Relato - ‘’Un brillo de esperanza’’ - Por Annathea
Silencio. Total y absoluto silencio era lo único que acompañaba su marcha, continua y tétrica, por aquella senda arbolada de las afueras de un pequeño pueblo. Su pecho era impulsado por un movimiento tan suave que parecía que había dejado de respirar. Sus manos, temblaban levemente, aterradas por los pensamientos que, en ese mismo momento, bombardeaban su mente. Y sus ojos, totalmente ajenos a todo su alrededor, estaban llenos de una profundidad espectral que oscurecía todo su rostro. Como si de un cuerpo sin vida se tratara, se arrastraba por ese vasto camino hasta el espacio abierto que se encontraba delante. Algo dentro de ella la invitaba a seguir caminando, una horrible desesperación la estaba ahogando y había encontrado el remedio perfecto para acabar con esa agónica situación, que la estaba consumiendo desde hacía tantos años, y ya casi no le quedaban suficientes fuerzas para aguantar mucho tiempo más. El pensamiento del que ella creía que era su último recurso, un recurso desesperado y cobarde, sin que su destrozada mente fuera capaz de hallar una solución más completa, menos agónica.
Un soplo de aire fresco chocó contra su cara acompañada por la leve claridad de las estrellas que rodeaban una luna blanca, iluminando sus crudas facciones. Delante de sus moribundos ojos se alzaba inmóvil un largo y ancho puente, donde, a sus pies, corría un caudaloso y bravo río. Un suspiro escapó de su boca, provocando un escalofrío por todo su cuerpo que estremeció su demacrada alma. Un suave sentimiento de lástima la acompañaba, y crecía cada vez más con cada paso que sus frágiles pies se atrevían a dar, acercándose, poco a poco, al borde de ese puente. Cuando sus ojos observaron la lejana profundidad que se enterraba bajo sus pies, la cual no parecía tener final, su cuerpo fue sucumbido por recuerdos de horribles palabras que, después de esa primera vez, se fueron repitiendo constantemente, siempre hiriéndola cada vez más, arañando sus sentimientos y fuerzas, hundiéndola en pensamientos de miseria e inutilidad. Cuando sus manos tocaron el frío e inerte borde de las grandes vigas que alzaban aquel grandioso puente, golpes de fuertes e insensibles manos impactaron contra sus manos y costillas, estremeciéndola de dolor, comenzando a almacenar el miedo en su interior en forma de pequeños hematomas en su cuerpo. Cuando sus brazos hicieron fuerza para elevar su peso encima del borde, las marcas de unas manos aferrándose a sus brazos, grabando el horror en su carne, aparecieron en su piel simbolizando el efecto de las primeras peleas, sus primeros intentos de elevar la voz, intentos de revelación que fueron acallados en segundos y un punzante dolor en su espalda y costillas se reveló para entorpecer su fuerza. Cuando sus ojos se cerraron de temor al observar la profundidad desde su altura, moratones en sus ojos y mejillas aparecieron iluminados por la tenue luminosidad, junto con una marca chorreante y roja en su labio inferior que temblaba de impotencia y miedo, mostrando al silencio de la noche el resultado de incoherentes e incontrolables golpes que fueron asestados, sin amor, sobre su rostro desde una figura imponente delante de su sombra encogida. Cuando sus pies empezaron a elevar su cuerpo y el frío y salvaje viento se estrelló contra su piel, un rastro de sudor se mezclaba con los distintos trazos de sangre que se resbalaban por su superficie, manchando su cabello enredado, humillándola, al mirarse en un espejo, desde lo más profundo de su ser. Su cuerpo estaba totalmente marcado, como si fuera el objeto más sucio y despreciable del mundo, como si hubiera merecido todo eso.
Simplemente buscó la compañía de alguien que le diera calor y amor, que la apoyara en sus días de tristeza y soledad, que volviera su mundo de color de rosa, tal y como todo el mundo le hizo creer que tenía que ser. Pero que escozor da conocer la dura realidad que se escondía detrás de las fábulas que siempre le contaron, quimeras pintadas de colores que cubrían el mundo de una vaga e imposible esperanza para ella, y que la confundieron hasta que creyó que no había nada más que eso. Todo lo que ella había deseado solo podía estar en sus sueños, el mundo imaginario donde todo es bonito, algo que no puede ser posible, el mundo real le escupió en la cara, riéndose de la necedad de alguien que pensó que la vida no era tan mala. Y le otorgó como regalo de disculpa, lo que ella tanto había deseado, un compañero. Maldito el día en el que pensó que con él todo iba a cambiar, y aún después de que se atreviera a estampar la palma de su mano sobre su mejilla, aún siguió pensando que él iba a ser el único que la podría hacer feliz, no había nada más que él, perfecto, bueno, gentil y sincero. O eso es lo que era antes de que por debajo de esa fachada de mentiras se colara lo podredumbre que se resguardaba hasta el momento oportuno para atacar a su presa, que estaba lo suficientemente ciega como para no ver nada, u obligarse a no ver nada. Desde ese día, y consciente de que la poca libertad que en algún momento tuvo la había perdido para siempre, se resignó a ser un fantasma en su casa, una sirvienta para él, una mentirosa y patosa frente a los demás y una llorona en la soledad. Solo era la vaga forma de una persona que se escondía detrás de su sombra, esperando que no la viera para intentar mantener la mera estabilidad que le quedaba.
