Cuentos con espinillas, de Silvia Dioverti: Retratos del adulto adolescente

in #spanish7 years ago (edited)

Salud, estimados estemians. Les presento un libro que me ha gustado leer, Cuentos con espinillas. Su autora, Silvia Dioverti, a través de una escritura de tonos diversos, empleando formas variadas de la comunicación, nos lleva a pensar un poco más en esa etapa de la conformación de nuestro ser. Espero que este post estimule a conocer su visión. Y su prosa.

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Al leer un libro de cuentos con personajes gravitando en esa curiosa o más bien abstrusa forma de comportamiento de la etapa de transición del púber hacia el adulto, al terminar las cuatro primeras historias queda uno irremediablemente entre dos deseos: de un lado, mantenerse en el tema, que ha dado por cierto tantas buenas páginas a la literatura universal; o que las historias se alargaran para enterarnos de qué manera los personajes se hacen mayores, cómo termina de irles en otra esfera categorial que algunos prefieren titular bildungsroman, o novela del desarrollo de un personaje o de su “maduración”.

Tal cruce se me hizo inevitable mientras leía este libro de Silvia Dioverti, escritora venida desde su nativo Rucachoroi, en la Provincia argentina de Neuquén, pero que ha estado residenciada en diversas partes del mundo, entre ellas Venezuela, adonde vino a dar a esta costa oriental, en nuestra Cumaná, y con quien hemos compartido algunos momentos y pareceres; y que ahora reside en la helada Canadá.

Y resultó que su libro se queda, recorriéndola, analizándola, sirviéndose de ella para alimentar su diégesis, unos doce (12) relatos cortos, en esa etapa del desarrollo del ser humano que solemos caracterizar, para angustia de los padres, como de imaginación desbordada, miedos infundados y, sobre todo, muchas, oscuras y amenazantes dudas. El resultado es una lectura que el lector agradece, tanto por el placer como por la enseñanza de vida.

Y desde un ejercicio de prospección explicativa, sin mayores pretensiones críticas, podría concluirse que su pasantía como educadora en talleres literarios y en los niveles formativos donde moran aprendices hacia el adulto que retrata su libro, su conocimiento directo del tema que trata, tal vez pueda servir para explicarse el logro satisfactorio de dos objetivos: en primer lugar, una desenvoltura admirable para moverse en ese ámbito de la composición, el de las invertebradas pasiones juveniles; y luego la diversidad de situaciones, imágenes y tratamientos que convierten su volumen en un registro que obliga, en un nivel extradiégetico, a voltear, prometiéndose mucha más atención, hacia la etapa humana tratada allí, mientras nos gana la intuición de que es esta una de las capas profundas de esta escritura: una preocupación que diríamos maternal por ese ser desvalido y a la vez desconcertante que es el hombre en formación.

Además, debo señalar como lector encantado las distintas formas discursivas utilizadas como vehículos de la narrativa: el diario íntimo, el informe, el chateo, el diálogo, la corriente de pensamiento, que remiten a una atractiva y amena variedad.

De hecho, el cuento inicial del volumen es un Diario, el de Haroldo –“No me gusta que me digan Haroldito”— en el que este personaje va anotando sus idas y venidas y donde deja registradas, por un lado, su difidencia por los mayores, el estupor por su situación:

Ellos celebran tus primeras espinillas y tus primeros pelos en ciertas partes del cuerpo y, por poco, hacen una reunión de vecinos para mostrárselos. Y uno se mira en el espejo y se odia. Y, además, si esta fuera la mejor etapa, ¿por qué todos queremos salir de ella lo antes posible? ¿Por qué nos pasamos deseando ser grandes cuando somos pequeños? ¿Para querer ser pequeños cuando seamos grandes? ¡Quién lo entiende! (Pág. 4-5)

Y por otro, como motivo principal, su atracción sexual por una de las amigas de su madre, que el lector descubre disimulada entre sus aprensiones particulares hacia las costumbres de los mayores.

Una niña, en otro de los relatos, “Tarde con ranas”, tiene un encuentro fortuito con un desconocido y se ¿imagina? una situación de peligro donde podría ser perseguida por un sádico, algo que supone le daría la evidencia de la adultez, pero que termina siendo la confirmación de que aún es una niña, cuestión más bien frustrante para el anhelo de ser mayor.

En el cuento, “El lechuzo”, un “niño de la calle”, pasa por las contingencias de ser trasladado de una comisaria a un retén de menores:

allí tendrás cama y comida dos veces al día hasta que seas mayor de edad” (18), acción oficial que, por rutinaria, esconde el horror en una recomendación aparentemente bien intencionada: “aprieta bien las nalgas, ¿me oíste?, que ahí tienen malas costumbres”. (20).

