¿Saben qué es tener una mala racha?, ¿Alguna vez han atravesado una o muchas?, ¿Han llegado a pensar que su vida entera puede ser una mala racha?

Si me lo preguntan ahora, mi respuesta es un rotundo: sí.

Suelo ser una persona que bastante desenfadada, quizás por eso que cuando todo pasa olvido que la pasé mal. Pero, cuando la mala racha vuelve, aparece,—en forma de deja vú—,la sensación de estar en el infierno.

Algunos psicólogos catalogan a las pérdidas como “cierres”, es como una manera de ver el vaso medio lleno, animándonos a pensar que lo ocurre no significa que todo se haya ido al traste, sino que algo nuevo está por comenzar.

Sin embargo, eso no elimina el desespero y desesperanza que sentimos al estar inmerso en tantos cierres.

Hace días que traigo muchos sentimientos atorados en la garganta. Quiero gritarle a la vida, pero temo retarla. Porque créanme, siempre que pienso que las cosas no pueden ponerse peor, viene la vida y me sorprende.

Sé que una vez que toque fondo muchas cosas iniciarán. Con las manos vacías puedo sostener más cosas, y tengo gente a mi lado que no me dejará caer.

Pero estoy en un punto en el que después de perder tanto no quiero nada. Pero no hay manera de que me quede en donde estoy, aun cuando temo ganar nuevas cosas que luego pueda perder.

Sé que un cambio viene, y estoy preparada para algo enorme, porque desde aquí abajo solo puede apuntar hacia la luz que viene desde arriba. Aunque a veces he pensado que si siempre será tan alto el precio a pagar, mejor me vuelvo conformista.

También sé, que debo hacer que valga la pena tanta molestia, pero no tengo ganas de ello. No tengo ganas de levantarme y seguir, porque me siento rota; no tengo ganas de buscar la victoria, ni quiero continuar la carrera, porque soy cobarde. Porque temo volver a caer en algo en que ya había caído muchas veces antes.

Suele darme mucho, y quitarme de la misma magnitud… y no me acostumbro.

Mi mamá una vez dijo: «Dios no te da más de lo que puedes soportar», quizás yo sea la próxima Avenger sin descubrir. No creo que alguien débil pueda con tanto. Pero quisiera ser menos fuerte, me gustaría tener la suerte de una persona normal, haber estudiado cerca de casa, sin aspirar a mucho; tener una familia que se siente en la mesa a almorzar, ver a mis sobrinos sin tener que pelear con nadie; no encariñarme rápido, vivir en un país más seguro, tener un empleo simple. Me hubiera gustado no apuntar tan alto para no entregar tanto a cambio.

Ya no quiero ser fuerte... no quiero más cargas... quiero vaciar mis manos solo para no sostener nada más que pueda perder.

Pero a ellos no les gustaría, no puedo estancarme cuando mi deber es vivir. Por mí, por ellos, por los que aún quedamos.

Así que abriré mis alas y volaré, tan lejos que el dolor no pueda alcanzarme, tan alto que la vida y sus complicaciones no puedan alcanzarme.

Volaré siempre y, de vez en cuando, buscaré los brazos de mi madre para descansar.