Escuela de Educación de la Universidad Central de Venezuela y UPEL como temas de formación docente.

in #spanish4 years ago (edited)
ENTREVISTA AL PROFESOR VENEZOLANO DE FILOSOFÍA DEL CONOCIMIENTO ALEXANDER MORENO SOBRE TEMAS RELATIVOS A LA ESCUELA DE EDUCACIÓN DE LA UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA, LA UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR Y OTROS SOBRE FORMACIÓN DOCENTE.


IDEA CLAVE DESARROLLADA EN LA CONVERSACIÓN: "Curiosamente la Escuela de Educación de la UCV ha venido demostrando sostenidamente una indisposición de asumir la docencia como valor supremo en la formación de sus estudiantes. Signada probablemente por el valor ideológico de evadir febrilmente el modelo que de manera legítima han abrazado a lo largo del tiempo tanto los 8 Institutos Pedagógicos que conforman la UPEL como la inmensa mayoría de las Escuelas de Educación (y la Facultad de Educación de la Universidad de Carabobo), esa Escuela ha hecho todo lo posible de transitar ontológica y teleológicamente por aquellos espacios instruccionales que conforman lo tangencial, lo periférico, lo marginal a lo que es la docencia".

Soy Ana Leal Suárez; profesora de Matemáticas; compenetrada con las Universidades Pedagógica Libertador y Centroccidental Lisandro Alvarado de mi país, Venezuela. Me hallo hoy conversando con el Profesor de Filosofía Alexander Moreno, con quien desde comienzos de los ’70 vengo contando con sus enseñanzas. Está cumpliendo él en estos precisos momentos 55 años de haber ingresado a la Escuela de Educación de la Universidad Central de Venezuela, UCV, y puntualmente 51 de haber egresado de ésta. Luego de 1969 ha hecho numerosos estudios avanzados sobre todo en las áreas de la Filosofía del Conocimiento y las Ciencias Sociales; estudios que realizó en países asiáticos y en la propia UCV. Es Doctor en Ciencias Sociales allí; Profesor Emérito de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, UPEL.

A.L.S.: Profesor, lo conocemos aquí en Venezuela y en otros países como un intelectual compenetrado con la filosofía. Me doy cuenta que la carrera que usted estudió cuando joven fue Educación. ¿Por qué no eligió en ese año 1965, la carrera Filosofía?

A.M.: En ese año 1965 los muchachos que salíamos del bachillerato podíamos elegir con poquísimas restricciones la carrera que deseábamos. Yo quería efectivamente estudiar la Licenciatura en Filosofía allá en la UCV, pero en la propia capital vivía un buen tío por vía paterna, el Prof. Erasmo Moreno Carreño (egresado de las primeras promociones de Historia y Geografía del viejo y recordado Instituto Pedagógico Nacional de aquella Caracas de los '40) y él me advirtió que cuando egresara y pretendiera ejercer docencia en la escuela secundaria, me iba a encontrar con trabas enormes. “Mira Alex, si el Ministerio de Educación accede a darte un cargo cuando estés ya egresado, te remunerará como profesor no-graduado dado que esos estudios de Filosofía carecen de formación docente”. Bueno, me declaré entonces en emergencia; busqué el cuaderno que la Universidad tenía editado y que daba cuenta de los planes de estudio de todas las carreras. Advertí que, descartando esa Licenciatura, la carrera que en la Facultad de Humanidades y Educación llevaba consigo, por una parte, el mayor componente de materias de filosofía, y por otra parte, formación docente, era precisamente la de Educación.


A.L.S.: ¿Esa carrera de Educación se parecía a la especialidad que en el Instituto Pedagógico de Caracas, IPC, había y que se denominaba Filosofía y Ciencias de la Educación?

A.M.: Sí. Eran unas carreras parecidisimas. Hay que agregar que en el Instituto Pedagógico de Barquisimeto, IPB, que junto al IPC conformaban un par único de organismos de factura análoga con el cual el país contaba, poseía efectivamente la especialidad Psicología y Ciencias de la Educación. Esta especialidad encarnaba una línea parecida con la del instituto caraqueño y con la de la Escuela de Educación de la UCV.

A.L.S.: Bueno ¿y por qué usted, siendo de Barquisimeto, no escogió la especialidad que acaba de aludir; o estando ya en Caracas no escogió la que el IPC ofrecía y que hacía explícito tanto el componente filosófico como el componente educacional?

