Carta de un veterinario a un asesino
Lo escuchábamos ayer por la mañana en un parque de otra ciudad distinta a la nuestra. Un hombre con un perro avisaba a una mujer que también llevaba a una perrilla desde lejos: “¡no lo sueltes, que aquí cada año muere algún perro porque ponen carne envenenada!”.
No era la primera vez que he oído avisos así ni muchos menos. En demasiadas ocasiones me he encontrado con que me advertían de lo mismo otros propietarios de perros. “Ojito, que por aquí a veces dejan carne con clavos”, “cuidado, que en este parque ponen veneno”.
Lo recordaba de nuevo porque, casualidades de las redes sociales, esa misma tarde me encontraba con el texto que compartía la asociación protectora Salvando Vidas. Es el siguiente:
Hoy he tenido que ver cómo un niño de 10 años lloraba sin cesar y salía de la clínica totalmente destrozado porque su perra había ingerido carne con clavos en el parque, mientras él mismo la paseaba. Hoy la operan de urgencias y no sabemos si sobrevivirá, lamentablemente los clavos han perforado el intestino. A todos aquellos que odian tanto a los perros cómo para hacer algo así, y están acostumbrados a estos actos infames. No matas a un perro, matas a ese niño que lo quiere como a un hermano, matas a toda la familia que tiene detrás, a sus conocidos que ven cómo sufren, y a los veterinarios que no han podido hacer nada para salvarlo.
No conoces a ese perro al que has matado, quizá era el más bueno del mundo, igual nunca hizo daño a nadie o ayudaba a sus amos a seguir viviendo; no conoces a ese niño ni la vida de mierda que ha tenido, ni las dificultades por las que esta pasando esa madre soltera que lo está criando sola. Ese perro era su único apoyo. No los conoces de nada y les has destrozado la vida a todos. Tú que tanto odias a los animales, y te crees mejor que ellos, una vez más demuestras lo miserable que puede ser un ser humano, hasta donde alcanza el odio y la locura.
Tú, que envenenas a los perros. No eres una persona, eres un monstruo, y ni siquiera puedo desearte un castigo y que pagues por lo que has hecho, porque tú ya estás “muerto en vida”.
Poco más se puede añadir a lo que apuntó este veterinario anónimo. Es un acto de maldad sin justificación y con unas consecuencias cuyo alcance es imposible valorar. Nadie decente, con un min8mo de bondad en el cuerpo, haría algo así.
Pero no solo eso. Es un delito que deberíamos denunciar siempre y tendrían que perseguirse muy en serio. No podemos permitir que comportamientos así se sigan produciendo y queden impunes.
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