Blockchain y la Torre de Babel
Por Covadonga Fernández
Quiero agradecer a Toni Caradonna, director del Primer Festival Internacional de Innovación de Cine de la multilinguística ciudad de Berna, haberme permitido dirigirme a todos ustedes en español, mi idioma. Como saben, el español es el segundo idioma más hablado en el mundo, tras el chino mandarín, y el tercero más hablado en Internet, después del inglés y del chino.
Mi ponencia lleva por título «Blockchain Media: la caída de la Torre de Babel». Blockchain Media es el sitio que he creado en español para seguir el proceso de descentralización de las industrias culturales y creativas en el mundo, como consecuencia de la aplicación de la tecnología blockchain. La segunda parte del título —la caída de la Torre de Babel— es porque, afortunadamente, las palabras siempre ganan, ya que apuntan al corazón. Así, pese a que el idioma mayoritario que se habla en blockchain es el inglés, gracias a las personas que me he ido encontrando en el camino de Internet, he conseguido que cientos de personas que no hablan mi mismo idioma se hayan interesado por mi proyecto y lo hayan apoyado.
Me figuro que ustedes saben qué es la Torre de Babel y lo que significa su caída. La Torre de Babel es una leyenda bíblica (Antiguo Testamento) en la que, con su caída, se da cuenta del nacimiento de la pluralidad lingüística en el mundo. En un mundo que hablaba una única lengua, los hombres quisieron edificar una torre que llegase al cielo. Ésta era la Torre de Babel. Dios, para impedirlo, hizo que los arquitectos empezasen a hablar distintas lenguas y a no entenderse. Un mito que nos lleva a la reflexión: ¿es necesario hablar la misma lengua para entenderse y colaborar? ¿La acción divina fue un castigo o un premio? Yo creo que nos premió con la pluralidad lingüística, con la posibilidad de hacer comunidad alrededor de la lengua.
Así, entiendo esta oportunidad de expresarme en mi idioma nativo como un reconocimiento y homenaje a la pluralidad lingüística, a las casi 2.500 lenguas que, según los estudiosos, podrían desaparecer como consecuencia de las reglas que rigen la era digital en la que estamos inmersos.
Hoy, esa Torre de Babel se llama Internet, está construida sobre el suelo digital y parece que sólo habla una única lengua: el inglés. Que conste que no estoy en contra del inglés, aunque me cueste aprenderlo, sino en contra de la falta de pluralidad.
Se calcula que cada dos semanas muere una lengua en el mundo. De hecho, la Organización de Naciones Unidas ha declarado 2019 como el Año Internacional de las Lenguas Indígenas.
El matemático y lingüista computacional húngaro, AndrásKornai, que lleva años investigando lo que él define como la muerte digital de los idiomas, estuvo a finales del año pasado en España y afirmó en una entrevista concedida al diario Noticias de Navarra que el hecho de que una lengua no esté en Wikipedia significa su muerte digital. A las lenguas que dominan el escenario virtual, Kornai las llama hiperconectadas. Entre ellas, además del inglés, cita el español, el japonés, el árabe, el portugués y, sobre todo, el chino mandarín, con sus más de mil millones de hablantes y cuyo uso en el mundo digital superará al inglés en poco tiempo.
Kornai considera que el 95 por ciento de las 8.000 lenguas y dialectos que existen en el mundo probablemente nunca den el paso digital, lo que significa que, siendo optimistas, sólo sobrevivirán entre 150 y 200 idiomas. Sin duda, este hecho nos conduce a una dramática pérdida de diversidad.
Resulta paradójico que lo que no han conseguido ejércitos victoriosos o colonizadores a lo largo de los siglos lo consigan asistentes digitales como Siri y Alexa. El Internet de las cosas nos permitirá hablar con robots, con nuestros frigoríficos o con nuestras lavadoras, pero muchos de estos aparatos estarán programados para que les hablemos en las lenguas mayoritarias, porque las comunidades lingüísticas pequeñas no interesan económicamente a las grandes compañías tecnológicas.
Esto es lo que está sucediendo con el islandés, pues al ser un idioma que sólo hablan poco más de 300.000 personas en el mundo, los teléfonos inteligentes y los grandes gigantes tecnológicos como Facebook, Youtube o Netflixlo han obviado como lengua. Nadie utiliza el islandés en Internet y, como consecuencia, los jóvenes islandeses han dejado de usarlo en la red. Utilizan el inglés para comunicarse con el mundo exterior. Por este motivo, los lingüistas advierten que corre un riesgo serio de morir.