A.M.: Comparé los títulos que en tales años otorgaban los Pedagógicos con el que otorgaba la Escuela de Educación de la UCV. Los primeros decían explícitamente que el profesorado era para ejercer en los liceos y en las escuelas normales; en tanto que el que otorgaba la Escuela de Educación de la UCV asumía una expresión no limitativa, general, abierta, incluyente. Esto me gustó y no dudé en elegir esta última opción. Debo decirle, Ana, que afortunadamente esa inverosímil diferencia desapareció, sobre todo a raíz de la aparición y consolidación en 1988 de la Universidad Pedagógica Experimental Liberador, UPEL, la cual, como es sabido, es una suerte de confederación de los 8 Institutos Pedagógicos con los que cuenta el país.

A.L.S.: Es verdad, mi profe. La aparición de nuestra UPEL aisló una serie de prejuicios, la cual por mucho tiempo rompió equidad en ese sentido.

A.M.: Claro, Ana… Aunque en escasisimas ocasiones se asoma. Hace algo así como 18 años, una profesora de Literatura egresada del IPB, incluso con título de doctor logrado en una casa de estudios distinta, fue inicialmente discriminada para la admisión en un concurso de oposición para optar por una cátedra de su especialidad; ello a tenor de una universidad pública con sede en el interior del país. La directora de la Escuela de Arte en cuyo contexto se estaba dando dicho proceso de selección, era curiosamente Médico Cirujano con especialidad en Pediatría… A final de cuentas, el sentido común, la jurisprudencia y la idoneidad de la profesora D.G. hicieron que saliera airosa.

A.L.S.: Es que nuestra UPEL es un valor nacional.

A.M.: Aunque la UPEL, más que una corporación sistémicamente integrada, es un apilamiento de institutos de formación docente con rango universitario, constituye hoy por hoy una referencia académica que sin cortapisa alguna se hermana con todas las Escuelas de Educación que funcionan en nuestro país y la gigantesca Facultad de Educación de la Universidad de Carabobo, UC.. Hay que tener muy en cuenta que el IPC arranca formalmente en tiempos inmediatos a la caída de Juan Vicente Gómez. Asimismo hay que valorar que el Pedagógico de El Mácaro halla lo que son sus raíces orgánicas como centro educacional de formación docente, en ese mismo tiempo que viene luego de la muerte de Gómez. También procede tener en cuenta que los Pedagógicos de Rubio y de Mejoramiento Profesional encuentran sus génesis corporativas en los años ’50. Agrego con especial énfasis que el IPB arranca su proceso formativo en tiempos inmediatos a la caída de Marcos Pérez Jiménez. En fin, pudiéramos seguir haciendo legítimas consideraciones y valoraciones de los organismos que hoy en día conforman la UPEL en tanto institución universitaria de formación de maestros…

A.L.S.: Por cierto, profesor. Recuerdo que usted aspiró hace tiempo a ser vicerrector de la UPEL. Una vez que se superen todos estos escollos por los cuales atravesamos hoy en día los venezolanos y específicamente los universitarios, ¿renovará usted esa aspiración? ¿Aspira usted ser Rector de la UPEL?

A.M.: No, no, no. Aspiré ya en dos ocasiones. Me sobró voluntad y me faltaron, al parecer, los votos. No volveré a hacerlo. Prefiero estar de cerca con mi familia y quedarme en mi modesta oficina de Barquisimeto teniendo al frente, mi teclado y el zigzag más o menos privado de alegrías y tristezas.

A.L.S.: La UPEL y el resto de las universidades que forman maestros están hoy en día en el colmo de la desolación…

A.M.: Como usted sabe, en estos tiempos tanto la UPEL como todas las instancias universitarias que a través de la historia vienen dirigiendo sus atenciones y preponderancias a la formación de educadores, están siendo enfrentadas a unos organismos emergentes imbuidos en un claroscuro académico enorme. Dentro de esos organismos que nerviosamente funcionan bajo la faldiquera del gobierno Chávez-Maduro y que se plantean dejar sin piso a la UPEL y las Escuelas de Educación, están la tal Universidad Nacional Experimental del Magisterio Samuel Robinson; la llamada Universidad Pedagógica de Caracas Luis Antonio Bigott y otros. Debo agregar que la desolación que padecen actualmente las universidades de formación docente es absolutamente compartida con todo el sector universitario. Es una situación demencial, retrógrada, contrarrevolucionaria.

