Solo quedamos tú y yo.

Siempre me has dado tu mano

para levantarme cuando caigo.

Siempre me has dado fuerza

cuando mis piernas

por tanto luchar

terminan cediendo.

Siempre me has acompañado,

aun cuando todos los demás han decidido irse.

Soy incondicional,

un tanto egoìsta,

                     tal vez

pero no hay nada que se pueda comparar

con aquello que termino por ofrecer.

Quienes me conocen

pueden saber con certeza

que el cariño que pude darles

quizás ha sido de los más reales

que han recibido en su vida.

No busco dañar a nadie

                lo prometo,

más bien a quien me ha dañado

les he deseado el bien.

Pero nadie ha hecho eso por mí

excepto tú.

Nadie ha perdonado mis fallos

con tanta disposición

                   como tú.

Nadie ha sabido apreciarme

-incluso en mis peores días-

como lo has hecho tú.

Y en nadie confío

más que en ti.

Por eso, preciosa

hoy te dedico este escrito.

Hoy tengo la certeza

de que siempre seremos

solo tú y yo.

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