hablar de la muerte o de decir adiós a alguien cercano, siempre nos faltan palabras y nos invade la impresión de que no sabemos expresar todo lo que queremos.
Por supuesto que la forma en que cada persona responde a la tristeza y el dolor varía, dependiendo de su personalidad, sus experiencias pasadas, o la relación que tenga con su entorno, pero el secreto está en hablar con el corazón.
No existen las palabras perfectas. Un simple «estaré pensando en ti» o incluso «No estoy seguro(a) de qué decir, pero quiero que sepas que sí me preocupo por ti» significan algo grande.
Inclusive, en ocasiones, lo mejor es no decir nada. Una sonrisa, un roce, e incluso una mirada cargada de sentimiento, podría ser la mejor comunicación posible.
Acércate, comprométete, aprecia el tiempo que tienen juntos.
Pérdidas anticipadas
A medida que nos acercamos a ese temido punto en el que sabemos que es irreversible aceptar que la muerte es parte de la vida se va convirtiendo en un proceso más complejo, en especial para el paciente. Desde afuera podemos apreciar pérdidas fácilmente apreciables: como las físicas: pérdida del cabello, de peso, de apetito, de energía, de color, incluso de algunas partes del cuerpo (en el caso del cáncer de mama por ejemplo).
Sin embargo, para el paciente las perdidas más graves son las consecuencias de esos cambios: como la perdida de independencia a medida que disminuye su movilidad y agilidad, no es sencillo aceptar que se debe depender de otros para cuestiones que anteriormente pudieron haber sido de lo más sencillas, tal es el caso de una mujer mayor que sufre de artritis severa y se enfrenta a la pérdida de un rol preciado en el hogar al ya no poder cocinar para su familia en navidad.
A esto le sumamos la aparición constante de la incertidumbre, el miedo, la culpabilidad y la soledad.
En el caso del cáncer estos procesos de deterioro pueden ser muy impredecibles. Alguien con esta enfermedad puede sentirse muy bien un día y al siguiente encontrarse terrible. Aprender a vivir con la incertidumbre es parte de aprender a vivir con el cáncer, tanto para el paciente como para los que le rodean.
“El deterioro de la funcionalidad, la discapacidad y el sufrimiento tienen sus propios procesos de duelo, pero ayudar a las familias a lidiar con eso no está integrado en el sistema de salud” — John Rolland, profesor de psiquiatría en la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern.
Al llegar a este punto, la enfermedad nos obliga a enfrentar nuestras debilidades incluyendo la muerte. El saber que la muerte está cerca impone un desgaste extra tanto al enfermo como a quienes lo acompañamos. Es allí donde el miedo a morir encuentra su auge. Sin embargo, también es allí donde tenemos la posibilidad de convertir el miedo en algo útil.
¿Cómo? Comunicándonos. Identificando exactamente a qué le teme el enfermo ¿Teme al hecho de morir en soledad? ¿Tiene miedo al dolor? ¿Teme que al morir no habrá nada más allá de la vida terrenal? Identificar estos temores nos permitirá afrontarlos y mantenerlos bajo control, además de ofrecernos una oportunidad de analizarlos y obtener una nueva perspectiva de ellos.
En esta etapa, el paciente normalmente se empeña en la búsqueda del sentido de la vida. ¿Qué le ha dejado al mundo? ¿Cómo quiere que lo recuerden? ¿Qué es lo más importante para él/ella? Estas conversaciones son algo quedará grabado para el resto de nuestras vidas para quienes los acompañemos en estos análisis y reflexiones.
Bien, Duemmys ¿Por qué te empeñas en hablar de esto? Porque siento la irrevocable necesidad de dar este mensaje:
Para ti, que atraviesas una situación similar, y quieres involucrarte en el cuidado de tu ser querido:
Comunícate.
Seguramente atravesarás estas etapas que básicamente se resumen a: conocer, atender, sufrir y aprender. Mi consejo, para mantenerse hasta la última es: escuchar con el corazón.
Procura no dar consejos, olvídate de los renombrados «sé cómo te sientes» porque no lo sabes. Si quieres llorar, no te contengas, pero explícale porqué. Recuerda que la enfermedad es una circunstancia en la vida de esa persona, no la etiquetes con ella. Recuérdale que sigue siendo la misma y sobre todo, no olvides decirle cuánto la quieres.
Y para ti, que afrontas la pérdida de un ser querido:
Él (o ella) nunca dejará de estar.
Aunque quizás no les haya dado tiempo de despedirse, aunque la vida le haya gritado de golpe que ya no más. Nunca se irá. Solo dejará de ser “alguien para ti” para ser “parte de ti”.