A.L.S.: Profesor Alexander, volvamos al tema de la Escuela de Educación de aquella UCV de 1965. ¿A cuál asignatura dirigió esa carrera la debida atención institucional para preparar docentemente al estudiante y formarlo por lo tanto en ello? Permítame decirle que yo por ejemplo me formé hace muchísimos años, como usted sabe, en Matemáticas en el IPB y, claro, laboré en las escuelas primarias, en las escuelas secundarias y en las universidades como docente de matemáticas… Le pregunto… ¿En qué materias formaban, pues, allá en la Escuela de Educación para que los egresados ejercieran la docencia con sentido de coherencia?

A.M.: A mí me tocó hacer los trámites de ingreso y el efectivo ingreso académico a la Escuela de Educación de la UCV teniendo yo apenas 18 años. Tenía un mes de haberlos cumplido. Uno desarrollaba la mayoría de los procedimientos administrativos, recuerdo, en la Plaza del Rectorado en largas pero soportables colas. De eso hace hoy, como usted gentilmente lo registra en este plan tertuliar, 51 años.


También recuerdo que en esa misma Plaza de Rectorado, nos inscribíamos en la Federación de Centros Universitarios, FCU, y entonces se hacía posible conocer y estrechar las manos a los grandes y aguerridos dirigentes… Los izquierdistas Juvencio Pulgar; Alexis Adam; Jorge Rodríguez , padre del psiquiatra ultrachavista que ha sido gobernante de todo en el gobienillo de Nicolás Maduro; Américo Díaz Núñez… Los copeyanos Hilarión Cardozo, Abdón Vivas Terán… Vinculadas a los primeros, se oían en tales días retumbar las febriles voces que decían: “¡Libertad para Zanoni, Sáez Mérida, Tirso Pinto!”. Concretamente en la Escuela de Educación, los dirigentes más notables fueron Luis Antonio Bigott y Luis Caraballo (izquierdistas) y Víctor Guédez (copeyano). Pero atendiendo puntualmente su pregunta, Ana, puedo decirle que esa Escuela de Educación de la UCV en esos momentos de 1965 aún estaba impregnada de la concepción que desde hacía apenas 5 años se le había institucionalmente otorgado, de servir como ente capacitador de teorías y prácticas pedagógicas para específicamente los profesores de la Universidad; vale decir, médicos, abogados, ingenieros, etc. los cuales en su formación académica, no estaban presentes materias unidas a la pedagogía.

A.L.S.: ¿Tenía mucho tiempo de creada la Escuela?

A.M.: Fue creada en 1954. Menos de 15 alumnos integraban su población. El plan de estudios original fue objeto de reiteradas revisiones. Ya en 1958 el componente filosófico fue reducido en términos de aumentar el componente técnico-pedagógico. Pero puedo decirle a usted, Ana, y a todos quienes ahora nos leen que en 1965 me hallé con un plan de estudios cuya mitad estaba impregnada de asignaturas teóricas como filosofía, historia, pedagogía, sociología y psicología, y la otra de asignaturas técnico-pedagógicas. Dentro de estas últimas recuerdo… Métodos de investigación educacional; Organización, Administración y Legislación Escolar; Evaluación Escolar; Didáctica; Estadística Aplicada a la Educación; Orientación Profesional… También otras que encarnaban aspectos teóricos con aspectos prácticos, como Educación Secundaria, Educación Preescolar…

A.L.S.: Me encanta cuando alguien habla bien o no tan bien de quienes fueron sus profesores. Díganos algo en tal sentido.

A.M.: Yo advierto que en líneas generales los docentes de esa Escuela en esa época, fueron calificados, buenos, eficientes. Claro, hubo algunos que en mi opinión no estuvieron a la altura de la referida mayoría. Sin empacho le digo que el que más en positivo me marcó fue el profesor Jesús Andrés-Lasheras, de la Cátedra de Pedagogía General.


A.L.S.: ¿Puede contarnos algo de esa cualidad del profesor que usted alude en esos términos tan positivos?

