El día de hoy voy a compartir con ustedes una reflexión sobre la vida y el amor, y como nosotros solemos complicar hasta la relación romántica más perfecta por nuestras dudas e inseguridades.

Piensa en todas las relaciones que has tenido a lo largo de tu vida y en cómo cada una ha concluido, en algunas seguramente fuiste muy feliz, en otras quizás no tanto, en alguna estuviste años viviendo en un tedio perenne del que no intentaste huir por costumbre y otra duró apenas unos pocos meses siendo bombardeado por emociones fuertes, pero indiferentemente de su extensión tuviste momentos de alegría y de tristeza, aunque sin duda en proporciones distintas.

Ahora bien, viviste cosas hermosas y algunas otras decepcionantes y a pesar de lo mucho que nos encanta atesorar los buenos momentos; no son lo más importante.

Iniciar una nueva relación está lleno de una euforia y emoción que terminan por desaparecer si no trabajas en pro de que esas sensaciones prosperen y es entonces cuando dejas de apreciar las cualidades que antes te parecían preciosas y empiezas a observar con dureza las imperfecciones que juraste nunca encontrar.

Lo más importante, al terminar e iniciar una nueva relación además de que con quien estés sea una persona con la que puedes crecer y aprender algo de la persona con la que compartiste tu tiempo es que no arrastres problemas de tu relación pasada a la que apenas está comenzando.

Alguien te dio tolerancia o paciencia, alguien te enseño a mantener la calma en situaciones de estrés o quizás te mostró belleza en situaciones que antes de ese punto no habías sido capaz de apreciar. Todas cosas buenas que te enseñaron, las puedes llevar contigo en el transcurso de tu vida, pero no los miedos. El hecho es que pueden existir muchas personas con quienes compartas el camino, pero solo habrá uno al que elijas como compañero de vida, en donde establezcas un punto final al recorrido y asientes finalmente tu hogar sobre tierra firme.

Esa persona tiene todo lo que buscabas y reconoces que no existe posibilidad de ser más feliz que esto, es entonces cuando después de todo lo aprendido debes recordar no traer a tu relación miedos e inseguridades de relaciones previas, cada etapa al concluir debe ser cerrada y los miedos se deben superar, para no arrastrar a tu siguiente historia problemas de la anterior, porque si lo haces, vas a causar un daño garrafal y posiblemente irreparable en el nuevo romance.

Y como reflexión final les digo, amen con fuerza y entreguen siempre lo mejor de sí mismos, abandonen los recelos y permítanse amar con todo lo que tienen. Se los digo por experiencia, ya que solo ahora, después de tanto andar, aprendí a apreciar la fijación con los extremos, con el blanco o el negro, el amor o el odio. Para mí, esa obsesión de vivir sin tomar en cuenta la perturbadoramente extensa escala de grises que se encuentra en medio resultaba alarmante; desde mi perspectiva ser centrado en cada aspecto de la vida era lo más lógico.

Pero ahora entiendo, que amar con recelo e inseguridad es vivir en un gris permanente, es no entregarte por completo porque el miedo, una de las emociones más básicas te dice que si te enamoras, muestras o dices demasiado le estas dando al otro las herramientas perfectas para romperte en mil pedazos si se le antoja.

Un color gris no sirve en el amor, porque querer a tintas medias es pretender que alguien te entregue todo de sí y tu solo des un poco por miedo a salir lastimado, es como ofrecer al compañero un café frío e insípido y esperar que te digan que es el mejor café que has preparado en tu vida.

Así que, olviden el temor, la inseguridad y todas las emociones negativas que te puedan sabotear; si amas a alguien y percibes de esa persona amor incondicional, se igual para él. Da lo mejor de ti siempre y aprovecha para amar con ímpetu, determinación, fuerza y vehemencia.


En vez de ser el gris, que siempre está indeciso con respecto a cuanto entregar, sé el color rojo de la vida de tu compañero, el fuego, la pasión, la fortaleza y sobretodo permítete ser el amor.

Fuentes
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