Carlos, Juan y Ramón eran un trío de amigos inseparables; los tres cursaban el tercer grado y siempre jugaban juntos en la escuela. Todas las tardes era seguro que los tres fueran a casa de Ramón para hacer la tan odiada tarea y por supuesto para jugar sus tan amados vídeo-juegos. Los viernes casi siempre solían quedarse a dormir en la casa de alguno de ellos, era normal que los tres rotarán su casa al pasar cada semana.

Un día de escuela algo nuevo sucedió y es que el maestro interrumpió la clase para dar la bienvenida a un nuevo niño, esto llamó la atención de todos porque no era común que el maestro interrumpiera la clase para presentar a un nuevo alumno y tampoco era común que un nuevo alumno ingresará a la escuela en la mitad del curso; de cualquier forma, presentó al chico cuyo nombre era Matías, todos lo observaron con desdén, pues no tenía nada de especial y parecía un chico normal como cualquier otro. Matías se sentó al lado de Juan y el Profesor continuó la clase; al final volvió a recordarle a todos que debían ser respetuosos con Matías, esto último llamó la atención del trío dinámico, ya que les parecía raro tanto interés en el nuevo chico, por lo que esto despertó en ellos la curiosidad y las ganas de conocer más a Matías.

Así pasaron varias semanas, los muchachos y Matías tenían tanto en común como el agua y el hielo; Matías se acopló muy bien al trío, tanto que hasta Ramón tuvo la idea de incluirlo formalmente al grupo e invitarlo a las pijamadas, propuesta que Carlos y Juan aprobaron inmediatamente. Esto último puso algo nervioso a Matías, en especial cuando le dijeron que la próxima pijamada debía ser en su casa, ya que él era el más nuevo de todos.

Llegó el viernes y Matías no le quedó más remedio que invitar a los chicos a su casa; llegaron y conocieron a los padres de Matías, eran personas agradables, querían mucho a Matías e incluso se mostraron muy amables con los muchachos y los dejaron ver películas y jugar vídeo-juegos hasta bien entrada la media-noche. Todos se divirtieron en grande y Matías terminó sintiéndose sumamente cómodo luego de comenzar la velada. Se divirtió en grande con sus amigos y ellos la pasaron genial. Aquel día fue estupendo, los muchachos le decían a Matías que su casa era increíble, los vídeo-juegos asombros, la comida buenísima y que sus padres eran geniales.

Después de aquella velada, al pequeño Juan mientras cenaba con sus padres se le ocurrió hacerles una pregunta inocente, propia de un niño, pero que tendría una respuesta letal, propia de un adulto…

-Mamá, ¿Por qué Matías tiene dos papás?... La cara de la madre cambió por completo y su semblante se tornó severo y con un aire de impresión, como si aquella pregunta hubiese turbado toda su realidad.

-Estás muy joven para entenderlo, pero lamento decirte que no puedes ir más a la casa de Matías y de igual forma, te pido por favor que evites tratarlo en la escuela…

Esto sin duda alguna confundió y enfureció muchísimo a Juan que no podía comprender que había hecho mal o que tenía mal Matías y enojado subió a su habitación y le contó lo sucedido a Carlos y Ramón; ellos le dijeron que le habían hecho la misma pregunta a sus padres, y los padres de Ramón le habían dicho que: «las familias y el amor podían venir en formas distintas, pero que eso no era importante, que lo importante era tener familia y tener amor». En cambio el padre de Carlos fue algo más severo y le dijo exactamente lo mismo que había dicho la madre de Juan, a éste.

Así pasaron semanas, y aquel grupo tan inseparable se había vuelto distante y se les notaba un aire de melancolía y confusión a todos los muchachos. Los padres de Juan y Carlos habían llamado a la escuela y habían hecho público su descontento respecto a que alguien como Matías estuviese estudiando y compartiendo con sus hijos. La escuela afortunadamente, mantuvo una postura favorable a Matías, pero los niños en cambio, mostraban a su máxima plenitud su rechazo al niño. Lo que más enfurecía a Carlos, Juan y Ramón era que nadie en la escuela, en sus hogares o en el pueblo les podía o les quería explicar que era lo que estaba mal con Matías, pues ellos no podían ver nada malo en Matías, ni en el hecho de que tuviese dos papás.

Los niños, como niños al fin, decidieron sorprender a Matías y seguir siendo sus más leales amigos, incluso a sabiendas de que eso les causaría problemas con los demás compañeros de la escuela y con sus Padres. Todo parecía ir bien para Matías, hasta que un tiempo después sucedió algo inimaginable y sumamente abominable…

Nunca se había visto tanto a un niño llorar, cuando ese día en la escuela le informaron a Matías que debía irse inmediatamente porque algo terrible acaba de ocurrirle a sus padres y se encontraban en el hospital. Carlos, Juan y Ramón llegaron momentos después al Hospital, solo para ver a Matías sentado al pie de una puerta por la que salían dos bolsas negras muy grandes. En ese momento la inocencia de aquellos cuatro niños se desvanecía para nunca más volver… Esa misma noche Ramón y Juan se enterarían de que el padre de Carlos y tres hombres más habían sido arrestados porque eran sospechosos de algo que no entendían muy bien, pero que habían escuchado se llamaba homicidio. El padre de Carlos fue liberado meses después libre de cualquier cargo.

Así pasaron los días y los niños completamente deprimidos no volvieron a saber nada sobre Matías, su casa estaba desierta y no había rastro de aquel pequeño huérfano, su más leal amigo y que alguna vez tuvo, dos papás...

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