Cosmogonías

in #spanish7 years ago

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Desde muy pequeño me he preocupado por saber cómo se generó el universo. Cuando niño me sobrecogía imaginar la oscuridad y el fárrago existentes en un principio: “La tierra estaba desordenada y vacía, las tinieblas envolvían la faz del abismo y el espíritu de Dios se movía sobre las aguas”. El relato que hace ‘El Génesis’ de cómo cambió aquel desconcierto y Dios creó el mundo en siete días me parecía entonces verosímil, coherente y racional: el lunes, la luz; el martes separó las aguas de la tierra y creó el cielo; en los días siguientes el Sol, la Luna, las hierbas, los árboles, los peces, las aves y los animales terrestres; el sábado creó al hombre, y el domingo descansó. “Y vio Dios que era bueno”. El mundo era perfecto, pues se había puesto orden en tanta confusión.

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Lo del Big Bang es otra cosa. No es fácil acomodar conceptos tan abstractos como infinito, nada, materia, energía y evolución. Pero es la hipótesis sostenida por los más eminentes científicos. En cualquier caso, esta teoría también parte de una situación caótica, aquella gran explosión de hace billones de años que provocó la expansión de la materia, dio origen mucho después a la aparición de las galaxias y, luego, de la vida.

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La cosmogonía griega no es muy diferente de la teoría del Big Bang, y tampoco de lo que cuenta la Biblia, pues sostiene que en un principio sólo existía el Caos, un espacio inescudriñable del que se generó la materia primigenia. Nótese lo onomatopéyica que es esta palabra, cuyo sonido sugiere la idea de realidad informe, amorfa, confusa… Del Caos, un abismo sin fondo sumido en la oscuridad en donde se encontraban revueltos todos los elementos, surgieron Gea (la Tierra) y Eros, impulso vivificador y organizador de aquella materia disforme, quienes dieron origen al Cosmos, que en griego significa ‘buen orden, organización, cosa bien hecha, hermosura’.
La hermosura del cosmos en su estado natural puede encontrarse todavía en algunos amaneceres: el de un pequeñín que abre los ojos tras varias horas de sueño, el de mis nietos cuando despiertan de un reposo sin trabas prestos para otro día de algarabía y regocijo, el de la muchacha que tras plácido descanso despereza sus brazos al cielo y sonríe más lozana que la brisa del alba… “Es prerrogativa de la hermosura que siempre se le tenga respeto”, decía Cervantes. Pero esta floración no va más allá de los veintipocos años, pues las preocupaciones, los trabajos y los excesos pronto marchitan la dulce primavera: si no fuera por los amaneceres seríamos eternamente jóvenes…
El remedio para las alarmantes y dolorosas miradas ante el espejo reside en una nueva cosmogonía, asentada en las mismas bases de las anteriores, tanto míticas como científicas. Y así, por obra y gracia de los arreboles, blanquetes, albayaldes, lucentores, jalbegues, badulaques, argentadas, kohles y brasiles de antaño, y por los pintalabios, perfiladores, rímeles, perlados, fijadores, sombras, iluminadores, mascarillas, rubores y bálsamos de ahora puede transformarse el Caos matutino de un rostro desencajado, deslucido, decolorado y reseco en un Cosmos de perfección y hermosura.
Esta es la razón de que todos estos afeites reciben el nombre de ‘cosméticos’.

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Excelente aporte @conversus. Me ha encantado la analogía de la hermosura.
Un saludo y deseos por unas felices fiestas de Navidad y fin de Año.

Gracias, @armonía...

Gracias por tan docta y didáctica explicación etimológica, @conversus

De etimologías (y de otras cosas) sabes tú mas... Yo tartareé en el borde de una tarde