En ese pueblito pasaban cosas inusuales. Hace mucho tiempo había un parque en las afueras que por su extraña ubicación era muy solitario pero al mismo tiempo llamativo. No era muy frecuentado por los habitantes del pueblo, poseía un columpio, así como un arco de flores y plantas de enredaderas que le conferían un ambiente romántico.

Los novios del pueblo se citaban a altas horas de la noche. Allí había un extraño árbol de uvas silvestres cuyo tallo era muy grueso. El parque era mantenido por un viejito que siempre en las mañanas aparecía barriendo rápidamente y luego el resto del día desaparecía.

Cuentan que muchas parejas de novios que acostumbraban a verse a diario en el parque desaparecían misteriosamente. Eso ocurría justo a la media noche, la luna llena es la señal para que los enamorados ensimismados el uno por el otro, comiéndose a besos y a acaricias se olvidaran de su entorno y a media luz no se percataban de unas extrañas raíces que poco a poco envolvían sus cuerpos y eran llevados sigilosamente al tronco y que extrañamente se ensanchaba engullendo en su interior el apasionado sacrificio. Al día siguiente todo parecía tranquilo sin rastro y eso ocurrió recurrentemente.

El extraño árbol producía uva muy jugosa de color rojo y con sabor a sangre. Las familias nunca más supieron de sus hijos. En el árbol aparecieron marcas de figuras de corazones con iniciales. Nunca dejó de florecer y sus raíces se expandieron. A kilómetros de allí surgió una extraña cascada cuyas aguas eran de color vino.