El tiempo pasa muy rápido.
Parece mentira que ya han pasado 8 meses desde que nació, siento que fue ayer cuando por primera vez la tuve en mis brazos y ahora me parece tan tierno verla despertar sentadita pidiéndome a gritos una pequeña dosis de mí, para sentirse segura, acompañada y a gusto porque está a mi lado.
A más de un verdadero amigo he dejado impresionado, pues siempre he sido una persona de mal carácter, selectiva, pocos amigos, algo desprendida y verme ahora en este rol de madre, donde he entregado mi vida entera a cuidar de ella, verme cantar el sin fin de canciones infantiles -¡no me sabía ni una jaja!- les parece algo impresionante y maravilloso.
Antes solía sentirme sola, ahora mi vida es un saco de risas, de sorpresas, descubrimientos, planificación y nuevas ideas solo por bienestar de ella; pero es que cada cosa por más insignificante que sea, parece un logro demasiado grande, no se imaginan lo emocionante que fue verle salir su primer diente y no saben lo difícil que es irme al trabajo y dejarla en su cochecito viendo sus videos musicales favoritos.
Si resulta tan difícil dejarla ahora -que gracias a Dios la cuida mi mamá y confío plenamente en sus cuidados- no me quiero imaginar cómo será su primer día de colegio, creo que la que se pondrá a llorar en la puerta del salón seré yo y ella estará feliz de ver a tanto niño y juguete juntos…