Como reconoce The Guardian en un magnífico reportaje, el islandés, un idioma que se escribió en piel de becerro entre los años 1200 y 1300 después de Cristo, está hundiéndose en un océano de inglés. EiríkurRögnvaldsson, profesor de Lengua y lingüística islandesa en la Universidad de Islandia, explica que cuando una lengua mayoritaria en el mundo real se convierte en una lengua minoritaria en el mundo digital se llama «minorización digital».
En Holanda, el uso del inglés en la educación superior está tan extendido que un grupo de profesores universitarios han alertado de un lingüicidio inminente. Por ejemplo, el 60 por ciento de los programas de maestría de la Universidad de Utrecht son en inglés. Este grupo de profesores, preocupados por la incidencia que la situación puede tener en la supervivencia del idioma holandés, han exigido al gobierno que prohíba a las universidades crear nuevos cursos en inglés hasta que no se realice un estudio sobre el impacto que el uso masivo del inglés está teniendo sobre la lengua holandesa.
Annette de Groot, profesora de Lingüística en la Universidad de Ámsterdam, se pregunta: ¿qué sucederá con la identidad de un pueblo en un país en el que el idioma nativo ya no es el principal en la educación superior? La respuesta de esta profesora a la BBC es que el holandés se deteriorará y su vitalidad como idioma desaparecerá. A esta situación ella lo llama «bilingüismo desequilibrado», que consiste en agregar un poco de inglés y perder un poco de holandés.
Según el estudio «Las lenguas de Europa en la era digital», realizado por META-NET, una red de excelencia europea que cuenta con 60 centros de investigación en 34 países, 21 lenguas europeas se encuentran en peligro de extinción digital. Además del islandés, que he citado antes, el informe señala el letón, el lituano y el maltés.
Si el idioma mayoritario en Internet es el inglés, en el ámbito de blockchain podría decirse que el inglés domina todas las esferas donde está presente esta tecnología. Desde el desarrollo del software, hasta los lugares donde se relaciona la comunidad, como Telegram, Discord o Reddit. Lo mismo sucede con las conferencias internacionales. Incluso en las que se celebran en países de habla no inglesa, muchas veces el idioma elegido es el inglés.
En los medios de comunicación, las informaciones de los periodistas que escriben en inglés obtienen mayor reputación y repercusión tan sólo por el hecho de que están escritas en el idioma mayoritario del ecosistemablockchain. Al final, la centralización del idioma produce un efecto bola de nieve que lo arrasa todo. Incluso lo más importante: las ganas de hacer y compartir. La historia ha demostrado que las lenguas son armas cargadas de futuro para favorecer la inclusión social y la alfabetización y reducir así la brecha entre ricos y pobres.
Con blockchain, la Torre de Babel parece haberse reconstruido de nuevo, pero en esta ocasión con unos cimientos más fuertes en forma de bits, algoritmos, inteligencia artificial, Internet de las cosas, big data,robots y toda la corte de tecnologías que conforman laCuarta Revolución Industrial. A la brecha digital que estas tecnologías están abriendo en la sociedad sería irresponsable añadir una brecha más: la del idioma.
El discurso global acerca de que blockchain nos traerá un Internet más abierto y descentralizado entra en contradicción con la centralización del idioma que se está produciendo. Centralizar la descentralización en un solo idioma, además de crear profundas desigualdades de oportunidades, nos conduce a un mundo mucho más homogéneo, menos interesante, acogedor, rico, amable y diverso.
Podría decirse que en el seno de blockchain surge la tensión entre globalización y multiculturalidad. La pregunta es si es posible una globalización multicultural. La respuesta podría estar en la inclusión financiera que blockchain es capaz de proporcionar a los más de 1.700 millones de personas que se encuentran desbancarizadasen el mundo. De esta cifra, la mayor parte son mujeres.
Blockchain ya está ayudando a cerrar la brecha entre ricos y pobres, al permitir transferir dinero sin necesidad de contar con una cuenta corriente. Sólo es necesario un teléfono móvil y alrededor de mil millones de adultos excluidos financieramente poseen teléfonos móviles y más de 480 millones cuenta con acceso a Internet, según cifras del Banco Mundial.
