Había empezado a llover y mientras más vieja la tarde, más tormentosa se ponía. Oscura, nublada. Con la fuerza de un viento que hacía doblegar los soberbios árboles. Una brisa fría chocaba contra una pequeña cabaña solitaria en medio del bosque. Era un buen lugar para retirarse.
La neblina espesa desdibujaba los pinos y la cabaña apenas se notaba. Un mal día para recibir visitas, en especial, si no conocían el lugar. Santiago está en la cocina, remoja una bolsa de manzanilla y la sumerge varias veces dentro de la taza con agua hirviendo.
-Una, dos, tres, cuatro, cinco…-cuenta cada vez que moja la bolsa-. Cuarenta. -Suspira.
Camina hacia la sala y ve que la ventana más grande está abierta.
-¡Demonios!-dice Santiago mientras cierra la ventana.
Deja la taza a un lado, le cae un poco de infusión en la mano. El frío no le permite sentir lo caliente del té. Las huellas de las pantuflas se plasman en la madera, no están muy limpias y de inmediato ensucia todo el lugar. Gruñe entre dientes, continua su camino arrastrando los pies.
Hay bolas de papel regadas alrededor de la habitación. Una lámpara ilumina todo el cuarto. Ropa mezclada con papeles y otros objetos entristecen y deprimen a Santiago. Ve unas fotos que tiene pegadas al corcho que le regaló su mamá. En él hay unos bocetos de rostros, cuerpos y bastantes anotaciones a los lados. Suspira.
Les da unas patadas a las bolas de papel para apartarlas de su camino. Cuando se sienta pisa una hoja que está en el sofá. La hojea con detenimiento. Pasa uno de sus dedos por el texto como si estuviese subrayando las palabras. Sus uñas están sucias y largas. Santiago tiene una barba poblada, su cabello negro despeinado está grasoso. La ropa que usa es ancha y está en mal estado.
-Vamos a ver.-dice mientras se sienta sobre un sofá.
Arruga con fuerza el papel y lo lanza contra una canasta de basura. Preocupado por la poca creatividad que lo acompaña decide mirar el techo. No se le ocurre nada para terminar la historia. Se encuentra frustrado, la angustia no le permite continuar. De pronto se levanta con dificultad, toma un lápiz que está en el piso. Arrastra los pies hasta que está frente a la mesa de la habitación, recuerda que dejó la taza de té en la sala. Santiago se mueve a lo largo de la habitación para ir a buscarla.
La lluvia no se detiene, los truenos se incrementan. El ánimo de Santiago lo hacía más lento de lo habitual y al llegar a la puerta para disfrutar de la infusión, se va la luz. Cierra los ojos lentamente, suspira mientras regresa sin poder ver nada. Se mueve a través del tacto. Las diversas texturas que toca le indican que ya está cerca del closet en el que están las velas, conoce la casa a la perfección.
Abre las puertas y agarra una caja de fósforos. Enciende la vela, se sienta en la mesa. Frente a los papeles en blanco comienza a pensar y a pensar.
-No estoy loco, ¿verdad?
Santiago espera una respuesta que tal vez nunca llegue. Él sabe que esta persona es difícil de tratar.
-Ya va, estaba ocupado con unas cosas. ¿Qué decías?
-Preguntaba si estaba loco.
-¿Por qué tendrías que estarlo?Ah ya sé. Tal vez porque piensas que hablar conmigo es hablar con “nadien”.
-Por Dios, ¿quién te enseñó a hablar?
-Tú. Tú me manejas. Eres mi creador
-Cierto-dice pensando.
Santiago comienza a sentirse mal, cree saber la razón por la cual su historia no avanza. Llevaba años tratando de descubrirlo, pero en ocasiones evitaba tener pensamientos negativos sobre el libro que estaba creando.
-Sabes…lo único que me causas son problemas. Pienso que debería dejarte libre. ¿Qué te parece?
-Todo lo que siempre quise-dice entre dientes.
-Pero, ¿qué pasará con tu historia?
-De verdad, ¿te importa?
-No. Solo estaba siendo hipócrita.
-¡Ah! No importa. Crearé otro. Vete.
-¿No importo? ¡Reacciona, Santiago, tu historia es un asco! Te tardaste 20 años con mi creación. Y ahora, solo hablas conmigo unas pocas líneas y propones desecharme. Eres un poco lento para darte cuenta de las cosas. ¿Lo sabías?
-Así parece. Pero ya, es hora de dejarte libre.-Gira el lápiz para borrar.
-Espera. ¿Estás seguro? Después de esto no me volverás a ver.
-Sí. Muy seguro, para ser exacto.
-Bien. ¿Y qué le diré a los demás?
-Yo me encargo de eso, soy el escritor, ¿recuerdas?
-Está bien, Santiago. Me iré a buscar otra historia, una historia en la que encaje. Un lugar en el que pueda ser yo.
- ¿Y eso lo ves posible?
-No lo sé. Pero debe existir. ¿No lo crees?
-Tal vez.
-Bien, me iré a un lugar en donde sus escritores no hablen con sus personajes y crean ser uno solo. Personaje, escritor. Personas distintas.
-Entonces que te vaya bien, pero creo que no te veré más nunca. Considera que los personajes surgen de la misma persona. Si te dejo libre tendrás otra forma, otra personalidad.
-Sí, pero no son la misma persona. -grita-. Me cansa hablar contigo. Adiós, Santiago.
Santiago está en calma. Se le dibuja una sonrisa en el rostro, sabe que debe crear otro personaje.
Gracias por llegar hasta el final.
La ilustraciones son originales. Fueron generadas para acompañar este post, el autor es José Guaita
Gracias por apoyarme
Bueno, amigo, llegué hasta el final y jajajajaj, que bueno está
que chevere yo tambien escribo historias.
Excelente historia! me sumergí en ella. Las ilustraciones son originales. Saludos
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Esta muy bella esta publicación
Buena tu historia, me tenía entretenida...me gustaron tus ilustraciones. Saludos
Que buena redacción.!!! Muchos Exitos, te sigo para leer más...