Incorpórea Felación #Cuento #Story

in #spanish7 years ago

Hola mis Criaturas Literarias, yo soy Augusto Andra. Esta vez traigo un extraño cuento que se me ocurrió pensando tonterías mientras caminaba en la calle. Una historia de "terror" con toques de humor y mucho erotismo.

Humor y Terror Erótico.

Sonó la campana del receso, cada estudiante salía de las aulas para formar la cola y comprar sus desayunos en la cantina; otros simplemente destapaban los envases con la comida que les habían preparado sus padres.
En la Unidad Educativa Colegio Nuestra Señora de los Dolores, se acostumbraba a fomentar la creatividad de sus estudiantes. El característico receso matutino venía acompañado de otro descanso, unas horas después, claro está.
El segundo receso consistía en charlas motivaciona-les, precursoras del emprendimiento, la creatividad artística y temas de conversación variados para que cada alumno estuviese proactivo a cualquiera de las carreras universitarias que quisiesen cursar.
Pero el día de hoy era una común mañana sin temas específicos; un grupo de chicos se aglomeró en el rincón del salón a hablar de temas sexuales, las típicas conversaciones de la pubertad: ¿Qué película pornográfica vieron?, ¿Quién perdió la virginidad?, ¿Qué chica estaba más buena?, entre otras preguntas.
―¿Han escuchado hablar del ritual de la fantasma que te la chupa? ―preguntó uno de los chicos con una sonrisa pícara y bromista.
―Claro, a mí me visitó anoche ―contestó uno y los demás rieron a carcajadas.
―Mi tía trabaja en otro colegio y la escuché hablando con mi mamá del tema. Dos chamos murieron por estar invo-cando a la mamadora. ―La última palabra le quitó toda la seriedad.
―La mamadora… ―dijo otro de los chicos burlándose y se fomentó otra carcajada.
―Los que se han muerto últimamente es por estar jugando ese juego de Internet donde te dicen que hagas cosas raras… ¿Cómo se llamaba…? ―Este chico trató de recordar el nombre.
―La Ballena Azul ―le recordó otro de ellos, un gordito simpático y gracioso.
―Eso no es de la Ballena Azul, el ritual de la mamado… de la fantasma ―se corrigió para parecer más serio―. Ese ritual es real, un pana de mi edificio lo hizo y al siguiente día amaneció muerto ―exclamó Ronald, dejando todo en silen-cio.
Ronald no es de las personas que suele mentir.
―Eso es mentira, bro. ―Otro de ellos cortó el silencio, se le notó la voz un poco asustada.
―Te lo digo en serio, yo vi el cuerpo del pana cuando lo sacaron de su casa; lo cubrieron con una sábana, pero toda la entrepierna la tenía cubierta de sangre, demasiada sangre… ―señalaba sus partes―. Creo que esa fantasma si te la chupa, pero seguro que te la arranca de raíz cuando termina lo suyo, ¿Entienden? ―argumentaba con una pequeña gota de sudor que le recorrió la sien.
―Es una súcubo. ―Se escuchó una voz rasposa ajena al grupo de muchachos.
Todos voltearon para ver de quién se trataba. Fausto Villamizar, conocido como el niño muerto, nadie socializaba con él. Fausto había tenido un intento de suicidio, aparentemente exitoso, pero cuando lo llevaron a la morgue, por alguna extraña razón desconocida, se levantó de entre los muertos y su corazón volvió a latir. La noticia había salido por todos los periódicos y medios de comunicación; desde entonces casi nadie le dirigía la palabra. Lo más perturbador es que su color de piel nunca volvió a la normalidad, parecía grisácea y sus ojos permanecían rojos, como si estuviese muy cansado o bajo los efectos de alguna droga o alcohol.
―¿Cómo dices? ―le preguntó el gordito simpático.
―Una súcubo… ¿No saben que es? ―preguntó Fausto, todos enmudecieron, no había escuchado hablar a este chico en mucho tiempo.
―¿Qué coño es un súcubo? ―cuestionó otro de ellos.
