Conversando con John Green, Bajo la Misma Estrella. Original de @cesinfenianos.
Un día que llegué a la casa de mi hermana, al entrar la observé sentada en la sala junto a mi mamá, me invitó a tomar un café. Al lado de mi madre y muy distraído se encontraba descansando cerca del balcón, John Green, tenía una franela negra con botones blancos y un pantalón azul.
Fuente:@cesinfenianos
Estuvimos compartiendo por mucho rato, como ya era tarde y tenía que irme, le dije a mi hermana que si quería yo llevaba a John Green a su casa, ella accede al igual que él.
Él, en agradecimiento me preguntó –¿te gustan las historias?–, –le dije, ¡por su puesto!, me encantan.
–Como el camino es corto, si no culmino hoy la historia nos ponemos de acuerdo para terminarla otro día–, agregó John.
–perfecto– le contesté.
Contemplado el horizonte por unos segundos, como buscando una musa inspiradora, comienza su relato, –había una vez una chica llamada Hazel, que asistía a un grupo de ayuda en la iglesia Sagrado Corazón de Jesus, a ella no le gusta ir, siempre asistía por la insistencia de su mamá para que hiciera amigos, pues es una chica muy solitaria.
–¿Un grupo de ayuda?– le pregunté.
–Si–, me respondió y continuó diciendo, –El grupo de apoyo de niños con Cáncer, que se reunían para darse aliento y fortaleza para enfrentar la enfermedad.
Culminada su explicación, quedé impresionado con la facilidad como lo manifestaba, pero al final entendí que debe ser así, que la gente busca una forma de pasar el rato y desahogarse de alguna manera, así como hay personas que se reúnen en torno a alguna adicción para decir cómo salieron de ella o simplemente aquellas que se reúnen por compartir el gusto de jugar algun deporte; entonces las personas con cáncer también tienen derecho a reunirse, pensé.
–A nadie le puede gustar ir para un sitio así, ya entiendo porque la mamá la animaba a ir para tener amigos, imagínate sanar tu dolor con el dolor ajeno, no puedo con eso– le dije.
Luego de mi interrupción continuó, –en la iglesia, se iban presentando, cada uno daba: Nombre, edad y cuál era su diagnóstico; eso lo hacían casi siempre y sobre todo si había un nuevo integrante. Ese día cuando le tocó su turno, «Me llamo Hazel, tengo dieciséis años. Al principio tiroides, pero hace mucho hizo metástasis en los pulmones. Y estoy muy bien» dijo Hazel.
John seguía concentrado en la historia, y no perdía la elocuencia, –Una situación difícil para todos–, continuó–, –al punto, que la chica pensaba que eran parte de las estadísticas y como sabían que un veinte porciento podía vivir cinco años, en sus pensamientos estaba una pequeña competencia que tenían que durar más que los otros asistentes, era como una especie de carrera que querían ganar para tener un tiempo más de vida, –culminó la idea.
–Continuando con el cuento, –Su madre y su padre han sido personas dedicadas a Hazel, el padre es un hombre muy sentimental al referirse a los temas de su hija, siempre se le ve llorando en cada esquina, tratando de disimular; la madre igual pero muestra mayor fortaleza.
Fue ese día, cuando su madre le insistió que fuera al grupo de apoyo donde lo conoció, se llama Augustus (Gus), un chico alto de diesisiete años, con unos ojos bellos, la cautivó al instante. Él la miraba mucho, se sintió atraído de inmediato y sin perder tiempo Augustus (propio de la gente que tiene sus días contados) la invita a su casa para ver una película, ella asiste y al culminar la proyección ella le recomienda un libro "Un Dolor Imperial", escrita por Peter Van Houten.
Aprovechado que estaba tomando un receso para seguir el cuento, le digo, –¡ese es tu apodo! Peter Van Houten.
Suelta una sonrisa algo cínica pero sin molestarse, fue una acción que me hizo pensar en no volver a interrumpir, ni hacer comentarios fuera de lugar.
–Esta historia es producto totalmente de mi imaginación, –me dice.
–La historia gira principalmente alrededor del libro ”Un Dolor Imperial", me indica Green. Es el relato de una niña con cáncer que va contando lo que le pasa y a la mitad del libro se acaba, no hay final, no hay más páginas que leer, ¿será que la chica se murió y no lo termina?, puesto que está narrado en primera persona; situación que dá pie para buscar juntos las respuestas tratando de conseguir al autor. –Yo pienso que ellos se sentían identificados con ese libro y se obsesionaron con encontrar el desenlace de esa historia, buscando al autor, –me indica Jhon.
Contactaron vía correo electrónico a Peter, a través de su asistente, quien vivía en Ámsterdam, cómo no tenían respuestas por esa vía , sobre si había una segunda parte del libro o si le faltaba algo al libro, lo más conveniente sería ir a visitar al autor y preguntarle directamente. Ese viaje sería quizá la más intensa aventura que tendrían esos chicos en sus vidas.
El viaje fue planificado por Gus a través de una sociedad benéfica que concede un deseo a chicos con enfermedades terminales. Luego de un tiempo fueron a conocer al Autor en busca de respuestas sobre el final del libro.
Justo antes del viaje, Hazel le da una recaída y pasa en el hospital varios días en terapia intensiva sin saber nada de Gus.
Con muy buena suerte y como si Dios estuviera pendiente del viaje, se recupera a tiempo para abordar el avión.
Hazel y su mamá van a buscar a Gus, al pasar por su casa para ir al aeropuerto y bajar del carro para tocar la puerta, notan una fuerte discusión de Gus con su madre. Él simplemente toma su maleta y se va en busca de como sería el final del libro.
