Dick y Nolan ~ Intervención: Una divertida y problemática segunda oportunidad (Novela) [4/26]

in #spanish7 years ago (edited)

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Corría a toda velocidad por el pasillo del gran edificio de Ciencias y Tecnologías, tratando de esquivar a las personas en mi camino, al mismo tiempo iba rezando para no caerme y quedar en ridículo frente a toda la población estudiantil el primer día de clases; aunque una parte de mi mente me decía que no había forma en la que no quedara en ridículo frente a los demás así que, qué más daba si era entonces o luego.

Aún así seguí corriendo. Sin detenerme, saqué del bolsillo del pantalón el horario de clases y busqué el número de aula, miré hacia la puerta más cercana para ver el número en la puerta, y fue entonces cuando me di cuenta de que debía subir las escaleras para llegar al segundo piso. Aumenté la velocidad, rogando que mis piernas no me fallaran como siempre hacían.

Cuando llegué a la puerta de mi clase, completamente sudada y sin aliento, miré mi reloj de pulsera, aún con todos mis esfuerzos, y el maravilloso milagro de no haberme caído en el camino, llegaba con veinte minutos de retraso. Mis oraciones se hicieron más intensas mientras abría la puerta.

Quedé petrificada en la entraba, mientras veía como todos los estudiantes del salón estaban... ¿Dormidos? ¿Desmayados? ¡¿Muertos?! Aquello era increíblemente desconcertante, debían de estar unas cuarenta personas en el lugar y todos, desde aquellos en los puestos superiores hasta los de la primera línea estaban en el mismo estado.

Se encontraban sentados en sus sillas, pero con el resto del cuerpo apoyado en la mesa. Había lápices y cuadernos tirados por todo el piso; en una de las esquinas, junto a la cesta de basura, dos chicos estaban tirados en el suelo, uno encima del otro, ambos tenían un lápiz en la mano, como si hubiesen estado afilando sus lápices cuando... Sucedió lo que sea que haya pasado.

Tragué con dificultad pero me adelanté unos pasos más y me miré hacia el escritorio del profesor. Allí estaba el que debía ser el Señor Thompson, desparramado sobre su mesa, en el mismo estado que todos los demás, pero junto a su cabeza, sentado sobre el escritorio y con las piernas cruzadas, estaba un chico, un chico despierto.

Era rubio y sus rizos le llegaban a los hombros, su piel era muy blanca, iba vestido con unos jeans gastados y una franela negra debajo de una chaqueta de cuero rojo. Era alto y delgado, tenía una sutil barba rubia de unos pocos días perfectamente cuidada, y era tan condenadamente apuesto que no inspiraba ni una pizca de confianza, eso y el hecho de que era la única persona despierta en medio de aquel caos, además su actitud dejaba claro que no estaba ahí para ayudar.

Tenía en las manos una fina vara de madera con la que tocaba repetidamente la cabeza de mi inconsciente profesor de matemáticas, como un niño que verifica si el perro tirado en medio de la carretera está muerto. Tocaba repetidamente las gordas mejillas del hombre y luego se dispuso a jugar con su nariz. Lancé un gritó de susto ante un pensamiento aterrador.

¿Está muerto el señor Thompson? - me pregunté, y un sollozo escapó de mis labios. Al escucharme el chico se giró sorprendido y entonces me sonrió alegremente; su sonrisa era deslumbrante, de perfectos dientes blancos como la más pura de las nieves, sus ojos azules mostraban una alegría que me desconcertó completamente.

– ¡Sabrina! Por fin llegas – dijo soltando la vara y bajando las piernas de la mesa, se acomodó en el borde de esta y empezó a mecerlas en el aire – Aunque déjame decirte que llegas un poco tarde – apretó sus labios en gesto de reproche, y con el pulgar sobre su hombro, me señaló el gran reloj de pared que estaba tras de él – Por lo que me contaron de ti habría jurado que eras un poco más puntual – chasqueó la lengua y luego se encogió de hombros. – Pero bueno, ya yo me encargué de eso, nadie ha notado tu pequeño retraso, así que tranquila – me miró con malicia y sonrió al desviar su mirada por el salón lleno de chicos desmayados, tirados sobre las mesas y el suelo.

Eso era increíble, todas esas personas estaban inconscientes y ese niño estaba dándome a entender que tenía algo que ver en el asunto, y lo peor era que no se mostraba ni un poco avergonzado o arrepentido por eso.