―Es un demonio femenino, puedes invocarlo y te dará el mejor sexo de tu vida, el mejor que hayas experimentado jamás… Pero cuando acabe, se drenará toda tu energía vital y morirás instantáneamente ―relató sin mucho afán, todavía tenía cara de muerto.
―Vale la pena ―balbuceó otro muchacho y todos rieron nerviosos.
―Entonces invoca a la mamadora y vemos si vienes mañana sin cojones ―lo retó uno de ellos, formando otra carcajada menos nerviosa.
―Yo te puedo decir como invocarla, mi pana me contó cómo es el ritual ―agregó Ronald y todos se acercaron más para escuchar.
―Dime cómo hacerlo, quiero ver a esa fantasma ―decretó el misterioso Fausto. Los demás chamos sucumbieron en silencio, aunque por dentro se resguardaban una risa bufona.
Fausto arrastró uno de los pupitres causando ruido con el hierro y el suelo, acomodó el asiento cerca de Ronald.
―Bien, lo primero que tienes que tener es una tina, una bañera, ¿Entiendes?, ¿Tienes una? ―preguntaba Ronald tratando de desainar a Fausto.
El misterioso chico simplemente asentía, los demás presentes sudaban frío.
―Bueno… Luego, necesitas una vela blanca, de esas largas, también un preservativo, una caja de fósforos y algo como una especie de tabla o plato que flote; ahí vas a colocar la vela para que no se apague con el agua de la bañera. ―De repente Ronald pausó la explicación. Los ojos de Fausto se tornaron de un rojo vivo y punzante.
―Continua ―exclamó Fausto.
―Todo el mundo sabe que los rituales se hacen a las 3:00 a.m. ―impugnó otro chico, tratando de que Ronald continuara.
―Lo sé, la hora del demonio… Continua ―suspiró Fausto impaciente.
―Ok… ―Ronald tragó saliva―. Debes desnudarte, llenar la bañera hasta la mitad, con agua muy caliente. ―El sudor en la frente de Ronald aumentaba―. Con una aguja debes de abrirle un pequeño agujero al condón, de manera que la mecha de la vela pueda pasar a través del hueco ―continuaba sin pausar.
―No me jodas, ¿Tienes que cubrir la vela con el condón? ―interrumpió uno de los chicos.
―Es una representación fálica ―explicó Fausto.
―Si, eso mismo… ―aseguró Ronald, como si en verdad él hubiese interpretado ese significado―. Luego entras en la bañera, colocas la vela encima de la tablita o el plato, debe de estar entre tus piernas ―dijo señalando su miembro―. Por último, enciendes la vela con los fósforos, tiene que ser un fósforo, no sirve si lo haces con un encendedor ―puntualizaba esa parte.
―¿Cómo demonios sabes eso, sí todos los demás han muerto? ―interrumpió nuevamente el otro chico.
―¿Puedes callarte? ―objetó Fausto.
―Creo que está demás decir que antes que todo, tienes que apagar todas las luces y estar completamente solo en el baño… y claro, con una erección ―agregó esos detalles antes de continuar.
―Eso es algo obvio… ―se quejó el chico misterioso.
―Ok… Una vez dentro de la bañera, enciendes la mecha de la vela y pronuncias tres veces el nombre de la chica… Su nombre es Anafer ―concluyó la explicación.
―¿Es en serio?― volvió a interrumpir el otro chamo―. ¿Decir su nombre tres veces? Es igual a los otros rituales como el de Bloody Mary, eso es mentira ―impugnaba decepcionado.
―Cuidado también aparece Beetlejuice ―dijo el gordito chistoso, formando otra carcajada que aniquiló el nerviosismo del grupo.
Fausto se levantó del pupitre sin dejar de ver a Ronald a los ojos. Por un pequeño instante Ronald creyó que Fausto estaba muerto, su mirada era vacía y sin alma.
―Gracias, Ronald ―dijo Fausto, oculto entre las risas de los demás―. Esta noche recibiré una incorpórea felación ―hablo entre susurros.
―Vas a morir, amigo ―lamentó sosteniéndole la muñeca a Fausto.
Al voltear, este lo observó con los ojos bien abiertos, su esclerótica muy amarillenta con venas latentes le paralizó los sentidos a Ronald.
―Yo ya estoy muerto. ―Y se alejó fuera del grupo.

