Durante estos días me pude dar cuenta que aunque siempre estamos cercanos a muchas personas y pese a que generalmente estas son muy importantes y queridas por nosotros, la mayor parte del tiempo que “convivimos” con ellas lo hacemos casi que por inercia; y es que estamos tan sumergidos en nuestro propio mundo, complicaciones y actualmente más bien en el Celular, la Tablet y hasta en la misma Tv , que olvidamos por completo que nuestro principal y mejor recurso para sobrellevar los problemas, distraernos y por supuesto sentirnos acompañados son precisamente esa gente linda que pasa con nosotros la mayor parte del tiempo; independientemente de donde nos encontremos( hogar, trabajo, colegio, universidad). Lo más paradójico es que casi nunca nos damos cuenta de ello, particularmente estos días me sirvieron para percatarme que por primera vez en mucho tiempo estuve a completa disposición y voluntad de interactuar y sobretodo comunicarme con quienes me rodean ( en mi caso algunos compañeros de estudio que viven conmigo) con quienes últimamente solo estábamos escuchándonos y hablando sin mayor detalle, a pesar que siempre nos hemos llevado muy bien, era como si la relación se hubiese estado enfriando y lo peor del caso es que sin la más mínima sospecha, estábamos perdiendo poco a poco una pequeña parte de la esencia de lo verdaderamente importante en la vida como seres humanos (LA COMUNICACIÓN), con decirles que incluso ya hacía mucho que ni siquiera usábamos los juegos de mesa que siempre nos han encantado. Parecía que dentro de tanto acaecimientos se nos había olvidado. Y no solo estaba pasándole a mis amigos y a mí, recuerdo perfectamente que días después (del apagón) de regreso a casa me encontré con dos señora que habían estado teniendo una fluida plática mientras pasaban a mi lado, de la nada alcance a escuchar como una de ellas le narraba a la otra lo bueno que habían resultado para su relación familiar esos días sin energía eléctrica, de inmediato mis ojos se fueron sobre ella y pude ver como dibujaba una sonrisa en su rostro mientras le comentaba a su amiga. Y sin querer, queriendo (jeje) también oí cuando le explicaba que aunque habitualmente todos se la pasaban bajo el mismo techo, ya hacía mucho que no compartían tiempo de calidad en familia como esos días, además pude notar aquella sensación de satisfacción que reflejaba su mirada mientras relataba las amenas tardes de fluidas tertulias y tazas de café con sus hijos...

Fue entonces donde volvió a mi mente aquella frase de mi abuelo.

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Y recuerden… ¡¡Soñar en grande, amar mucho y reír siempre!!