A.M.: ¡Claro! Yo recuerdo que el profesor Andrés Lasheras nos suministraba diferencialmente a cada uno de los estudiantes, un texto sobre pedagogía. Teníamos que en el debido estudio del asunto, por un lado, precisar aquellas citas en las cuales el autor había hecho una descripción (el ser) sobre el objeto asumido y por otro lado, precisar aquellas citas en las cuales el autor había hecho una normativa (el deber ser) sobre el asunto. Para tal actividad, los alumnos asumíamos en la práctica diferencial, las técnicas del subrayado y notas al margen, que los profesores Gisela González de Alvaray y J. A. Porte Acero nos habían ofrecido a tenor del Pre-Seminario de Lecturas de Obras Pedagógicas, en el primer año. Bien; luego de presentar en vivo tal trabajo, el profesor Andrés Lasheras desataba una discusión la cual en su dialéctica brotaban aprendizajes significativos. Puedo decirle, Ana, que tal técnica maravillosa la empleé como docente desde la escuela secundaria, allá en mi estancia laboral en la Barinas del año 1970, hasta la escuela del posdoctorado en varias universidades nacionales y extranjeras. Es que confrontar dialécticamente lo ontológico con lo teleológico, casi siempre genera saltos cognitivos.

A.L.S: ¿Puede nombrar otros docentes que usted, en el contexto que nos ocupa, considera notables?

A.M.: El Dr. Francisco del Olmo fue un catedrático notable en el área de Evaluación Escolar. Hubo varios que coadyuvaron sobremanera a mi formación de ciudadano aspirante de contar con una sociedad que colocara al ser humano en el centro. Los profesores Federico Montenegro (de Historia de las Ideas Pedagógicas), Aureliano Cánchica (de Didáctica), Feijoo Colomine Solarte (de Organización, Administración y Legislación Escolar), J. F. Reyes Baena. Conté con docentes excelentes en materia de Métodos de Investigación Educacional… Gisela González de Alvaray, Nacarid Rodríguez. Si bien no conté en aquel entonces con la atención docente directa, vivencial, del profesor Víctor Morles, recibí sus enseñanzas a través de sus libros y otras vías. Al tiempo nos hicimos amigos y compartimos academia sobre todo en las universidades cubanas.

A.L.S.: ¿Cómo era el trato que en general ofrecían a los estudiantes, esos profesores?

A.M.: Ana, soy ucevista desde 1965 hasta siempre. Lo asumo con orgullo. Con la dosis de las cargas subjetiva e ideológica que el tema lleva consigo, puedo decirle que en la UCV está regada una cultura por parte de los profesores, no caracterizada por la afabilidad hacia los estudiantes y hacia los colegas, sino por lo contrario. Vea usted, Ana, que las corporaciones usualmente llevan consigo unos valores ideológicos que forman parte de la correspondiente identidad. He allí las iglesias específicas, los partidos políticos concretos, en fin. ¡También las universidades puntuales, máxime cuando éstas trazan siglos en su respectivo desarrollo orgánico e histórico! La UCV es un claro ejemplo de esto. Claro, como en todo en la vida, existen excepciones personales de lo que le acabo de señalar. En este caso las excepciones son honrosas. Tengo frescas las huellas que en los '80 me dejaron docentes de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales como Esteban Emilio Mosonyi, Guillermo Alberto Rebolledo. Reitero... He hecho vida académica como estudiante y como profesor invitado en varias Escuelas y Facultades de esa casa de estudios, y lo que le expresé a usted lo he advertido sostenidamente por 55 años. He visto, inclusive, cómo mis hijos y los de no pocos de mis amigos contemporáneos, siendo ucevistas unos y otros, han padecido en diferentes grados la tendencia generalizada que en términos corporativos viene llevando consigo esa Universidad. En la UPEL y en otras universidades, he venido observando situaciones distintas.

A.L.S.: ¿Qué nos cuenta sobre sus compañeros de estudio? ¿Tiene usted en materia de afabilidad, la misma impresión que posee sobre los profesores de tales tiempos?

A.M.: En contraste con el estilo generalmente flemático y en ocasiones autoritario de los profesores de la Escuela, los alumnos de la Escuela de Educación de los '60 eran en extremo comunicativos, colaboradores, altruistas, en fin. En estos rasgos de camaradería, sobresalía la enorme legión de orientales que a la sazón hacía vida estudiantil allí. Margariteños, cumaneses, maturinenses, etc. Claro, dado que no eran numerosas las universidades que existían en la Venezuela de aquellos tiempos, en nuestra UCV y concretamente en nuestra Escuela hacían vida estudiantil, además, andinos, falconianos, deltanos, etc.