– ¿Tú hiciste esto? – pregunté con voz temblorosa, tratando de oírme por encima de los acelerados latidos de mi corazón.

Él asintió sonriendo nuevamente y me guiñó un ojo. Mis ojos por otro lado, estaban tan abiertos que sentí que se me iban a salir de la cara. Los nervios me iban a matar, él había... ¿Lastimado a mis compañeros de clases? Este chico de contextura promedio pudo de algún modo noquear a más de treinta personas en tan sólo unos minutos y sin ayuda.

¿Cómo es eso posible? - pensé con terror, porque ese chico podría ser un delincuente peligroso y yo estaba parada ahí en medio del salón sola e indefensa ante él.

Por un segundo tuve intenciones de salir corriendo, pensé que si me giraba rápidamente podría escapar con facilidad, ya que entre la puerta y yo estaba el camino libre y dado que él se encontraba a unos metros de distancia de mí, aún sobre el escritorio del señor Thompson, las probabilidades se inclinaban un poco a mi favor. Pero teniendo en cuenta lo torpe que era y recordando que de algún modo este chico acabó con todas estas personas él solo, o al menos eso parecía, en ese caso las probabilidades le daban toda la victoria a él, sin duda alguna.

Sin embargo, en cualquier caso, todo esto estaba ocurriendo en mi cabeza, porque en realidad yo estaba anclada al suelo, mis piernas no se movían ni por unos milímetros por más que mi cerebro las instaba a moverse, no sabía si por cansancio a mi carrera previa o simplemente por el pánico, pero sabía que a la hora de una huida mis piernas no serían de ninguna ayuda, pero aún así debía encontrar la manera, tenía que salir de ahí cuanto antes.

Él me miró en silencio durante los segundos que duró mi análisis, hizo una mueca con la boca nuevamente y ladeo la cabeza mirándome con burla, al parecer captando mis intenciones.

– Mmm... ¿Ya te quieres ir? ¿Tan rápido? ¿No crees que es un poco malagradecido de tu parte? Digo, después de todo, esto... – dijo abanicando su mano izquierda hacia donde estaban los chicos inconscientes y luego señalando directamente al hombre a su lado – Lo hice sólo para ayudarte.

Me sonrió abiertamente y con actitud amenazante, para luego encogerse de hombros, dedicándome una mirada desafiante, pero irónicamente quedaba claro que sólo quería provocarme, mas no asustarme, y si me ponía a pensarlo... En ningún momento vi de él algún gesto realmente amenazador hacia mí. Es decir, sí, la situación me espeluznaba, pero el chico no intentó acercarse a pesar de todo, ni me dijo nada abiertamente agresivo, así que respiré con dificultad y tomando aire logré articular las palabras.

– ¿Quién eres y qué estás haciendo aquí? – pregunté tratando de disimular el temblor de mis labios, su mirada se tornó más amable pero sin que su sonrisa perdiera el aire desafiante.

– Tranquila cariño, no soy ningún loco psicópata, no te dañaré... Estoy aquí para ayudarte – dijo en tono indiferente ladeando la cabeza. Pero antes de que pudiera responder, de la nada apareció otro joven, y todo lo demás perdió importancia, porque sí, ese otro chico simplemente apareció ante nosotros, así sin más, en un momento no estaba y al siguiente se estaba acercando a nosotros.

Era un poco más pequeño que el otro joven, pero mucho más musculoso, aunque no era realmente musculoso, simplemente su contextura era más ancha y fuerte que el chico rubio. Su piel oscura como el chocolate era tersa, casi tan perfecta como la del rubio que parecía porcelana, y casi no tenía cabello, tenía simplemente como una sombra oscura que cubría su cabeza, sus ojos eran casi negros y salvo por sus gruesas cejas los rasgos de su cara eran muy finos.

Estaba perfectamente afeitado e iba vestido con un ligero suéter blanco cuya capucha colgaba en la parte trasera de su espalda, con las mangas recogidas hasta sus codos, unos impecables jeans azul pálido y unas zapatillas deportivas, vestía tan casual como el otro pero sin el aire de chico malo. Llegó agitado y con una expresión de disgusto en su rostro, apuntando repetidamente con el dedo índice al de la chaqueta roja.

– ¡TÚ! ¡Sabía que ibas a estar aquí! – dijo en tono de reproche y dando un paso hacia él. El rubio arrugó un poco la frente con confusión pero sin acobardarse ante la acusación.