–¿Por qué discutía con su mamá? –Le pregunté, –no te adelantes, ni te quedes atrás, –me responde, John.
–El cuento lo continuaremos otro día, –me dice.
Yo asombrado por el relato, un tanto sensible con el tema de dos chicos jóvenes con cáncer, pensé por unos segundos y casi le digo que continuara con el tema, sin embargo ví la hora y solo pude comentarle, –claro, porsupuesto, usted me dice cuando y aquí estaré, –fue lo que sé me ocurrió comentarle.
Al día siguiente, me desperté más temprano de lo normal con esa sensación y necesidad de llamar a John para buscarlo y continuar la anécdota, cuento, mito, leyenda o historia.
Esperé un rato, preparé café, comencé a escuchar las noticias y cuando ya entraba el sol por la ventana, suena el teléfono, era John.
–Aló buenos días, ¿Quien habla? –es Jhon. Estás despierto para continuar con la historía, me indica sin hacer pausa y como para no poder negarme.
–Claro Sr. John tengo rato despierto ya tomé mi café, fue lo que le dije.
–Buscame entonces que no hay que perder tiempo. Culminó y trancó sin esperar respuesta.
Al encontrarnos una hora después, comienza el relato justo donde habíamos quedado.
–continuenos entonces la historia. –Los tres abordaron el avión, al ubicarse en sus asientos los chicos comenzaron a imaginar cómo sería todo el viaje, que aspecto tendría Peter y como sería el final de la historia del libro, así pasaron el tiempo hasta llegar a Amsterdam.
Al aterrizar el avión, fueron recibidos por la asistente de Peter, Lidewinij quien los trató muy bien había dejado todo preparado en el hotel donde dejaron sus pertenencias y esperarían su tan ansiado encuentro con el autor del libro más enigmático que había podido leer en sus cortas vidas.
En el hotel, se sentaron a conversar y resultaba que el nivel de ansiedad subía y subía, tuvieron una noche genial con una cena romántica, caminaron por las calles de Amsterdam, y se fundieron en un amor hasta convertirse en uno, una magia que rondaba cerca de ellos en una ciudad diferente les hizo tener una oportunidad única y a partir de ahora él le repetirá que la quiere en cada oportunidad que le da la vida.
Ya el día del encuentro, sus corazones latian muy fuerte y fueron a la reunión con Peter, estaban a punto de saber cómo termina el libro y hoy quedarían conformes al aclarar todas las dudas.
Pero no todo fue como ellos esperaban con respecto al libro y al autor. Al conocerlo se dieron cuenta que era un hombre que se excedía en el licor, era pesado y déspota, no sabían porque una persona podía ser así.
Al no poder encontrar las respuestas que ellos buscaban, se fueron con mucha tristeza y una sensación de vacío y desilusión muy grande. Sin embargo, en ese viaje se unieron mucho más Hazel y Gus.
Al llegar a casa Gus y Hazel se despiden, para continuar la rutina. Gus recae con su problema de cancer agravándose sin nada que hacer.
Él llama a Hazel y la convoca a la iglesia Sagrado Corazón de Jesús a las 8pm, al llegar observa el carro de Augustus parado en la iglesia y al bajarse observa una piedra bloqueando la puerta para que pudiera entrar.
Ella iba a bajar por las escaleras pero al final bajó por el ascensor y llegó a la sala del grupo de apoyo, en esta ocasión vio solo a Gus sentado en su silla de ruedas.
Isaac su mejor amigo está detrás del atril de madera, iba a recitar su discurso, ella no podía creerlo, pero Gus le dijo que se sentara a su lado y que a él le gustaría saber cómo sería su funeral, así que Isaac comienza a dar su discurso y Gus lo iba corrigiendo.
Yo le prestaba mucha atención a la narrativa, sin embargo, me sentía como sentado junto a Jhon en esas escaleras escuchando al mejor amigo de Gus hablando de lo bueno que había sido su amigo en vida, como si estuviera muerto. Y de inmediato comienzan las lágrimas a bajar por mi mejilla.
–Para, para –fue lo único que le pude decir, espera un poco.
–Eres algo sentimental – me dice Jhon
–¡Que! No lo puedo creer Jhon, ¿Van a practicar el discurso de despedida cuando él muera? –Fue mi pregunta en un tono desconcertado.
–Claro, esa es la costumbre, en el funeral de una persona, los más allegados se paran en un podio y dan un discurso sobre sus vivencias con esa persona. –me aclara John y continúa su narración.
«Me llamo Hazel, Augustus Waters fue el fugaz gran amor de mi vida. La nuestra fue una historia de amor epica, y no profundizaré más en el tema para no hundirme en un mar de lágrimas. Gus lo sabía. Gus lo sabe. No voy a contarles nuestra historia de amor porque, como todas las historias de amor reales, morirá con nosotros, cómo debe ser.»...
Ya un nudo en mi garganta hacía el preámbulo a unas lágrimas que se asomaban, John se percata de eso. –quieres que me detenga, –me pregunta.
–Si, –le dije, es súper conmovedora tu historia, me ha causado una sensación indescriptible de curiosidad, risas, dolor, tristeza y ansiedad. Siento esa sensación de profunda reflexión sobre el poder de la muerte. Ese poder que cuando te sabes cerca de ella quieres hacer todo lo que nunca haz hecho, ese poder de darte cuenta como pierdes el tiempo, ese poder de querer correr y realizar esa locura que siempre quise y no la hice, por temor, pena o duda. Espero que esa chispa de poder no se desvanezca con el tiempo y que perdure.
–Gracias, muchas gracias John, muy emotiva la historia. –le susurré.
Muchas gracias por tomarse el tiempo de pasar por mi blog. Si les gustó, aquí les dejo un artículo relacionado:
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