El desvelo del crayón olvidado | Literatura

Fuente: Pixabay

En su cajita, no puede dormir como sus compañeros de viaje. Rodeado y acurrucado por el calor de un grupo de lápices y colores dispares, el tenso crayón de cera se siente atrapado. Puede sentir el suave movimiento de ser cargado en un portalápices oscuro por un chico con manos de artista, eso es algo reconfortante. Siente a su alrededor el aroma a raspaduras de sacapuntas, una goma de borrar y algo similar a un carboncillo. Pero no está muy seguro de que este ambiente sea el suyo, o de querer permanecer allí.

De un salto, todo en la cartuchera se mueve. El largo y azul crayón ha sido transportado a otro punto del portalápices. Escucha el murmullo del chico, algo desencajado. Siente unos empujones y luego un golpe contra el suelo. El muchacho está siendo víctima de un maltrato escolar. Algo común, se dice con tristeza, el chico es tímido y artístico, es el blanco de muchos ataques.

Se escucha a la distancia una figura autoritaria, que reprende con firmeza al maltratador. Distingue las palabras "Te llevaré a la enfermería" de la voz autoritaria pero amable. Y sonríe. Estará en calma, podrá dormir. Pero al llegar al espacio de aroma estéril, es sacado del portalápices sin mucha ceremonia. La enfermera le ha dado al muchacho unos papeles y este se dispone a dibujar mientras espera.

Riega por la pequeña mesa de la enfermería el contenido de su portalapices. Durante unos minutos, el creyón de cera se siente en la gloria. ¡Será usado de nuevo! Sin embargo, no dura mucho. El muchacho ahora se decanta por tintas y pasteles, y no necesita tanto el uso de un crayón. Sin embargo, se deleita con la visual a su alrededor. El cabello desprolijo del chico, concentrado en su papel. La luz cegadora que entra por la ventana gigante de la enfermería.

El tiempo pasa volando, pero el crayón no lo nota. Está muy feliz, ensimismado pensando en la nada y en el todo. Empieza a sentirse adormilado y se esconde un poco bajo una pila de papeles. No le dará tanto la luz, pero la tibieza del sol lo mantendrá cómodo en este espacio helado. Pero el chico recoge sus pertenencias apresuradamente apenas llega su madre, y le deja olvidado en la mesa junto a un bajalenguas que le dieron para entretenerlo.

El crayón siente como el mundo se le viene abajo. Su dueño, su pequeño niño artista, lo ha dejado botado en un espacio sin identidad, donde lo más colorido es él, y las caricaturas anatómicas que adornan las estériles paredes. Llora un poco, e intenta llamar la atención de la enfermera. Esta lo ignora y la ansiedad se dispara. ¿Será su vida siempre estar en este espacio, olvidado? Las horas pasan y el crayón azul, sin nada que perder, se dedica a llorar en silencio. Está solo, no será usado. Tan joven, tanto potencial desperdiciado.

La enfermera se levanta al sonar la campana y empieza a poner todo en orden. El crayón siente pena por sí mismo. Si, en efecto. Esta joven enfermera lo desechará, lo echará a la basura como está haciendo con todos los restos indeseados sobre otras superficies. Papeles, hojas, y demás. Será olvidado, será nada. Pero justo cuando acomoda los papeles junto a él, la enfermera se detiene y lo mira con una expresión caprichosa.

Para su sorpresa, la joven enfermera lo toma y lo coloca en el bolsillo de su cartera. El crayón ya no sabe cómo sentirse. Ahora se aleja más de su pequeño dueño. Aunque no lo use, él desea estar con el chico. A lo mejor se antoja de un acento con su color y no lo tendrá a mano. Seguro vendrá a buscarlo. ¿No? La chica entra a un auto y lo enciende, y siente los movimientos del coche a lo largo de una vía transitada. Se aleja tanto que sabe que nunca más verá al muchacho. Seguro lo usará para anotar víveres, o alguna otra cosa tan poco creativa como esa. Suspira para su adentros. Quiere ser arte, no una conveniencia.

Mientras tiembla de miedo por su futuro, la muchacha llega a su hogar. Le da la bienvenida un cachorro, al que trata con ternura y cariño. Escucha desde el bolso como se prepara comida, como se baña y como sale a pasear a su mascota. Esta casa parece ser un espacio pequeño, porque los ruidos están tan, pero tan cerca. La oye volver y tomar el bolso. Lo saca y puede ver su alrededor.

Es un espacio con iluminación suave, casi totalmente del sol. La chica está con su estómago descubierto, y su cabello en un moño desordenado encima de su cabeza. Se ve tan... poco médica. Se pregunta qué pasa, pero ella lo toma y dice "Eras justo el color que necesito" y durante un segundo, no entiende. Luego ella lo pone en sus manos y ahí está, lleno de propósito. Al mirar a su alrededor, lo ve. En el suelo, apoyados contra las paredes, muchas pinturas esperan, están buscando un hogar definitivo.

La chica, enfermera de profesión, es artista de corazón. Y lo toma con propósito, con un punto maravilloso que lo emociona. Se pone frente a un bastidor y toma su roma punta para hacer un bosquejo. Luego lo acompaña un arcoiris de azules, maravillosos tonos que complementan la ola hecha de cera y que derrite suavemente con el calor de un secador de cabello. Raspa los trozos sobre la tela, los moldea y los mezcla como quiere. Una artista, se dice el crayón, vine a las manos de una verdadera artista.

Y ahora, el crayón no puede dormir, pero por una razón completamente diferente. Ahora, sus sueños más locos se han vuelto parte de su realidad. Es arte, está en piezas que serán exhibidas. Por eso están ahí esas otras obras, esperando una pared en la cual lucirse luego de la exhibición. El creyón azul, antes olvidado, se desvela por su potencial inesperado. ¡Que felicidad ser apreciado!

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¿Te has sentido como el crayón azul?

A veces, creemos que hemos sido olvidados. Y que no logramos cumplir nuestro propósito, pero sorpresa: ¡Es que no estábamos en el lugar, momento, ni situación correcta! Seamos esta muchacha, que ve el potencial en un crayón azul olvidado. Seamos el crayón, que ve el potencial infinito de un propósito mayor al que conocía.

-A.