El paisaje de este septiembre de 2019 me ha mostrado que hay infinitos tonos de azul y que el cielo es mucho más que eso.

Desde el cristalino mar caribe que baña las costas de mi amada Venezuela y que a los ojos deleita jugueteando a ser azul. Es una ilusión que sin pena se desvanece cuando al intentar capturar su agua en las manos, se declara transparente mientras se escurre sin reparo.

Mas no deja de ser hechizante ver sus diferentes tonos contrastar con el más oscuro que aportan sus profundidades o las solemnes montañas, las cuales generosas trazan la línea que a nuestra conciencia permite delimitar el horizonte. Después de todo, siempre buscamos diferenciar el arriba y abajo dando lógica innecesaria a un paisaje cuya riqueza, para ser recibida, sólo requiere contemplación.

A esta tierra caribeña abrí mis brazos, para recibir en mi alma la calidez y brillantes de sus aromas, colores, luces y sombras… para despedirme con agradecimiento porque mi raíz ahí yace y de su memoria eterna formo parte como su estela en mi lengua, piel y ser.

Alzando vuelo, desplegando las alas, desde alturas lejanas no dejó de ser hermosa la vista de tus costas que nuevamente como un lente fotográfico, mi retina capturó para en la soledad evocarla.

Mientras más distancia se abría entre mis pies y Venezuela, el paisaje fue mutando como si de una transición fílmica se tratara, que cantaba en sus colores los acordes de mi alma. El adiós nunca es sencillo, soltar siempre duele, mas sólo con las manos abiertas se puede recibir de nuevo.

Como el río que fluye a diez mil metros de mis ojos, transcurre la vida de cada persona siempre cambiando. No podía ser la mía una excepción, cuando el movimiento es vida y como ser humano siento en mi interior el llamado a estar en constante búsqueda, en continua construcción.

Mi destino es así un lienzo en blanco, como el techo de nubes que se transformó en un colchón que silente exaltaba a tomar en su bastedad el impulso para continuar aferrada a los sueños y anhelos que motivaron este cambio de escenario.

Y con los matices de las emociones que golpeaban en mis entrañas, se tiñó el cielo que contemplaba por la pequeña ventana. Conmovedor fue el escenario que desfilaba de unos pigmentos a otros conduciendo a mis sentidos, como si de una ópera se tratara, del más perfecto gozo a la más bella pena.

¿Puede haber reflejo más sincero y cautivante de nuestras proyecciones, que la acuarela que en el cielo se recrea con el atardecer?

Del caleidoscopio al azabache que todo lo envolvió. Fueron tus luces centelleantes la señal de que el viaje llegaba a su destino planeado, donde un nuevo tomo de esta historia sería escrito. Tu amplitud y tu fuerza gritaban aún desde la distancia, que eres toda movimiento, toda vida: La Ciudad de la Furia.

Soy extranjera en tus tierras y vengo preparada, no sólo para recibir de ti las oportunidades esperadas, sino para conocerte, para aprender a amarte y entregarte, al igual que a mi Venezuela, un rincón de mi alma.

Aún faltan muchos paisajes por contemplar en esta senda, donde el concreto y la naturaleza se amalgaman para convivir bajo un cielo que azul intenso se muestra, recordándome que, a dónde valla, sigue siendo el lienzo de mi todo y mi nada, el gran espejo que trasluce, tornasola y calma mi mirada.

Que el agua sin importar su máscara azul clara, verdosa u oscura, escurrirá de mis dedos sin reparo, con el fluir del río de la vida.

_{Todas las fotografías son de mi autoría. No soy experta en el arte de fotografiar así que mis disculpas por los horizontes torcidos.}

_{El #Reto12Votos es iniciativa de @pavelnunez y dirigido por @avellana, con el propósito de promover la lectura y escritura en Steemit. Si deseas participar sólo tienes que visitar el blog de @club12, allí encontrarás toda la información que necesites.}

_{Felicitaciones a los ganadores de la semana pasada @zhanavic y @mazquel.}

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