A.L.S.: Profesor, cite algunos nombres…


A.M.: Si hubo algún estudiante que brilló por su conocimiento generalizado, por su bondad con los compañeros y por su apego a la UCV, ése fue sin duda el tucupiteño Luis Antonio Bigott. Recuerdo que ante el enorme y usual contingente de alumnos reprobados en la Cátedra de Estadística, Bigott organizaba en vacaciones unos cursos de reparación en cuyos desarrollos estaban literalmente negadas las posibilidades de, como diríamos hoy, dejar de lograr los objetivos instruccionales del caso. Nutridos por las clases de ese compañero, todos aprobábamos la asignatura; claro, después de las vacaciones y muy cerca del inicio del venidero año escolar. Lo que en la prédica del profesor J. J. Espinoza Pino, docente de la Cátedra, nos resultaba con asiduidad harto difícil, pues en la voz y en la actitud pedagógica de Bigott la cosa se transfiguraba en potable, procedente, interesante. Luis Caraballo era otro estudiante solidario, aplicado. A este cumanés jamás volví a verlo. No así a Bigott; con él compartí labores, después de un lapso de casi 30 años de no comunicación; fue a instancias del Instituto Latinoamericano y Caribeño, IPLAC, con sede en La Habana. Hubo un estudiante muy querido por los análogos de la Escuela, se llamaba Miguel Hernández. Murió cuando aún no había logrado la licenciatura, creo. Hubo una compañera, P.M.B.H., con quien a lo largo del casi quinquenio de estudio y un tiempo exiguo después de haber culminado esos estudios, compartimos supremos afectos. Hubo un estupendo compañero de estudio, Jorge Furzán. Desarrollamos una amistad cotidiana y fraternal. Nos graduamos un 9 de octubre de 1969 y al poco tiempo pasó a laborar en una unidad de entrenamiento de personal del entonces Instituto Nacional de Obras Sanitarias, INOS. Al saber el asunto y estando yo desempleado, pues fui a la sede de ese organismo de cara a platicar y a que me diera luces laborales. No pude acceder a él. Jamás lo volví a ver.

A.L.S.: No quiero que se quede en el aire lo del área de conocimiento que la Escuela de Educación de la UCV privilegiaba para que los docentes formados en su seno, pudieran ejercer la profesión con sentido y con pertinencia. ¿Cómo era ese asunto?

A.M.: Con su reiterada pregunta me viene a la memoria la lapidaria expresión que un compañero de estudio hizo pública en esos años de finales de los ’60. Paradójicamente A.E.M.G., por un lado, poseía una pluma de oro, y por otro, encarnaba lo peor en materia de compañerismo… Tóxico, competitivo, agresivo… Así lo vi por años y años. El personaje escribió días después de la graduación (en un libro que hizo publicar), que la universidad lo echa a la calle como un desempleado titulado en términos de ser auxiliar de todo y especialista en nada. Me echa a la calle, reiteraba en su escrito, con esa suerte y además una necesidad enorme de ganarme la vida a punta de mi capacidad creadora y sin tener ni un centavo en el bolsillo. Esta alusión que aquí hago a la expresión del paradójico A.E.M.G. dice algo de lo que fue y quizá en cierta medida lo siga siendo, mi amada y agridulce Escuela de Educación de la UCV.

A.L.S.: Perdone, mi profe. Como hace un rato le dije… Yo estudié el profesorado y la maestría en la especialidad Matemática y en consonancia con ello, trabajé docentemente en esa materia desde la primaria hasta el nivel universitario. ¿En cuál especialidad o en cuáles especialidades los licenciados egresados de esa Escuela, colocaban su atención preferencial para el ejercicio docente?

