La Chica Perfecta

Mia era una hermosa mujer de cabello rubio, ojos color avellana y un rostro de facciones perfectas. Sus labios eran tan perfectos como los de Angelina Jolie. Todos la amaban, todos la adoraban. Todas la envidiaban.

Su sonrisa cautivaba a todos los hombres, Mia tenía muchos pretendientes. Su esencia tan angelical y tan pura llamaba la atención del sexo masculino, lo cual generaba cierta tensión, cierta envidia de parte del sexo femenino. Ella atrapaba a todos los hombres.

¿Y como no?, Si Mia era la chica más hermosa de la secundaria.

En la secundaria ella era la chica popular, la líder de las porristas. Cada vez que ella pasaba por los pasillos con sus otras amigas las personas la miraban, la saludaban y le hablaban. Y ella, sonreía. Aunque por dentro odiaba todo eso, lo detestaba, detestaba ser el centro de atención. Detestaba a las patéticas lame culos de sus amigas. Ella sabía que solo se juntaban con ella solo por su popularidad.

Hasta odiaba a su estúpido novio James. El capitán de Fútbol de su escuela. Con el cual decidió perder su virginidad. Jamás se había sentido tan asqueada y arrepentida luego de esa terrible experiencia, tomando en cuenta que el patético de James no duró ni 5 minutos.

Mia estaba sola y no le importaba, ella sabía que la única forma de sobrevivir a la secundaria era siendo popular, siendo una perra. Estaba agradecida con haber tenido buenos genes por su belleza natural, no era engreída pero ella sabía que era bella, bella pero no perfecta. A pesar de que todo el mundo la consideraba así, incluso sus padres.

Todos pensaban que Mia era la chica perfecta.

La chica de las buenas calificaciones.

La gran líder de las porristas.

La que hace sus deberes.

La de la vida perfecta.

Mia era inteligente y bastante madura a la edad de 17 años.

Por eso al momento en que su vida tomó el rumbo universitario, ella decidió alejarse de todo y de todos sin decir nada. Fue a su graduación y al poco tiempo de haber recibido su diploma ella se fue a su casa, tomó sus maletas y se fue a Nueva York.

Sus padres sabían de su decisión, ella les dijo que quería prepararse para esta nueva etapa en su vida, que quería salir y conocer Nueva York para que cuando empezara la universidad ella pudiese estar lista. Ellos no tuvieron ningún problema.

Lo que más quería era alejarse del pueblo, de esa escuela y de todas esas estúpidas personas que la rodeaban y sobretodo alejarse de su familia por un tiempo. Estaba harta de tener que fingir ser perfecta.

Cuándo llegó a Nueva York tomó una bocanada de libertad. Estaba lejos de donde había nacido. Podía ser ella sin ningún temor a ser juzgada. Podía salir a divertirse y hacer lo que quisiera.

Los primeros días de independencia fueron difíciles pero después, todo fue mejorando. Ya podía controlar las situaciones que ocurrían, se sentía satisfecha, se sentía eficiente, había encontrado un trabajo en una librería, lo cual adoraba. Mia adoraba los libros y escribir.

En la universidad Mia era una chica de honores, la más destacada de sus clases, ella siempre leía y siempre estaba preparada para las clases.

Los hombres estaban fascinados por ella, incluso algunas mujeres. Aunque siempre estaban algunas que la envidiaban.

La universidad era más libre, no hay nada de tapujos, todos eran directos. Los hombres eran directos con ella y ella sabía lo que querían. Sexo.

Con algunos probó nuevas cosas en su vida sexual y con otros salía en busca de eso que llaman amor. Luego de varios fracasos con las citas decidió dejar el amor de un lado y seguir concentrada en su carrera, ella quería convertirse en una escritora exitosa.

A diferencia de la secundaria, Mia tenía amistades, muy buenas amistades con las que salía y compartía. Iban al cine, a los clubes nocturnos y a comer en buenos restaurantes. Tenía la vida social que siempre quiso tener. Ella era ella.

Al cabo de un tiempo Mia conocío a un hombre. Fue algo inesperado, ella estaba decidida a dejar de lado el amor pero algo le decía que le diera una última oportunidad. Y no se arrepintió.

Ella supo al poco tiempo que Dean era el amor de su vida. Estaba emocionada de haberlo conocido, era un tonto, un tonto bastante adorable. Sabía como hacerla reír, sabía cómo hacerla feliz. Se sentía a gusto con él. Ella estaba enamorada de él y el de ella.

Un par de años luego de graduarse ellos decidieron comprometerse. Mia estaba feliz como nunca. Su vida iba por un buen camino.

Tendría pronto la publicación de su primer libro.

Cuándo recibió su primer pago luego de haber vendido algunos de miles de ejemplares, decidió aprovecharlo para tener la boda que siempre quiso tener.

Una boda de ensueño, con un hermoso vestido blanco de larga cola y una estupenda recepción.

El día de la boda llegó y Mia se sentía como un reina, decir princesa le parecía algo tonto y básico. No era una princesa, era una reina, se sentía como una.