– Claro que estoy aquí, tenemos una cita con Sabrina ¿Recuerdas? – respondió estirando su mano hacia mí.

¿Tenían una cita conmigo? ¿De qué está hablando? - pensé desconcertada pero sin abrir la boca, yo jamás había visto a esos dos en mi vida. El chico de blanco empezó a negar enérgicamente con la cabeza ante su comentario y dio otro paso más hacia él.

– Sí, pero no era necesario venir hasta acá. ¡Teníamos que esperarla en su casa!, recuerda lo que nos dijeron, no debemos... – al girarse me vio, y en su cara se veía la sorpresa, era como si no hubiera notado mi presencia antes. – ¡Sabrina! Estás aquí... ¡Que gusto conocerte! – Hizo ademán de acercarse a mí con las manos extendida, pero entonces su mirada se desvió de mi cara al resto de la clase, a los chicos totalmente inconsciente y desplomados por todas partes. Frenó en seco y se giró bruscamente hacia el rubio.

–> ¡¿QUÉ HICISTE?! ¿No nos advirtieron sobre esto? ¿Se te olvidó el entrenamiento? ¡Se supone que no debemos jugar con ellos! – el otro se encogió de hombros nuevamente, ya ese gesto me estaba sacando de quicio, e hizo un gesto con la mano quitándole importancia al asunto.

Yo no entendía nada y mi paciencia se estaba agotando, tenía ya diez minutos ahí y aún no tenía ni la más remota idea de lo que estaba pasando, así que armándome de valor y logrando mover las piernas por fin y me acerqué a ellos paso a paso.

– ¿Quién demonios son ustedes? – Pregunté mientras caminaba ahora con más velocidad, pero tropecé con una pila de cuadernos en el suelo y estuve a punto de caer, como pude me sujeté de la pared logrando reponerme a tiempo, solté una maldición en voz baja y el de blanco me miró y me apuntó con su dedo.

– ¡No maldigas jovencita! – dijo enérgicamente, reprendiéndome por mi vulgar elección de palabras.

– ¡Maldice todo lo que quieras! No le prestes atención a este santurrón, se cree mejor que todo el mundo y cree que puede ir por ahí diciéndole a todos qué hacer – añadió a gritos el rubio – ¡A mí no me señales con ese dedo! – dijo cuando el joven de blanco giró con rapidez y lo apuntó a la cara acercándose a él.

El rubio levantó su mano y con un golpe desvió el dedo del moreno. Y entonces ocurrió lo más ridículo que podía pasar, lo último que hubiese cruzado por mi mente... Estos dos grandes y adultos hombres empezaron a pelearse con sus dedos violentamente. Tenían sus dedos índices uno contra el otro haciendo un esfuerzo por hacer retroceder al otro. El moreno mantenía sus labios fruncidos, mientras que el rubio mostraba sus dientes con rabia, podía ver sus manos temblar por el esfuerzo, y así estuvieron por unos minutos mientras mi sorpresa me mantenía nuevamente incapacitada para hablar, pero de pronto la pelea pasó de ser sólo de manos a algo realmente físico, en un instante se tomaron de las camisas y empezaron a forcejear.

Yo estaba parada frente a ellos con la boca abierta sin poder creerme lo que estaba viendo. ¿Era el chico de blanco cómplice del rubio? ¿A qué se referían con eso de que tenían una cita conmigo? ¡¿Y por qué demonios estaban peleando?! Noté como el rubio logró meterle un dedo en el ojo al otro, y entonces este con ojos desorbitados por la rabia saltó sobre él tumbándolo en el proceso... Al instante siguiente estaban los dos girando sobre el suelo dándose verdaderos puñetazos.

Era un "Toma y Dame" que duró unos minutos y juraría que vi al chico del suéter blanco morder al otro por encima de su chaqueta de cuero. Todo eso era inaudito, di unos pasos al frente, tomé los hombros del rubio, que para ese entonces ya estaba arriba del otro. y con mucho esfuerzo logré separarlos, el rubio cayó sobre su trasero y cuando el moreno quiso levantarse, tomé a cada uno por las orejas.

– ¡Ya basta! ¡Demonios! ¡En este instante me van a decir ¿Quiénes son y qué están haciendo aquí?! – dije ya muy molesta y desconcertada, el de la chaqueta me sonrió, pero hizo un gesto de dolor al sentir el apretón de mis dedos.