A.M.: Resultaba muy difícil hallar con claridad una especialidad dentro del sistema educacional medio, por ejemplo, para ejercer la docencia con sentido de engranaje. Exprimiendo mi pasión entendí, una vez que me gradué, que tenía sentido que dirigiera mi atención al ejercicio docente bien en las entonces jadeantes Escuelas Normales, bien en los Institutos Pedagógicos o las Escuelas de Educación. Digo "jadeantes" toda vez que a la sazón el gobierno primero de Caldera había tomado la decisión de eliminarlas. Luego, pues, de incursionar brevemente en la histórica Escuela Normal Miguel José Sanz (Barquisimeto) y en varios liceos del país en asignaturas como Psicología; Formación Social, Moral y Cívica y otras, pude salir airoso en un aséptico proceso de selección de personal, el cual se llevó a cabo a principios de los ’70 en el Pedagógico de Barquisimeto, IPB. Ese proceso de selección preludiaba en esos inicios de los años '70, la figura de los concursos de oposición que luego se estabilizó a instancias de lo que fueron los institutos y colegios universitarios y otras figuras académico-administrativas. Recuerdo con admiración la extrema conducta de limpieza ética y gerencial que al respecto demostraron los profesores Cruz Eduardo Campos Pérez, Oscar Alfredo Barreto Díaz (ambos egresados de la especialidad de Filosofía y Ciencias de la Educación del IPC) y Ramón León Ávila (egresado de Educación de la Universidad del Zulia). La Cátedra de Filosofía Contemporánea me abrió, entonces, sus puertas diamantinas.

A.L.S.: Lo dicho por su amigo, parece entonces tener buena parte de razón…

A.M.: Ese personaje no fue mi amigo. Aun así lamenté su reciente fallecimiento en un país europeo. Bueno… también creo que lo que escribió A.E.M.G. a finales de los ’60, poseía importantes cuotas de razón a tenor de lo que fue, en alguna medida, esa Escuela de Educación y la suerte generalizada que ésta reflejó en buena parte de los egresados. Yo vengo viendo a lo largo del tiempo que viene trazando históricamente la Escuela de Educación de la Universidad Central de Venezuela, un rasgo constante en su hacer. Tal rasgo es, para decir lo menos, curioso. Trátase de la indisposición que sostenidamente traza de asumir la docencia como valor supremo en la formación de sus estudiantes. Signada probablemente por el valor ideológico de evadir febrilmente el modelo que de manera legítima han abrazado a lo largo del tiempo tanto los 8 Institutos Pedagógicos que conforman la UPEL como la inmensa mayoría de las Escuelas de Educación (y la Facultad de Educación de la Universidad de Carabobo), esa nuestra Escuela ha hecho todo lo posible de transitar ontológica y teleológicamente por aquellos espacios instruccionales que conforman lo tangencial, lo periférico, lo marginal a lo que es la docencia. Tímidamente en ocasiones la realidad le ha doblado el codo y, no sin problemas, ha admitido unos forzados convenios con unas Escuelas de la propia Universidad (de Matemática y de Ciencias Naturales) de cara a formar docentes en términos de coherencia. Ojalá tales convenios no solo hayan perdurado sino que se hayan ampliado a otros espacios académicos. Ah, pero asimismo debo exclamar que ojalá se haya vencido la moral de marras según la cual estas unidades académicas que suelen autodenominarse "Escuelas de ciencias puras" con asiduidad desprecian lo que tenga que ver con enseñanza-aprendizaje, dejando de ver esa pobre gente que toda ciencia encarna un lenguaje, un discurso. Siendo así, es la docencia un escenario diamantino en virtud del cual la ciencia no solo se muestra, sino que en buena parte, ¡se hace, se construye! Agrego... Esa moral de pacotilla existe no solo en las mal llamadas "matemáticas puras y ciencias naturales puras". En las Escuelas de Filosofía de por ahí y de por allá, la cosa es parecida. Toda esa gente que, no solo en la UCV sino en muchísimas otras casas de estudio, se cree "pura", suele usar el significante educador para que cuaje su unilateral sentido de distancia; incluso de desprecio. ¡Qué horror!

A.L.S.: Bueno, profesor Alexander. ¡Mil gracias por haber permitido que esta plática se haya dado y se haya expandido! Creo que esta primera mitad de siglo en lo que es su actividad como Profesor de Filosofía del Conocimiento, haya encontrado en esta conversación un homenaje para usted. Así lo veo, mi profe.

A.M.: Todas las gracias del mundo.

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. A la profesora Carmen Rosa Ugarte (de la Escuela de Educación de la Universidad Central de Venezuela), nuestras gracias por su valiosa asesoría en materia de cronología de los planes de estudio.

. Ugarte, C. R. (1986). La Escuela de Educación de la U.C .V.: Análisis de sus planes de Estudio. Trabajo de Ascenso. Caracas: Escuela de Educación, Universidad Central de Venezuela.

. Reconocemos el trabajo cronológico que de la Escuela de Educación de la Universidad Central de Venezuela, realizó el profesor Ramón Alexander Uzcátegui.

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