El Vigilante - Segunda Parte

in #spanish7 years ago (edited)


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Esta es la Segunda Parte de la Trilogía del Vigilante. Si te interesa leer toda la historia aquí encontrarás la Primera Parte.


Marco no dudo. Se dio la vuelta y corrió. Su marcha rápida fue seguida de cerca por la del lunático. El chico no entendía que le había pasado a John.

— ¡Auxilio! ¡VIGILANTE! ¡AYUDA! —Nadie respondió y no tenía ni idea de donde estaba el otro vigilante.

Llegó rápidamente hacia la parte más ancha del pasillo, allí había algunos sofás que estaban en venta. Con su brazo izquierdo empujó el marrón oscuro más pequeño, evitando que lo persiguiera el loco.

El vigilante se tropezó con ese sofá, cayendo al suelo. Gritó. Rugió. Estaba ahora incluso más enfadado que antes. Marco no paró de correr. La exhibición de figuras esculpidas fue lo siguiente que se topó. Echó todo al suelo de una patada para hacer ruido. Se dirigió hacia el punto opuesto.

Dobló una de las esquinas. Todo estaba en total oscuridad. Jadeaba. Intento hacer su respiración lo más insonora posible, para ello la mano en la boca fue necesaria. Se arrodilló y miró por donde había venido. John había llegado hasta el puesto de figuras. Inmediatamente el gigante chilló. Se tiró al suelo y viendo las figuras, lloró. No lograba distinguirse lo que hacía, pero parecía que estaba tratando de arreglarlas porque se habían partido en mil pedazos al caer. John seguía llorando.

Marco quiso gritar también, pero tenía que escapar del AltaVista. Pensó en regresar al Banco y esperar a que amaneciera. El Vigilante lloraba cerca de las escaleras. ¿Hacer otra distracción? No, lo más lógico era regresar al cuarto de vigilancia y activar la luz. Justo en ese instante Marco recordó la alarma y la conexión telefónica. Pensó que debía hacer algo, no podía esconderse. Tenía que huir cuanto antes porque John estaba dispuesto a atacarlo. Tenía que encontrar al otro vigilante.

Con mucho esfuerzo se levantó, las piernas le temblaban. A pesar del miedo, era su momento. Tenía que llegar a la habitación de vigilancia. Tomó el camino contrario que llevaba también hacia la misma habitación que era su destino primario. Caminó rápidamente, pero intentando no hacer ningún sonido. Al llegar al sitio, incluso desde allí se escuchaba los llantos de John. Tenía que cruzar un pequeño pasillo entre dos locales. Al fondo a la derecha estaban los baños, a la izquierda estaba tal habitación de vigilancia.

Entró al pasillo y colocó su mano en la pared para guiarse. Estaba oscuro. Muy oscuro.



Abrió la puerta lentamente de la habitación, mientras con la otra mano tanteaba la pared. El interruptor no aparecía. El ruido de su respiración volvió a acelerarse. Dio un vistazo hacia el pasillo y no vio nada. La luz de la luna que se había quedado detrás de él, no revelaba nada y el silencio de apoderó del ambiente de nuevo. Encontró el interruptor, logró encender la luz y un grito se le ahogó en la garganta.

En la pequeña habitación estaban algunos televisores apagados. Allí debían mostrar las imágenes las cámaras, pero todo estaba apagado. Malditas normas nuevas. Sobre el escritorio estaba: una radio apagada, un intercomunicador desconectado, una tabla donde estaban algunas hojas, un vaso de vidrio con el agua hasta la mitad, al lado de una jarra también de vidrio, pastillas regadas por todo el sitio, incluso en el suelo. Además de que por todo el lugar había un extraño polvo blanco.

Marco notó todo esto, pero lo que más le estremeció fue que su búsqueda había terminado. En la silla estaba sentado Rafa, con sus ojos perdidos en la nada y el cuerpo desplomado sobre el asiento. La línea roja se dibujaba en su garganta. Su uniforme de vigilante teñido de color carmesí. Al menos tres veces el cuchillo había perforado su estómago. Marco quedó petrificado y su cuerpo casi se cae al instante. No le quedó otra opción que sostenerse con ambas manos del escritorio.