– No hables en plural, sólo hay un demonio aquí, y ese soy yo, ya quisiera este parecerse a mí – dijo señalando al otro joven, que intentó volver a atacarlo pero se detuvo cuando apreté con más fuerza su oreja. El rubio le sacó la lengua y empezó a reír burlón, entonces fue el turno de apretarle la oreja a él, gritó pero luego se quedó tranquilo.

¡Dios, son unos niños! - Pensé irritada, cuando estuve segura de que se habían calmado los solté y me alejé de ellos sin quitarle la vista de encima.

– Ahora, me van a decir quiénes son, y quiero la verdad, no estúpidas frases crípticas – miré primero a uno y luego al otro, ambos estaban me devolvieron la mirada muy tranquilos, pero fue el rubio el que habló primero.

– Me llamo Dick y soy tu humilde servidor por los próximos treinta días – se inclinó a modo de reverencia – Y él es Nolan, una patada en tu trasero por los próximos treinta días – Nolan se giró hacia él con los ojos como platos y lo señaló. – ¡¿Qué te dije de ese dedo?! – respondió Dick al gesto, y antes de poder evitarlo, empezaron a pelearse otra vez.
Rodando por el suelo Nolan logró alcanzar la vara con la que Dick había estado golpeando al señor Thompson unos minutos atrás, lo tomó de los cabellos y empezó a golpearlo con ella, pero Dick le barrió los pies con una patada y volvieron a caer al suelo.

– ¡Ya basta! Dick, Nolan ¡COMPÓRTENSE! – Ambos se pusieron de pie de un salto y mirándome se fueron a lados opuestos del salón.

– No era necesario que nos gritaras así mamá – dijo Nolan con el tono de niño berrinchudo, le lancé una mirada furiosa y él levantó ambas manos en señal de rendición – No dije nada... No-dije-nada.

– Bien, ahora empecemos de nuevo... ¿A qué te refieres con eso de los treinta días? – le pregunté a Dick cuyos cabellos estaban enredados y apuntaban en direcciones diferentes.

Pero de pronto, con un súbito recuerdo del sueño de la noche anterior lo supe, Un mes había dicho La Muerte en mi sueño... Treinta días. Fue Nolan, con su camisa arrugada y fuera de lugar, quien se acercó a mí y me puso una mano sobre el hombro.

– Vinimos porque nos asignaron tu caso, estamos aquí para ser tus consejeros, yo soy Nolan y él es Dick, como ya te dijo mi compañero. – Dick sonrió y pasó un brazo por los hombros de Nolan, como si minutos antes no se hubiesen estado golpeando violentamente.

– ¡Saluda a tu nueva y mejorada conciencia! – dijo Dick sonriéndome, y vi como Nolan abrió un poco sus manos en teatral de presentación. Yo los miré confundida primero a uno y luego al otro.

– ¿Mi conciencia? Pero... – suspiré con cansancio – Sé que es ridículo pero... ¿No se supone que mi conciencia deben ser... Ya saben... Un ángel y un demonio que se parecen mucho a mí, son más pequeños y están sobre mis hombros siempre? Bueno, eso es lo que siempre he visto en películas.

Nolan me miró con la cabeza inclinada y las cejas fruncidas, intercambió una mirada de duda con Dick antes de hablarme.

– En efecto, tu conciencia sí se parece a ti pero... No en un sentido muy... Literal, y además... – entonces hizo aparecer mágicamente una libreta y empezó a revisarla, hecho que me hizo saltar de sorpresa en mi lugar.

¿Cómo demonios hizo eso? - pensé perpleja, aunque luego comprendí que no resultaba tan extraño considerando mi conversación con La Muerte la noche anterior y cómo Nolan simplemente había aparecido en el salón con un simple ¡puff!

Sacudí la cabeza desechando cualquier otro pensamiento y presté atención a Nolan que seguía hablando.

–> Tengo entendido que ella fue despedida y por eso estamos aquí, para reemplazarla... ¿No? – comenzó hablándome a mí pero terminó mirando a Dick, este se llevó la mano al pecho con gesto dramático.

– ¡Pobre, no lo vio venir y ahora está desempleada! – Nolan lo ignoró y siguió hablando.