Esa misma noche, las intenciones de Fausto comenzaban a maquinarse. Iniciaba los preparativos a la hora pactada.
En su casa no había una tina, por esa misma razón decidió buscar un apartamento en su edificio que contara con tal recipiente de porcelana.
Luego de encontrar el baño adecuado y todos los utensilios necesarios, se despojó de su vestimenta aguardando el momento.
Llenó la tina con agua hirviendo, el humo del vapor empañaba el espejo y humedecía las paredes. Fausto sentía el calor encima de su grisácea piel, el sudor brotaba de su epidermis.
Era un poco más de las 2:30 a.m., Fausto respiraba profundo y ansioso. Tomó un pequeño plato de madera y lo colocó encima del retrete, con un fósforo derritió la parte inferior de la vela para pegarla en el plato, esperó unos segundos para que se solidificara la cera. Con una aguja abrió el pequeño agujero en el preservativo, y con mucho cuidado atravesó la mecha de la vela por el huequito, cubriendo completamente con el poliuretano el largo elemento de cera.
Posterior a eso, entró a la bañera con el agua ahora un tanto caliente, se sentó con las piernas abiertas y las rodillas elevadas; colocó suavemente el plato con la vela cubierta con el profiláctico e inició la espera… Observó un reloj que había colocado anteriormente sobre la pared, eran las 2:56 a.m.
En su corta pero exasperante espera, dedicó unos segundos a aspirar un hedor fétido que emanaba del apartamento… Aquel espantoso aroma lo excitó y la erección de su miembro no tardó en pronunciarse.
A las 3:00 a.m. en punto, encendió la vela con un fósforo, el calor de la misma pagaba las paredes del preservativo a la cera y con aquella tenue luz en medio de la oscuridad, la menuda visión interpretaba aquel objeto como una representación perfecta de un miembro masculino.
―Anafer ―dijo una vez―. Anafer… ―pronunció la segunda vez un tanto escéptico―. ¡Anafer! ―gritó con un brío suculento y morboso.
No ocurrió nada, la respiración de Fausto movía suavemente la llamarada de la vela, que iba consumiéndose hasta llegar a la capa del poliuretano.
Comenzó a oler a plástico quemado, unas coletas de humo negro se formaban encima de la pequeña llamita. De repente, como si fuese un incendio forestal, la vela entera se prendió en fuego; la candela casi le quema las cejas a Fausto, pero él ni se inmutó.
Algo jaló el plato con la llama en el agua y la oscuridad se volvió absoluta. Fausto supo inmediatamente que el ritual había funcionado perfectamente, no por la llama inesperada, sino porque se percató que el plato con la vela había desaparecido completamente bajo el agua.
Sintió que algo serpenteaba en el agua, escuchaba el movimiento acuoso de una pasiva onda. Una presencia se manifestaba, a pesar de estar a oscuras, creyó ver como una maraña de cabellera mojada se materializaba justo en frente de su miembro viril.
El sonido emergente del agua sonó con fuerza, distinguía enteramente a una mujer frente a él. La respiración de Anafer le sobó la nariz y la cabellera larga le rozó las rodillas que tenía levantadas.
Una emoción sádica se apoderó de Fausto, su miembro iba a estallar. Aquella presencia fantasmal bajó la cabeza delicadamente para empotrarse el enorme miembro en la boca.
Fausto sintió las fauces fantasmales y húmedas cubriendo su entrepierna. Los labios eran perfectamente gruesos para la labor sexual, se acoplaban al tamaño y las venas del paquete. Su lengua era hábil en sus movimientos, sobaba, jugaba y humedecía cada centímetro. Y sus dientes no molestaban para nada, sin embargo, ofrecía pequeñas mordidas excitantes para aumentar el calor.
A pesar de vivir un éxtasis tan osadamente morboso, Fausto seguía sin inmutarse, simplemente disfrutaba de la felación sobrenatural.
La chica era una experta en el acto oral y Fausto era inagotable, casi una pareja perfecta, ambos disfrutaban de la sexual invocación.
Anafer seguía succionando, Fausto era un chico potente. El acto se extendía más de lo que Anafer estaba acostumbrada a ofrecer, o eso pensaba Fausto.
¿Podría esta aparición cansarse? Fasto se mofaba de ella. ¿En qué punto del acto Anafer decidiría arrancarle el miembro para culminar su cometido?
