Enseñanzas de El Señor de las Moscas (Lord of the Flies)
El Señor de las Moscas es un clásico de la literatura inglesa escrito por Sir William Golding y publicado en 1954. La historia versa sobre unos niños varados en una isla desierta a finales de la Segunda Guerra Mundial que deben sobrevivir y para ello terminan creando su propia sociedad.
Lecciones de la novela (Alerta de Spoilers):
El ser humano es malo desde su nacimiento, su naturaleza es así.
El ser humano sólo es "civilizado" cuando alguien amenaza con castigarlo por romper la ley.
El poder consta de dos asas: la reputación y el simbolismo, en la novela, Ralph gozaba de la reputación de líder porque fue el que hizo sonar la caracola para atraer a los demás sobrevivientes, la caracola en sí era un símbolo de autoridad impuesto por el mismo Ralph, ya que era necesario sostenerla para hablar en las asambleas. Por otro lado, Jack tenía reputación de proveedor por haber matado un cerdo para comer y también gozaba de la imagen de líder al ser jefe de los cazadores que resultaron ser el brazo armado del grupo, Jack prevalece sobre Ralph gracias a su papel de proveedor que lo blindó de las humillaciones recibidas por sus errores al dejar apagar el fuego, como las ideas de Ralph no dieron fruto inmediato, los demás niños siguieron a Jack por la carne que proveía y reemplazaron a la caracola por las lanzas como símbolo de autoridad, finalmente, Roger (mano derecha de Jack) se vuelve artífice de la destrucción de la caracola.
El anonimato es el padre de la crueldad: Los niños pasaron de cometer simple maltrato a asesinar y torturar gracias al camuflaje que usaban en sus caras, al tener dificultad para reconocerse a sí mismos a simple vista, podían entregarse al sadismo porque se deshacían de la vergüenza.
La prudencia es admirable cuando se mira en retrospectiva, de resto es cosa de risa: Piggy resultó ser la voz de la razón en la sociedad de los niños perdidos, sin embargo, nadie lo escuchaba salvo por Ralph hasta bien avanzada la novela, esto se debe a que las acciones sensatas se confunden con cobardía y falta de voluntad gracias a la mito de la masculinidad aguerrida que impera en todas las sociedades. Finalmente, "el deber ser" sin una autoridad tangible que lo haga valer resulta ser molesto para quienes se divierten destructivamente, razón por la cual Roger asesina a Piggy.
Una mentira repetida mil veces se vuelve verdad: Joseph Goebbels tuvo razón al decir esto y el ejemplo perfecto de ello es el monstruo en el que creen los niños de la novela, una visión distorsionada por el miedo hizo que se extendiera la creencia de un monstruo que habitaba la isla, al ser un rumor repetido hasta el cansancio cuya autenticidad era posible para las inmaduras mentes de los infantes, la sugestión alcanzó tales niveles que hasta Ralph y Jack, los niños más valientes, se asustaron al confundir un paracaídas con unas alas monstruosas.
El miedo a una amenaza en común, sea real o no, siempre favorece a los tiranos: Jack se hizo con la mayoría del grupo gracias a que controlaba a los guerreros y ofreció soluciones creíbles para repeler a la bestia, por lo que el resto de los niños al ser más ingenuos que Ralph, Piggy y los gemelos lo siguieron por protección y alimento.
El miedo justifica la violencia: Tanto Jack como Piggy justificaron el asesinato de Simon como un accidente al confundirlo con la bestia debido al frenesí de violencia y terror en el que estaban inmersos como producto de la tormenta y los cánticos salvajes emitidos por ellos mismos.
La tiranía triunfa gracias al pan y al circo: Jack estableció su régimen autoritario gracias a que ofreció carne, juegos y bailes a los niños en contraposición a las ideas de Ralph que exigían un trabajo constante para mantener vivo un fuego con la esperanza de que el humo atrajera un barco que los rescatase, esto es un ejemplo de cómo las mayorías tienden a ser menos racionales debido al temor que implica el rechazo o el confort de una actitud popular que, por ser tan aceptada, se toma como la más conveniente aunque resulte ser todo lo contrario, uno de los grandes fallos de la democracia.
Los instintos salvajes no se pueden suprimir del todo y a veces son necesarios: Cuando El Señor de las Moscas (la cabeza de cerdo en un palo que simboliza a Belcebú) le habla a Simon en una de las alucinaciones que sufre el joven, le dice: "No hay nadie que te pueda ayudar, sólo yo y soy la fiera", esto hace referencia a los instintos salvajes que fueron necesarios para sobrevivir pero que trajeron consigo la falsa creencia en una fiera, por un lado, el miedo a morir y la agresividad defensiva resultante les dio la voluntad de cazar, el instinto gregario aunado al terror por la muerte les permitió unirse al grupo de Jack por protección, pero por otro lado, les nubló el juicio lo que arrojó la creencia errónea de la bestia y todo lo anterior desembocó en la muerte de Simon y Piggy. Cabe destacar que Ralph tuvo que apelar a su voluntad de matar para huir de los cazadores que pretendían decapitarlo y poner su cabeza en la punta de una lanza.
Los que son diferentes jamás serán aceptados: Piggy era discriminado por ser gordo y sensato, Ralph por llevarle la contraria a Jack y Simon por no creer en la bestia (él aseguraba que el monstruo eran "ellos mismos" y tenía razón), al principio se llevan más o menos bien porque conservan el comportamiento civilizado pero una vez que todos se vuelven presas del miedo y caen en la anarquía totalitaria de Jack, se observa cómo los niños ahora salvajes cometen agresiones contra el cuarteto de renegados para robar el fuego y las gafas de Piggy, desplazar a Simon del grupo, someter y reclutar forzosamente a los gemelos, así como el lúgubre final en el que asesinan a Piggy mientras calientan para ir a cazar a Ralph como a un cerdo.
Cuando tu vida es el premio no hay lealtad que valga: Ralph confía a los gemelos Sam y Eric su escondite, en el que planea ocultarse de la tribu de Jack; sin embargo, los gemelos ceden ante la presión del grupo cuyas amenazas incluían tortura, muerte o ambas, revelando así el lugar en el que se ocultaba Ralph. Aunque hay ejemplos de lealtad entre los gemelos y Ralph en la historia posterior a este suceso, es evidente que resulta más urgente pensar en el bienestar del pellejo propio.