Su mente estaba en blanco, pero rápidamente fue regresado a la realidad cuando la puerta a su espalda se abrió súbitamente.

— ¡ASESINO! —Gritó John y con una precisión exacta el cuchillo se dirigió a la nuca de Marco. El chico logró evitarla, ya que era rápido. El cuchillo consiguió destino final en la mano izquierda del joven. Atravesándola y clavándose en el escritorio.

Marco rugió por el dolor, pero no detuvo a su mano derecha, que fue a parar en la jarra de vidrio la cual quebró con fuerza en la cara de John. El golpe fue justo entre ambos ojos. La jarra pareció explotar. Hizo al gigante retroceder brotando algo de sangre, pero no parecía haberle hecho mucho daño más allá del aturdimiento. Logró empujarlo espaldas contra una pared. Marco tomó el cuchillo, lo sacó de su mano con firmeza y el enorme dolor lo abordó.
Soltó el cuchillo para apretar con su mano sana a la mano sangrante. El espeso líquido brotaba sin parar. John se recuperaba del impacto. Estaba herido en la cara, pero no le hizo nada de daño ese golpe. Sus ojos seguían igual de abiertos. Marco escapó de allí. Salió de la habitación y corrió hacia las escaleras.

¿Subir? ¿Bajar? No veía opción clara y mientras pensaba seguía sangrando. Tenía que curarse la mano y recordó a la Farmacia, como no había alarmas activadas entrar en el local no debía ser complejo. Empezó a subir las escalares rápidamente, porque para llegar allí debía ir al piso cinco y huir por los momentos del enloquecido vigilante. Al caminar se apretó incluso más la mano herida. Las punzadas de dolor eran horribles. Llegó a la farmacia y decidió que lo mejor era patear la puerta. No era fuerte, era de madera como aquellos locales antiguos que vio Marco en alguna película de la vieja escuela.


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Agradeció que el señor Oliver es un señor mayor. El anciano farmaceuta mantenía su farmacia a la antigua. No fue difícil reventar la puerta a patadas. Aunque hicieron falta tres para que cediera. Entró a la farmacia y en la oscuridad buscó. Aun así, tenía la ayuda de la luz de la luna, que entraba por la ventana que estaba al lado del mostrador de la farmacia, y si eso no colaboraba, su memoria tendría que hacer el trabajo.

Muchas veces había ido a aquella farmacia y el viejo Oliver quiso ayudarlo. Tenía amigos que quería y podían ayudarlo. Marco nunca aceptó. No quería rebajas, ni regalos, quizás podía aceptar plazos de pago, pero nunca aceptó regalos. Pensaba ciegamente en que tenía que resolverlo por sí solo. Tenía que seguir adelante él solo. Era necio.

Segunda fila de derecha a izquierda. En el tercer nivel del anaquel estaba el analgésico y cerca de allí estaban las vendas. Marco tomó las vendas, se hizo un amarre de primeros auxilios en la mano. Apretó la herida evitando el sangrado. Abrió la botella de pastillas de los analgésicos y tomó tres. Tragó.

La mano le ardía, pero podía abrirla y cerrarla. El dolor era punzante cada vez que lo hacía pero podía hacerlo. ¿Qué debía hacer ahora? El loco John podía estar esperándolo en cualquiera de las esquinas del AltaVista. ¿Debía volver? ¿Debía intentar bajar? Las grandes entradas seguro estaban cerradas con reja y candado. Realmente complicado intentar salir. Marco detuvo el descanso y se levantó. La mano le dejó de doler tanto. El analgésico hacía el efecto.

