Puede que haya pasado el tiempo y algunos sueños se hayan vuelto realidad. Una familia, esposa e hijos, algo que desde muy pequeño yo quería formar. Sin embargo a veces necesito un escape de la rutinaria vida. Ya mis manos no pueden ser el único soporte de mi cabeza atormentada, ni sus brazos lo que sostiene el peso de mis hombros ejercer fuerza por la dura vida. Así que tomo el volante en mis manos de un auto viejo que enciende cuando este lo desea, pero que me siente y comprende cuando sabe que necesito una salida.

Siento la brisa fresca al bajar el vidrio de mi ventana, algunos pájaros cantando en el cielo suelo escuchar, algo como una soledad necesaria y el silencio de las cosas amargas y duras del existir. Me estación frente a aquella vieja plaza donde a ella la conocí por primera vez, diviso algunos que otros "tortolitos" expresarse amor en besos y caricias como una vez lo hice con ella. En vez de afligirme el recuerdo aviva la esperanza de seguir este camino ya labrado de mi vida, haciendo que el peso de mis hombros se desvanezca, la paz me inunda y me motiva, se siente como si renacería cada vez que hago esa estadía.

Las horas pasan y siento vuelo en mi alma, no hay culpas, engaños o faltas. Como un casete viejo que rebobina una vez que siente llegar al final para empezar en buen pie una y otra vez más, con esa dulce melodía de aquellos tiempos en que mi amor por ti florecía.

Interrumpido por cual realidad de vida, contesto tu llamada pareciendo una necesidad, te escucho tras la bocina y sosteniendo el volante que guía mi vía, mi cuerpo se estremece al escucharte vida mía, supe que aquello que se escondía tras el volante y la vida aun seguía viva, este amor de oro por tantos años en unión.

De vuelta a casa al abrir la puerta los observo con demasía, experimentando la felicidad una vez más de saber que mi vida ya plena estaba, sueños cumplidos y sueños por ayudar a construir de nuestros retoños a quienes deseo en esta vida, cuya felicidad se expresa en abrazos y besos de mi bella familia.