La muerte encarnada en persona: la historia del Monstruo de Los Andes
Con un mínimo de 310 asesinatos confesados, el colombiano Pedro Alonso López es probablemente el asesino en serie con más víctimas de la historia.
Nacido en la pobreza extrema en el municipio Ipiales, departemento de Nariño, es el séptimo hermano de un total de 13. Un padre que falleció antes de nacer y una madre tirana y agresiva dedicada a la prostitución (aunque ella misma lo niegue, pero se presume, por el comportamiento de Pedro, que sí se involucró en ello), serían los principales motivos para que el asesino conocido como el monstruo de Los Andes actuara de las maneras más viles imaginables.
Violado varias veces cuando tenía 8 años y otra de nuevo a los 12, Pedro pasaría años viviendo en las calles, donde aprendería a robar y consumir drogas, además de desarrollar un deseo de venganza, hacia su niñez que fue arrebatada.
Fue encarcelado por hurto y dentro de la cárcel, ya con 21 años de edad, sería nuevamente violado. Esto Pedro no lo podría superar, y como ya no era un niño indefenso, se dispuso a asesinar a los dos individuos que abusaron de él. En esta etapa de su vida, conocería lo que él llamo "el placer de matar". Salió apenas dos años después.
El deseo de venganza por arrancarle la niñez que él no tuvo a inocentes se sumó al odio ciego que tenía hacia su madre. Pedro haría desastres en la cordillera de Los Andes, entre Colombia, Perú y Ecuador. Sus víctimas serían niñas de entre 8 y 13 años de edad, la gran mayoría de raza indígena, ya que era la etnia que abundaba por esos lugares.
Asesinando a más de 100 en Colombia y "muchas más" de 100 en Perú, la última parada la efectuaría en Ecuador. Se preguntan: ¿cómo nadie pudo atrapar a un sujeto que iba violando y asesinando niñas masivamente? Los indígenas recibían muy poca atención por parte de las autoridades, y ellos mismos, al tener mucha cantidad de retoños, no prestaban mucha alerta a la desaparición de ellos, además que tampoco asistirían a la policía a denunciar.
El modus operandi de Pedro Alonso sería siempre el mismo: vigilaba durante un tiempo determinado a la víctima y cuando estuviera sola, la raptaba. También hacía como que necesitaba ayuda con algo y se las llevaba lejos. Incluso llegó a declarar que metía 4 ó 5 niñas en un hoyo para hablar con ellas, y cuando se aburría, iba en busca de más. Por supuesto, todo eso antes de abusar sexualmente de ellas para luego estrangularlas.
Pedro Alonso López era adicto al asesinato, le gustaba presenciar cómo quitaba la vida de alguien. En declaraciones suyas: "Había un momento divino cuando ponía mis manos alrededor del cuello de las niñas y observaba cómo se iba apagando la luz de sus ojos. Solo aquellos que matan saben a qué me refiero”.
Algunas de sus víctimas
Sería en Ambato, provincia de Tungurahua (Ecuador), donde sería atrapado, tras intentar raptar una niña a plena luz del día en un supermercado, él mismo admitió que "cometió un error", ya que él solía ser muy precavido, pero que la niña era demasiado hermosa y "quería poseerla ya mismo". Sería perseguido por una multitud y así, capturado por la policía.
Pedro guardaría mucho silencio en la estación, hasta que le confesó todo a un sacerdote. Llevó a los policías a uno de los lugares donde había guardado cadáveres, y efectivamente, se encontraron 53 cuerpos de infantes enterrados. En otro lugar encontrarían solo 4, enjuiciándolo por haber cometido 57 asesinatos confirmados; sin embargo, con su versión, cometió muchos más de 300 en tres países.
Fue sentenciado a 16 años (pena máxima en Ecuador), pero solo cumpliría 14 debido a su buen comportamiento.
La indignación de la gente era inmensa, tanto así que se trazó la estrategia de deportarlo a Colombia, su país de origen, para que allá pagara su respectiva condena (y hacer lo mismo después en Perú).
Sin embargo, en Colombia lo enviaron a un psiquiátrico, donde estuvo tres años tras ser declarado cuerdo. Al momento de ir a buscarlo para encerrarlo, se escaparía. Se supo que después fue a visitar a su madre para que le diera dinero, desde entonces, no se ha sabido nada sobre él.
No cabe duda que el monstruo de Los Andes está en la cúspide de los asesinos en serie, superando incluso a su compatriota Luis Alfredo Garavito.
A día de hoy, no se sabe si está vivo o muerto, lo que sí es seguro es que, de estar vivo, ha cobrado más vidas. En una declaración durante su estadía en la carcel, dijo: "Algún día, cuando esté en libertad, estaré encantado de volver a matar. Es mi misión.”
NOTA: este artículo es de mi plena autoría. Publicado primeramente para Realidad Retorcida.
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