Los condenados

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En las penumbras soy una y de día soy otra, no sé como describir lo que soy porque aun lo desconozco, lo que si estoy segura es que no soy nada buena cuando me transformo, no recuerdo lo que hago, pero cuando vuelvo en mi me da miedo cundo veo lo que encuentro, si me voy al pasado todo era normal en mi vida, hasta el día en que acepte servir como conejillo de india para que probaran en mi cierto virus y sus posibles antídotos, me dijeron que no me causarían ningún daño porque el virus seria inyectado en pequeñas cantidades, lo suficiente como para causar algunos síntomas, yo estaba algo dudosa pero lo que me convenció fue la paga, era muy buena y yo estaba necesitada de dinero, hasta el momento no sé cómo acepte esa maldita idea.

Los días fueron transcurriendo de forma normal, con ciertos malestares, pensaba que era por lo mismo, duraban poco desde el momento en que me colocaban el antídoto, a veces volvían los síntomas pero eran solo momentáneos cuando el virus era resistente al antídoto, luego lo mejoraban y me lo inyectaban de nuevo y todo pasaba, un día mi cuerpo comenzó a crear resistencia y se hizo inmune a los medicamentos y los virus fueron mutando creando un ser superior a mí, que me dominaba y al cual no podía controlar, los médicos trataron de buscar la cura pero ya era tarde el mal se había apoderado de mi, poco a poco fui desarrollando mis sentidos, a veces amanecía bien y otros días muy mal, hasta que mi cuerpo se fue adaptando a esos diversos cambios.

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Así paso un tiempo y nunca volví a ser igual, sentía la necesidad de comer algo diferente, la sed no se me quitaba con nada, un día desperté y estaba toda cubierta de sangre, no entendía lo que había pasado, hasta que vi a un sobreviviente correr cuando me vio y me decía que no le hiciera daño, no podía creer que yo había causado todas esas muertes, para mí fue algo muy impactante, aturdida corrí despavorida del lugar, desde entonces me la pasaba vagando por las calles, me convertido en una depredadora, sedienta de sangre.

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Muchos me llaman el ángel de la muerte o el ángel maldito.

Sabía que me estaban siguiendo pero yo no me he dejado capturar, era muy sigilosa, no quería que siguieran experimentando conmigo, hasta que un día desperté encima del cadáver de un niño de no más de 4 años, ese día me entregue con fe de que algún día encuentren la cura de lo que tengo y así poder volver a mi vida normal.

Continuara…