Cuando oímos nuestra voz en una grabación nos horroriza, siempre nos desagrada y tenemos la sensación que no somos nosotros mismos, aunque la hayamos escuchado así un montón de veces. Y es que a través de las grabaciones (del contestador del teléfono, por ejemplo) la oímos muy distinta a lo que estamos acostumbrados, al directo. ¿A quién no le ha ocurrido?

Esto es debido a que nosotros mismos no oímos nuestra voz de la misma forma que la oyen los demás.

Imagen Pixbay

Lo que oyen los demás

Como ya sabréis, la voz, como el resto de sonidos, se transmite por el aire, de forma que se percibe con las orejas y por el canal auditivo. Así llega hasta la cóclea, la parte del oído donde se procesa el sonido. Podemos decir que el camino de transmisión es externo: aunque hay muy poco recorrido, las ondas sonoras van desde nuestra boca hasta el oído de los demás o hasta el nuestro. Hasta aquí no es difícil adivinar el proceso.

Lo que oye uno mismo

A todo el mundo le llegan nuestras ondas sonoras por el camino externo, y a nosotros también. Pero nosotros, además, oímos la voz por otro camino a la misma vez: por el camino interno.

Cuando hablamos, las ondas sonoras se expanden hacia afuera de la boca pero además también van hacia adentro de nuestro cuerpo. En este caso el canal transmisor no es el aire, sino nuestra estructura ósea. Desde las cuerdas vocales, el sonido entra y pasa por los tejidos de la cabeza hasta llegar a la cóclea.

Un truco para asimilarlo mejor: probad de taparos los oídos y hablar. Veréis cómo podéis oír vuestra voz por el interior de la cabeza.

Así pues, a la cóclea (también conocida como el caracol) le llega el sonido de nuestra propia voz por dos vías: por el exterior (a través de las orejas) y por el interior (a través de la estructura ósea de la cabeza).

¿Por qué no es lo mismo?

La voz que emitimos se genera mediante la vibración de las cuerdas vocales. Esta vibración, al entrar hacia adentro, hace que vibren también los huesos de la mandíbula y del cráneo cuando pasan las ondas sonoras. Y de este modo se refuerzan las vibraciones de baja frecuencia, que son las de los tonos graves.

Por esta razón, por las vibraciones del interior de la cabeza, nosotros percibimos nuestra propia voz con un tono más grave y potente de lo que es en realidad. Fijaos que cuando escucháis vuestra voz a través de un audio siempre la notáis más aguda. Porque al oír una grabación, sea de quien sea la voz, la oís sólo por el canal auditivo, por el exterior, y ya no interfieren los efectos de la vibración.

¡Qué horror!

Ya sabemos por qué oímos nuestra voz de manera distinta. ¿Pero por qué a través de una grabación nos parece tan horrorosa? Hemos de tener en cuenta que durante toda la vida la hemos oído de la misma manera, a través de la vía interna y externa combinadas, y nos identificamos con ella. La voz es un elemento que forma parte de la percepción que tenemos de nosotros mismos, y generalmente nos desconcierta que esta percepción se distorsione. Ya no se trata del tono de voz en sí, sino que la cuestión se extiende a la manera de vernos a nosotros mismos.