Se acercaba la hora, pero Fausto no tenía intenciones de acabar, literalmente. De improviso, sintió colmillos alrededor de su hombría.
La visión de Fausto ya se había acostumbrado a la oscuridad del cuarto, podía ver a Anafer con todo su miembro en la boca y los ojos azules de la chica lo miraron con una malicia exquisita. Ella se preparaba para culminar todo.
Pero cuando los dientes de aquella espectro intentaron arrancar de raíz el falo de Fausto, una misteriosa fuerza sobrenatural se lo impidió.
Un gemido ahogado le causó una arcada a Anafer y tampoco pudo sacar el miembro de su boca. Fausto inició una pasiva y maligna risita.
Anafer no entendía qué pasaba… Nunca había ocurrido algo semejante, agradecía haber tenido la satisfacción de saborear un genital tan perfecto… Pero esto que ocurría era simplemente ridículo.
―Todavía no acabo, Anafer ―habló Fausto, sostuvo a la chica por el cabello y movió su cabeza de arriba a abajo para continuar la felación.
El sudor frío invadió a la chica, a pesar de ser una experta en el sexo oral, sentía que el largo y grueso miembro comenzaba a ahogarla. Las lágrimas de un llanto se asomaron irremediablemente, al percatarse que todo su cuerpo también estaba inmóvil.
―Tu jueguito oral me gusta mucho, vamos a culminar este interludio, sigo ansioso por más ―pronunció el misterioso chico.
Anafer se atrevió a abrir los ojos y subir la mirada, hasta ahora, no había detallado el rostro de su invocador. Pero la piel de este chico había cambiado, ya no era esa piel grisácea y moteada, ahora un rojo escarlata y lizo acentuaba su forma. También tenía dientes acolmillados, una sonrisa de inframundo con unos ojos amarillos penetrantes y escalofriantes.
Lo que más le aterró fueron aquellos enormes cuernos que emergían de su frente, y la enorme musculatura que equiparaba al miembro que ella tenía en la boca.
El llanto de Anafer acrecentó, ¿Quién la había invocado?
―No soy humano. ―Aquel monstruo respondió a los pensamientos de Anafer―. Este chico era solo un recipiente, él murió hace mucho tiempo. ―Y rió a carcajadas.
El miembro entraba y salía de la boca de Anafer rompiéndole las cuerdas vocales y la garganta.
―El imbécil se suicidó y aproveché su cuerpo para entrar a este plano desde el lugar donde tú te escapaste, querida Anafer ―comenzó a explicar―. Muchos demonios hacemos eso, atravesamos el plano para seguir jodiendo a los vivos. ¿Sabes que es un íncubo? Por supuesto que lo sabes, tú estás haciendo el papel de una súcubo, un excelente papel, debo reconocer, pero no eres digna de ser llamada súcubo. ―Sostuvo a Anafer jalándola hacia arriba por el cabello.
En ese mismo momento, un torrente enorme de esperma demoniaco surgió del glande de la bestia. Anafer casi desfalleció, le cubrió toda la garganta, hasta inclusive surcó semen de la nariz como mocos.
El demonio retiró el miembro todavía erecto y Anafer comenzó a vomitar.
―Cuando escuché de ti me interesé desesperadamente, sabía que podía encontrar una compañera sexual apta para mi lujuria. ―Cuando pronunció esas palabras sostuvo a la chica por el cuello y la recostó a la pared―. Las humanas no aguantan una noche conmigo… ¿Pero una presencia fantasmal? Nunca había probado eso; en el infierno son muy estrictos y no nos dejan fornicar con ustedes. Allá abajo a los sádicos como tú los despojan de su sexualidad ―se lamentaba.
La larga lengua del demonio lamía el rostro de la chica y se metía en su boca jugando con la lengua de ella. Luego bajó por el cuello y con sus fuertes garras destrozó el camisón blanco que llevaba puesto.
―Tuve que asesinar a la familia de este apartamento para poder hacer el ritual. Si pretendo continuar como Fausto debo de huir, pero vale la pena, después que clave mi semilla en ti, podré invocarte las veces que me dé la gana ―comenzó a reír estruendosamente.
Con un movimiento brusco volteó a Anafer estrujándola contra la pared, levantó su trasero y sin mucho esfuerzo penetró a la espectro con fuerza.
El sonido de la pelvis chocando con las nalgas excitaba exageradamente al demonio y a partir de ese momento se sintió realizado, había conseguido una esclava sexual que le duraría toda una eternidad.

FIN

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