Marco salió con cautela de la farmacia mirando hacia todos los lados, pero vio poco. La poca luz que entraba del exterior del Centro Comercial le impedía ver cualquier cosa. A diferencia de lo que un cobarde hubiese hecho, él decidió salir. Tenía que escapar de allí. Caminando sin saber a dónde ir exactamente, se escuchó una ventana rompiéndose.

Vino de arriba. Quizás era el loco buscando algo más o quizás decidió robar. ¿Qué quería? Recordó en ese momento a la armería. Tenía que ir allá para conseguir armamento. Podría defenderse con un arma. El terror le invadió con la idea de tener que matar a John, pero no detuvo camino, más bien lo apresuró.

Subió de piso con mucha cautela, mirando en las esquinas antes de avanzar. Vigilando cada movimiento. Caminó veloz y silenciosamente hasta la entrada de la armería, pero llegó tarde.

El ruido de la ventana rota era precisamente de la Armería. “¿Estaría adentro el enloquecido vigilante? Lo dudo. Quizás se haya ido. No creo que se quedara tanto tiempo aquí.” Pensó Marco y como no sintió que nadie estuviese adentro y decidió entrar.

La armería era más grande de lo que parecía. Vio armas de todo tipo. Cortas, largas, algunas incluso de bolsillo. En la repisa, atrás del mostrador, estaban los chalecos antibalas. Pensó tomar alguno. No quería estar allí. La idea de matar a alguien lo atormentaba. Tomaría justo lo necesario para defenderse y se iría. Tomó la primera pistola que consiguió y salió del sitio.

Decidió ir de nuevo a la sala de vigilancia, porque tenía que activar el sistema eléctrico. Necesitaba avisar a alguien para que viniese a abrir la puerta, ya que las llaves de la puerta las tenía John en la cintura. Pistola en mano volvió a la oscuridad. Su respiración entrecortada volvió. Miró el arma, era pesada. No sabría si podría usarla. Su mirada se fijó en la escalera para bajar y allí estaba él. Apareció de la nada.

El loco había conseguido un hacha de emergencia. La sostenía con ambas manos. Marco se estremeció.

—No tiene por qué ser así, John. —Le habló con la mayor calma que pudo salir de su boca temblorosa. —No quiero hacer esto.

El loco repetía en voz baja la misma palabra: “Asesino”.

Marco alzó la pesada pistola. No quería hacerlo y por eso apuntó a las piernas.


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El Vigilante enfermo apresuró su paso hacia él. El joven asistente del Banco cerró los ojos y apretó el índice para accionar el arma. El dulce sonido escapó. Fue un clic, pero no hubo disparo. No tenía munición el arma. “Malditas reglas”, pensó Marco.

El enloquecido parecía que ni siquiera se había dado cuenta que Marco tenía un arma. Tan solo corrió hacia él. Marco soltó la pistola y aceptó que moriría. Antes de morir pensó que no pudo. Que no logró salvar al pequeño. Quiso llorar, pero lo detuvo el sonido de cuatro disparos.




Querido Lector. No me cansaré de agradecerte por asistir a mis historias y pasar por aquí, en ésta nueva cita nos encontramos con el nudo de la historia de Marco y el Vigilante. Tan solo queda una entrega de este relato. Te invito a opinar sobre el relato y qué te pareció. ¡Un abrazo enorme! —Argento, El Autor.



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Me ha gustado más que la primera parte, pero quizás es por el estilo. Aquí es más sencillo y natural. Aún así espero la tercera entrega. Me habías nombrado pero no tuve ninguna notificación. En fin, hermano muy bueno

Gracias, empírico. Me alegro que te haya gustado más que la anterior parte, ésta sin dudas es muchísimo más frenética.

Claro, tendrá la 3era y última parte con el desenlace de la historia.

Sí, a veces ocurre con las notificaciones. No tengo ni idea, pero no suelen llegar. (Me ha pasado varias veces ya. Es un problema). Igualmente, me alegra que pasaras por tu propia mano a darte una vuelta. Siempre un lector fiel.

Un abrazo enorme y nuevamente muchísimas gracias!

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