Inseguridades.
Como era su costumbre,
se desnudó frente al espejo.
Se observó, de arriba a abajo,
sin complejos,
sin prejuicios.
Mirada bonita,
labios gruesos,
cuello sensible a los besos,
hombros simétricos,
tetas perfectas,
cintura curvada,
trasero redondo,
piernas contorneadas,
pies delicados.
Manos pequeñas,
sonrisa sincera,
mente profunda.
Era una estrella.
Ardía.
Y no lo sabía...
Qué tendrán esas mujeres,
cuya discapacidad visual
se centra en ellas mismas.
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