¡Paranoia!- Cuento

in #spanish8 years ago (edited)

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¡PARANOIA!

ALGÚN MARTES DE AGOSTO, 2015

San Diego, California

Nota del Autor

Es martes. Claro. Tenía que morir en martes. Ya son las tres cuarenta y cinco y mi pierna izquierda no se deja de mover. Miro mis dedos como si mi vida dependiera de ellos y sus movimientos. Escucho el ruido que genera la televisión a medio volumen, el extractor del baño, el rugir de voces jóvenes celebrando dos o tres pisos arriba y el ronquido de una mujer desnuda que me regaló una paz que no conocía. Pasan minutos enteros entre cada línea que voy escribiendo tras equivocarme repetidamente de tecla. Tengo una compulsión por vigilar mis movimientos, estoy ansioso. Sin darme cuenta se escurre mi baba por el lado derecho de mi boca y viscoso se instala en la porosidad de mi camiseta blanca, dejando un círculo semi-perfecto que exploro con mi dedo y lo vigilo mientras arrastra consigo una estela de saliva espesa. Escucho disparos de bala, salto ante el sobresalto. Es la televisión. Regresa la calma y el ruido. Escucho gente caminando por el pasillo. Mis oídos se agudizan pero no encuentro molestia en el ruido. La mujer se da vuelta. Empiezo a escribir sin pausa, afuera comienza a relampaguear pero no llueve. Nuevo correo. Es Gerardo, hace meses que no sé de él. Pasará una eternidad pues aunque intento despegar mis dedos del teclado no consigo abrirlo. La mujer hace un movimiento brusco y jadea. Siento ganas de orinar pero aprieto mi vejiga. Escucho sirenas de policía, tiemblo antes de darme cuenta que es la televisión. Mis sentidos recogen sólo lo que temen. Estoy paranoico. Mis piernas no dejan de moverse. Arrastro mis pupilas de izquierda a derecha buscando el error que mis dedos no consiguen localizar con el cursor. Hoy sé que soy un cobarde, que lo he sido desde hace muchos años. Siempre lo supe pero nunca lo creí. Hoy cojo valor no sé de dónde pero no me tiemblan los dedos al escribir estas líneas. Estoy en el Marriot de Harbor Drive. En mi cama hay una mujer dormida a la que no pude penetrar porque mi pene está flácido a causa de la cocaína y el alcohol, aunque debo confesar que me gustó mirarla a los ojos por el tiempo que permaneció despierta. Le ofrecí cocaína pero se negó. Sentí pena. Me encantan las mujeres excitadas pero también me resulta fascinante el ‘no’. Yo jamás podría decir que no. Para nosotros los adictos el ‘no’ tiene otro significado. No me importa que la cocaína se vaya a terminar pronto: las drogas son como la comida, nunca se niegan. El valor que me invade al escribir estas líneas mientras mis ojos arden tras tres días sin dormir y que me sostiene despierto viene de otro lados, de lejos. Viene de otras dimensiones o tal vez del más allá, de donde estoy más cerca que lejos. Ya estoy perdiendo la cordura, o la consciencia. Esta mujer me cobrará la cuota más cara jamás cobrada por mirar a alguien a los ojos por apenas unos minutos que no podría pagar con mi vida entera porque con nada me alcanza para comprar la paz que me fió… ella. No me sé su nombre ni su edad ni su nacionalidad. No sé si me miente o me dice la verdad cuando dice que le gusta mi cara maltratada por los años y los golpes. Debe de tener unos diecisiete, aunque ella dice que tiene diecinueve. Quinientos dólares la hora, suputamadre. Se da media vuelta. Por primera vez veo su cuerpo extendido como una sábana que se levanta liviana en el aire tranquilo del atardecer, y logro ver sus senos: son pequeños, separados tal vez por la posición en la que está acostada, pero desde aquí se ven firmes y me gusta que tenga los bordes definidos como si fuesen trazos sobre un lienzo. Sus pezones son ocursos pero su vientre es rosa y tiene el vello corto y definido. Siento unas ganas arrebatadas de acercar mi boca a la suya y después mirar sus ojos de gata. Le tengo miedo. Su independencia me molesta, y me preocupa. Su calma me inquieta. Su paz me atribula. Su nariz me pica desde la distancia, respingada y visible desde aquí. Su boca abierta deja ver sus blanquísimos y grandes dientes blancos. Sus ojos no son grandes ni chicos, son típicos y normales pero hondos como las fosas Marianas. Sus nalgas son grandes con estrías que evidencian una pérdida de peso reciente, su obligo se posa sobre una lonjita minúscula, tierna y desde que la vi, necesaria para contener su belleza completa. Me distrajo esta mujer, y yo sin puto Viagra.

(La 2da parte la subo si alguien llegó aquí y quiere seguir leyendo. Si te gusta, comparte :)"

Mariano Morales

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