Una vez que su cuerpo temblaba por encontrarse elevada sobre la única superficie que la separaba de seguir viviendo, su mente empezó a hundirse en profunda desesperación por los recuerdos de los miles de sufrimientos que llevaba aguantando sobre su espalda, recordando el motivo por el que estaba allí. Lo había decidido, estaba segura, totalmente confiada, quería acabar con todo, no aguantaba más, no sabía cómo arreglarlo, no tenía fuerzas suficientes para seguir, no tenía nada, no había nada que la impulsara a continuar, tanto tiempo siendo cobarde no le ayudaron a endurecer su corazón, el cual se había ido perdiendo poco a poco, hasta quedar escasamente un rastro diluido de su presencia . Antes de dar el último paso que la llevaría hasta su liberación, dando el suspiro al aire más puro que pudo respirar en su vida decidió abrir los ojos lentamente al notar un agradable calor que rodeó su cara y acariciaba sus mejillas. Cálido, fino, suave, una sensación acogedora empezaba a abrazar su cabeza, relajando los músculos y dándose el egoísta deseo de esperar un poco más. Imponente y majestuosa se alzaba su forma más allá de lo inimaginable, apareciendo desde la más profunda y hundida oscuridad, alzándose victorioso y rodeado de luz, fuerte, poderoso, invencible, una imagen de lo que ella nunca fue. El sol en forma de amanecer llenaba sus negras pupilas de colores, arrasando con las sombras y la espesa negrura que habían tomado ese páramo, dando fin a su momento para abrirse paso a él, la luz, el calor de la vida. Lágrimas aparecieron en sus ojos y resbalaron por su triste piel, que era iluminada por cálidas sombras con luz, bailando hasta resbalar por su barbilla, impresionada por no haber sido capaz de ver tanto color antes, por haberse perdido tal maravilloso acontecimiento. Sus ojos, años atrás fueron perdiendo la capacidad de poder distinguir colores, todo se volvió blanco y negro, oscureciendo más su mundo.
Y sin ni siquiera pensar en nada acababa de verse reflejada, todas esas veces que intentó escapar, huir de esa maldición que le había tocado vivir y de la que no conseguía deshacerse, todas esas veces que mantuvo su optimismo, que pensaba que todo podía cambiar, pero todos esos intentos solo la llevaron a perder más la fe en su propia fuerza de voluntad. Ella no se alzaba tan bella y poderosa, llena de orgullo por lo que había conseguido lograr, tal y como el sol se elevaba más allá de las sombras, derrotándolas a todas, ella se perdió entre esa oscuridad, permitiendo que la penumbra la derrotara y la fuera arrastrando poco a poco a acabar con su vida. Algo dentro de ella se revolvió de tranquilidad y emoción, llenándose de un ejemplo de superación, una forma redonda y luminosa que día tras día, todos sin excepción, vencía la oscuridad que amenazaba con tomar el control de todo y volvía a mostrar su brillante vida al mundo, calentando las almas de las personas, mostrándoles que todos los días pueden ser mejores, todos los días brilla el sol. Y abrazada por esa imagen de esperanza se convenció a parar su salto y en vez de eso se sentó en el borde del puente, en el fino filo que aún la separaba de esa profundidad que ahora se transformó en clara y brillante agua, a seguir observando el fuerte sol que conseguía llenar, de nuevo, de fuerzas su alma la cual ya se había dado por perdida desde hacía mucho y que ahora ya había encontrado un motivo por el que seguir adelante, si el sol se levantaba todas las mañana sin rendirse jamás, ella iba a luchar también contra sus propias sombras, hasta elevarse por encima de ellas y escapar de una vez por todas.
Supongo que no hace falta decir sobre qué va el relato de hoy, claramente intento hablar sobre el maltrato a la mujer, pero no quiero centrarme en el dolor y el sufrimiento aunque sea un tema que no debamos dejar a parte. Lo que quiero resaltar es la superación, la fuerza que cogen todas estas mujeres para poder superar esa situación y recuperar las ganas de seguir adelante. Creo que es un mensaje de superación muy bonito y se debería ejemplarizar más esto. Como siempre, nunca comprenderé el dolor y ojalá nunca lo sufra, solo es una representación y no pretendo ofender a nadie.