Nada salió mal ese día, todo salió perfecto, todo salió como lo había esperado. Su vestido fue la sensación, tanto así que una famosa revista de moda le pidió una sesión de fotos con ese vestido y otros más.

Días después de la la boda, las fotos de Mia se encontraban en todas las calles, las personas le pedían autógrafos. Ella jámas penso que eso podría sucederle. Se sentía llena y tan feliz.

Su matrimonio con Dean iba de maravilla. Se mudaron a una hermosa casa en Michigan, un poco lejos de Nueva York pero no importaba, ella se encontraba cerca de la editorial y estaba en planes de sacar un segundo libro, mientras que Dean trabajaba en su empresa de bienes raíces.

Todo iba perfecto perfeto en la vida de Mia hasta que todo se desmoronó.

La empresa de Dean se fue a bancarrota por mala administración de ingresos y todos quedaron sin trabajo, incluso él.

El segundo libro de Mia fue un gran fracaso y fue criticado duramente. Salió en varios titulares como “El fracaso de una escritora prometedora”.

La casa que tenían la tuvieron que vender, necesitaban ahorrar en gastos, cada vez era más difícil costearla.

Se mudaron no muy lejos de dónde estaban en una casa un poco pequeña pero cómoda, era lo necesario.

Con el dinero que tenían ahorrado y para poder subsistir, Dean abrió un pequeño café, al cual le iba bien. Era un local muy concurrido.

Todo mejoró un poco para Dean pero Mia se sentía un completo fracaso. Cualquier cosa que escribía sentía que no era lo suficiente, autocriticaba lo que escribía. Después de todo lo que pasó su editorial no la volvió a contactar más. Quedó sola por completo.

Mia se sentía vacía. Su vida dio un giro inesperado, todo estaba de cabeza para ella, pretendía estar bien ante su esposo aunque no fuese así.

A veces las cosas estaban tensas en casa, Mia y Dean solían discutir bastante. Sobretodo porque Dean llegaba tarde a casa por las noches. Y él siempre decía que estaba hasta tarde en el café, sacando cuentas y hablando con los distribuidores.

Pero ella no se lo creía, sabía que no era eso.

Una noche, Mia decidió ir al café. Pero cuando llegó se encontraba cerrado. Su corazón empezó a latir, estaba nerviosa y ansiosa. Caminó por varias calles y al no haber rastro de su esposo decidió regresar.

En el camino a casa, Mia pasó por un bar y quedó petrificada con lo que pudo ver.

Era Dean y estaba acompañado de una mujer, una mujer mucho más joven que ella. Ella se ocultó para no ser vista y observó cómo su esposo besaba con pasión y erotismo a la chica de senos grandes en la calle. Sintió su corazón romperse y su dignidad desmoronarse. Salió corriendo de regreso a casa cubierta en lágrimas.

Su esposo la engañaba. Su matrimonio era un desastre y ella se sentía culpable por eso. Sentía que había descuidado su matrimonio después de todo lo que pasó.

Unas semanas después a Mia le llegó una idea para salvar su matrimonio. Era más que una idea, era una necesidad.

Le dijo a Dean que quería tener hijos, que ya era el momento de avanzar. Dean estuvo de acuerdo así que empezaron a intentarlo.

Lo intentaron por un año y nada resultó. Mia se sentía una mujer fracasada y más aún sin apoyo. Dean, frustrado al no poder darle un nieto a su madre, la cual falleció hace un par de meses, se sumió en el alcohol.

Cada noche Mia lloraba en su casa, sabía siempre a qué hora regresaría su esposo así que aprovechaba todo el tiempo que tenía para poder llorar a solas.

Ella estaba destruida. Su corazón estaba en pedazos, no podía tener hijos, no podía mantener su matrimonio con vida, no se sentía una buena esposa, sentía que todo era su culpa.

Se le pasaron infinidades de situaciones por la mente en la cual ella podía suicidarse. Se golpeaba la cabeza con las paredes cada vez que tenía esa clase de pensamientos. Se estaba volviendo loca.

Todo iba empeorando en el matrimonio, las discusiones cada vez eran más constantes.

Una vez Dean golpeó a Mia, la empujo fuertemente provocando que ella cayera al piso y golpeara fuertemente su cabeza contra el.

Ella quedó perturbada ante lo sucedido. Dean la miró asustado y enseguida se fue de la casa sin decir nada.

Esa noche Mia lo siguió para ver a dónde iba, sabía que se encontraría con esa perra.

No pareció sorprendida cuando vio que Dean se dirigía a un Hotel. Observó cómo su esposo entraba al Hotel con la perra entre besos.

El corazón de Mia se encontraba por el suelo.

Lo iba a hacer.

Llegó a su casa y destapó una botella de vino, se bebió por completo la botella en menos de 20 minutos, estaba ebria, estaba llorando, estaba desolada, estaba rota. Estaba lista.

Agarró un frasco de pastillas, lo destapó y de 5 en 5 se tragó las 20 pastillas que habían en el pequeño frasco, bebió un vaso de agua y esperó en el sofá principal de su casa a morir.