Llama la atención la naturalidad con que en este texto se representa la callada aceptación del personaje, paria social, ante su inexorable destino, solo atenuado por lo que, ciertamente, es el rasgo humano aun latente en él: la inocencia de su imaginación:

Cómo si él no supiera lo que pasa en los retenes, lo que pasa en los orfanatorios. Pero esa era una parte de su vida de la que no quería acordarse nunca más; salvo por la monjita que le había enseñado a leer “porque lo que diferencia a un hombre de un animal es el lenguaje. (20-21)

En “Madreperla”, que es un texto con una visión poética sobre la inocencia y la inconmensurabilidad del mar, un adolescente sueña con integrarse al mundo mágico de las perlas, a su vientre resplandeciente. En “Todo menos humano”, un niño solitario va conformando a partir de su imaginación, particularmente obsesiva, una esfera de terror por lo desconocido, cuya naturaleza, aunque cotidiana, no pueden ver sus mayores. “El circo”, un acercamiento a esta secular atracción infantil, que pervive ilusoriamente en un niño pequeño, aunque es desplazada por la arrolladora modernidad de los video -juegos, donde ya no existe más la atracción por lo circense. “Virtualmente tuya”, una desgarradora historia donde las redes sociales funcionan como refugio imaginativo de la disfuncionalidad de la vida del personaje. “El tontopérez” y “Miofante”, dos cuentos donde el lenguaje se hace musical en el intento de copiar la sencillez, la lógica y la tonalidad infantiles, el segundo; y en el primero, el tema de uno de los miedos comunes a los niños, el orate local, ambos plenos de ternura. “La evidencia” cuento hermanado, por mostrar el lado oscuro de la educación formal, el ego y las bajas pasiones de los docentes, con “La Escuela de noche”, de Julio Cortázar.

Y finalmente, “Cuando ella llega”, curioso cuento donde la protagonista es la tristeza, que se zambulle en un intimismo que alcanza su máxima expresión en otro texto, situado en el mero centro del volumen, intitulado “Donde crece la oscuridad”, que, aunque asentado en una forma redaccional formalmente menos literaria, un informe que ha escrito una funcionaria del “Centro de Investigaciones paranormales”, no obstante logra grados de mayor literaturnost (literariedad), como dirían los formalistas rusos, y donde se propone describir algo nada rutinario: los monstruos, para lo cual entrevista a uno de estos seres que viven en la imaginación –y uno supone que de los adolescentes—, desde donde atacan a los hombres para atormentarlos en diferentes y especializadas áreas.

No sé si me atreva a describirlo porque su sola presencia paraliza y, como si eso fuera poco, es uno de los monstruos más contagiosos que existen. Tan contagioso es que hasta los otros monstruos evitan estar cerca de él.
Sus compinches de la pandilla, cansados de preguntarle un día tras otro, un mes tras otro, un siglo tras otro “¿Quién eres? ¿Cómo quieres que te llamen?”, y de recibir por toda respuesta el mismo: “¡Bah, no importa!, ¿para qué?, no vale la pena, vuelvan mañana, sí, quizá mañana...”, decidieron que él sería El monstruo que no tiene nombre (Pág. 65)

En este ¿relato? El lenguaje se desreferencializa aún más de la anécdota como constructo real y permite a la palabra cobrar autonomía, valor en sí misma, objeto y fin del arte literario. Y vale decir, este texto nos sigue llevando a Cortázar, esta vez al de “Historias de Cronopios y de Famas”, pues los seres acá esbozados surgen de un propio y original mundo paralelo de donde, según lo confiesa su autora, en una conversación por messenger:

…tuve que sacarlos para que me dejaran respirar, para que me dejaran dormir, y fue bueno que salieran”

Agradecido por la lectura de este libro, ameno y profundo a la vez, no dudo en recomendar su lectura, y para ello anoto el enlace de su edición en la plataforma de Amazon:
https://l.facebook.com/l.php?u=https%3A%2F%2Fwww.amazon.es%2FCuentos-espinillas-Silvia-Dioverti%2Fdp%2F1629151351&h=ATMnYubdovsKmCdtWd6_cD0d1w4rA6z9HAASoHHp-fupS7z_yGLez58fSoxNsXI0yVDXMdrfFikrXU9u6SOQ3Qba4HAYYL37lAUAAvngcqo0wXIDfweK


Silvia Dioverti fuente

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Buena esa @antoaristi, por ti y por Silvia. Amena descripción sobre la edad "incomoda", esa terrible manera de ver el entorno familiar.

Muchas gracias, @billo. La verdad su libro me encantó. Agradezco el comentario.

@antoaristi, gracias por darnos a conocer este atractivo libro de relatos de nuestra común amiga Silvia Dioverti, a través de esa reseña crítica tan completa y bien escrita. Lástima que en nuestras actuales condiciones económicas y monetarias, me sea prácticamente imposible acceder a su adquisición. No pierdo la esperanza de poder leerlo y disfrutarlo en algún momento. Saludos.

Un placer conocerte. Llegué a tu blog gracias a tu seguidora y compañera @elidamaria quien ha querido promocionar tu blog para que nuevos usuarios conozcamos tu trabajo, a raíz de un proyecto llamado #cadenadefavores, por allí puedes entender de qué trata.

Este post me ha gustado mucho. Me ha despertado interés en leer este libro. Me encanta la lectura y me ha impresionado las apreciaciones y narrativa que haces del mismo. Has sabido dar a conocer ampliamente el contenido del mismo con gran versatilidad y completo resumen el cual se me hace muy atractivo para querer leerlo.

Ha sido grato entrar a tu blog, voy a seguirte para ir conociendo lo que vayas publicando, saludos cordiales.

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