Se da la circunstancia de que casi la mitad de las personas no bancarizadas viven en India, China, Pakistán, Indonesia, Nigeria, México y Bangladesh, donde el idioma nativo no es el inglés. Andreas Antonopoulos, una de las personas con más predicamento dentro de la comunidadbitcoiner, contó recientemente en una entrevista concedida a CoinTelegraph que su perspectiva sobre lo que era Bitcoin cambió por completo cuando visitó Argentina por primera vez en 2013. Andreas explicó que en la mayoría de los lugares donde va del mundo desarrollado, además de explicar cómo funciona Bitcoin, también tiene que explicar por qué es necesario. En Argentina ya saben porqué es necesario y sólo quieren saber cuándo y cómo será de rápida su adopción.
Iván Kaleja, uno de los integrantes de la organización global Blockchain for Humanity, cuenta que la diferencia más grande entre europeos y sudamericanos al hablar de Bitcoin es que los primeros se cuestionan para qué comprarlo y los segundos sólo quieren saber cómo obtenerlo. Los habitantes desbancarizados en América Latina representan más del sesenta por ciento de la población y, sin duda, las criptomonedas pueden jugar un papel fundamental para favorecer la inclusión financiera.
Naciones Unidas ya está explorando el uso de blockchainpara cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. También lo están haciendo jóvenes compañías como BanQu, que está creando identidades económicas portátiles para conectar a los refugiados, los desplazados y a los más pobres del mundo con la economía global.
Ashish Gadnis, uno de los fundadores de BanQu, explica que la exclusión financiera se manifiesta de diferentes maneras: refugiados, desastres naturales, víctimas o hambrunas producidas por la sequía, y que todas estas personas pierden la noción básica de dignidad, relacionada con la identidad de un individuo. Gadnis cita como ejemplo que veinte años después del conflicto en Somalia, todavía haya más de 500.000 refugiados en Kenia que son apátridas y no tienen medios para ingresar a la economía mundial.
EthicHub, una plataforma de origen español, trabaja por la inclusión financiera en el sector agrícola, conectando a personas que quieren invertir con comunidades agrícolas pequeñas y rentables en todo el mundo. Los agricultores representan una parte importante de la población desbancarizada en el mundo. Millones de agricultores que viven en países en vías de desarrollo, al no poder acceder a los servicios financieros tradicionales, sólo pueden conseguir préstamos locales en efectivo, con tasas de interés altísimas.
Todos estos proyectos desarrollados son ya realidades que, trabajando con la desintermediación que permite blockchain, facilitan superar obstáculos para esa integración financiera y la posibilidad de un primer impulso para que numerosas comunidades puedan acceder a una vida digna. Así, se han removido muchos obstáculos. Pero para que proyectos como éstos sigan creciendo hace falta remover un obstáculo importante, como es el de la adaptación a la pluralidad lingüística, el paso hacia la descentralización lingüística. No es fácil y supone un reto que ahora mismo tiene el propio proceso de globalización. Un proceso que sirve para afrontar problemas que nos son comunes, como el de la pobreza o el del cambio climático; pero que, al mismo tiempo, mucha gente ve como una amenaza o como algo extraño, por el solo hecho de que también la globalización tiende a hablarse en una sola lengua.
Blockchain es una piedra más en ese proceso de globalización; pero con sus comunidades en bloques puede servir para poner en marcha múltiples comunidades que, hablando su propia lengua y en su propia cultura, participen en el proceso de globalización.
Para terminar, quisiera expresar un deseo: que si la tecnología blockchain no gana la batalla de la descentralización del idioma, que, al menos, contribuya a la conservación de todas las lenguas. En la actualidad existe el Proyecto Idiomas en Peligro de Extinción, lanzado en 2012 con ayuda de Google. Actualmente está gestionado por el Consejo Cultural de los Primeros Pueblos y por el departamento de Lingüística de la Universidad de Hawai en Manoa. Por ejemplo, en este proyecto se podría aplicar blockchain para el intercambio de palabras en desuso entre pares.
Aquí dejo el reto: aplicar blockchain para salvar las 2.500 lenguas que se encuentran en peligro de extinción.
Ponencia de Covadonga Fernández en: https://innovationfilmfestival.ch/speakers/
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