Al cabo de un rato Mia se encontraba mal, su estómago daba muchas vueltas al igual que su cabeza. Tuvo una arcada y al instante corrió hacia el baño para desechar todo el daño que tenía en su estómago.

Se maldijo al botar las pastillas que se había tragado.

Estaba furiosa. Así que decidió irse a dormir.

A la mañana siguiente despertó con una resaca y para su sorpresa, Dean no estaba a su lado. Se imaginó que pasó la noche con aquella zorra.

Al llegar el mediodía Dean regresó a casa, dándole un beso casto a Mia, ella no dijo nada.

Se sentía asqueada, quería salir al baño a lavarse la boca.

Pasaron los días y las noches, Dean cada vez pasaba menos tiempo en casa.

Mia se encontraba cada vez más al borde de la locura.

Se arañaba las piernas y seguía golpeando su cabeza contra las paredes.

Había marcas moradas en sus brazos y piernas, las cuales ocultaba con maquillaje cuándo Dean estaba en casa.

Estaba enloqueciendo, estaba perdiendo el control.

Una noche Mia escuchó una conversación que tuvo Dean en el tlf, sabía que estaba hablando con esa zorra.

Un par de horas después Dean se fue sin decirle nada a Mia. Sabía que se iba a follarse a la zorra de senos grandes.

Varios días después de tanto pensar y pensar, una Mia distinta por completo decidió darle una sorpresa a su querido esposo Dean. Se tiñó el cabello, pasó de rubio a castaño. Compró lencería sexy, cosa que no hacía desde hace un par de años. Se compró un hermoso vestido y unos tacones de punta.

Llegó a su casa a darse una ducha, se arregló y se puso el vestido por encima de la lencería, se puso los tacones y arregló su cabello y se maquilló. Bajó para preparar la cena y acomodó la mesa, dándole un toque encantador y romántico con velas.

Dean llegó a casa y quedó perplejo ante el cambio radical de su esposa. No dijo nada, solo se acercó hasta a ella y la besó suavemente.

Esa noche ambos cenaron, rieron y bailaron en la sala de estar. Se sentían como antes. Ambos se encontraban felices. Dean le dijo a Mia que le encantaba su nuevo color de cabello.

Mia le dijo a Dean que tenía otra cosa nueva que mostrarle.

Subieron hasta su habitación y Mia se dispuso a darle un baile erótico a su esposo mientras se quitaba el vestido lentamentea, mientras éste, sentado en la cama observaba encantado a su esposa quitarse el vestido, dejando en vista una sensual lencería de color blanco.

Dean estaba excitado, duro como piedra.

Se empezaron a besar y acariciar. A los minutos ambos estaban sin ropa y Mia se encontraba debajo de él gimiendo al sentir a Dean en todo su interior.

Cuando Mia sintió que su esposo estaba a punto de llegar al máximo placer, aprovechó que su esposo estaba con los ojos cerrados, sacó un cuchillo que había debajo de la almohada y le cortó por la yugular, bañando su cuerpo de sangre.

Dean tomó su garganta con ambas manos con los ojos completamente abiertos y luego se desplomó a un lado de la cama.

Mia quedó perpleja ante lo que había hecho, su pecho se agitaba con furia y sus ojos estaban completamente abiertos.

Cerró los ojos tomando una bocanada de aire y al abrir los ojos, sonrió, una perfecta sonrisa. Mia se encontraba satisfecha ante lo que había hecho.

Luego sacó un cigarrillo y lo encendió, llenó una copa de vino y la bebió tranquilamente con una sonrisa en su cara mientras su esposo se encontraba muerto a su lado.

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Mia apareció en las noticias como la esposa indefensa maltratada por el esposo.

Días antes de asesinarlo, Mia se creó heridas y magulladuras en todo el cuerpo.

Había gritado en su casa varias noches en la que su esposo no estaba, fingiendo que estaba peleando con él implorándole que no la golpeara para que así los vecinos fueran testigos de lo sucedido.

Luego de asesinarlo, Mia se golpeó la cara contra la pared creándose un enorme ojo morado. Se hizo varios cortes en los brazos con un cuchillo y rápidamente se deshizo de la evidencia de lo que se había hecho hacía ella misma.

Y después llamó a la policía.

La actuación de Mia al llegar la policia fue digna de muchos premios Oscar's. Ella lloraba desconsoladamente, con el pecho agitado pidiendo perdón.

La policia declaró el caso como un crimen en defensa propia ante maltratos abusivos. Mia cumplió una condena de varias semanas haciendo servicio comunitario y luego quedó libre.

Mia se había vuelto loca, planeó toda la muerte de su esposo y todo lo que haría después. Se fue de su casa y se mudó muy lejos de Michigan y nuevamente volvió a ser la chica perfecta. La que enamoraba a todos con su sonrisa y su pureza.

Empezó una nueva vida ocultando su lado oscuro.

Nadie sabrá que ella estaba desquiciada, loca.

Nadie sabrá que ella es sin duda una chica asesina.