– Nosotros no tenemos que parecernos a ti Sabrina, somos... Sustitutos, nuestra personalidad puede perfectamente ser diferente a la tuya, aunque tienes razón, en estos casos debe haber un ángel y un demonio, verás, yo soy el bueno... Él es el malo – dijo señalando a Dick, este me sonrió.

– Prefiero considerarme a mí mismo como El Divertido – comentó Dick con burla – Y eso de que tenemos que ser pequeños no aplica a nosotros, por ser sustitutos, y bueno... Con relación a lo de los hombros... – sonrió antes de chasquear los dedos a Nolan y señaló en mi dirección.

Antes de darme cuenta los tenía a los dos a mi lado, Nolan estaba agachado poniendo sus manos como apoyo para que Dick pusiera su pie, entonces este me puso la mano en el hombro y se impulsó hacia arriba. Sentí el tirón en mi cabello cuando estuvo a punto de caerse, pero luego se sujetó de mi cuello para seguir impulsándose, Nolan se iba levantando poco a poco tratando de subir al otro. Tardé unos segundos, pero cuando Dick puso su mano sobre mi cabeza y empezó a voltearse, fue que comprendí que lo que pretendía era montarse en mi hombro.

¡¿Qué demonios?!

– ¡NO, NO, NO, está bien, déjenlo así!... Sólo era curiosidad... No sé ni por qué lo dije. No es necesario – dije agitada y Nolan se levantó, dejó caer a Dick y empezó a asentir con la cabeza, pero pude notar que ambos sonreían.

– Sí, creo que es lo mejor, ahora que lo pienso no estoy seguro de que puedas con los dos – me dijo Nolan y supe que se estaban burlando de mí.

– Ademas, eso de andar como lorito tuerto en hombro pirata no me atrae para nada – dijo Dick sentándose nuevamente en el escritorio. Yo moví mi cuello de un lado a otro esperando que pasara el dolor.

– ¡Qué tonto eres! El tuerto es el pirata, no el loro ¿Es que acaso no sabes nada? – dijo Nolan a Dick.

– ¿Cómo puedes estar tan seguro? La vida pirata es muy difícil para un loro, es tan propenso a perder un ojo como cualquiera en el barco – dijo Dick mirando a Nolan, este le sostuvo la mirada por un momento y luego me miró, volvió a verlo pero al final se encogió de hombros.

– No voy a discutir contigo Dick, eres un caso perdido – dijo Nolan alejándose un poco de él.

– Hay algo que no entiendo – dije al cabo de un rato – La Muerte me habló de un consejero, no de dos, ¿Cómo es que ambos fueron asignados? – quien me respondió fue Dick.

– Pues verás, lo tuyo es un caso especial, muy pocas veces han despedido a una conciencia, sin nadie que te aconsejara ibas a hacer todo lo que te dijeran, si mandaban a un demonio, de seguro te ibas al infierno, si mandaban a un ángel te ibas al cielo, no iba a ser justo, así que nos mandaron a los dos para... mantener un equilibrio.

– ¿Por qué ha sido la mía una de las pocas conciencias que han despedido? – pregunté extrañada, y algo dolida recordando mi conversación con La Muerte.

– Pues ¿No es obvio?, porque no hizo un muy buen trabajo en todo este tiempo, no te ayudó a tomar buenas decisiones, en parte es por su culpa que estás en esta situación. Aunque... La verdad, ahora que lo pienso, tu situación me hace recordar un caso que pasó hace unos cuantos años, era un militar que sufría de ira psicótica narcisista... ¡El hombre era un completo lunático! ¿Cómo es que se llamaba? – preguntó mirando a Nolan, este lo miro confundido.

– ¿Napoleón? – le respondió dudando.

– No, el pequeñín no, aquel del bigote estúpido – Respondió Dick instando por una respuesta.

– ¿Hitler? – respondimos Nolan y yo al unísono.

– ¡Aja! ¡Hitler! Tu caso es bastante similar, la diferencia es que la conciencia de ese hombre era una mald... – vi a Nolan abrir mucho los ojos adivinando lo que estaba a punto de decir Dick, este también se dio cuenta y de inmediato trató de arreglarlo – ...vada, era una maldvada bruja, mientras que la tuya simplemente era... Una completa inútil.

– ¿Hitler? ¿En serio? ¡¿Y en qué me parezco?! – le pregunté ofendida por la comparación, él se encogió de hombros.

– Bueno, él estaba tan influenciado por su conciencia que aún y cuando lo castigaron y se la quitaron... Seguía haciendo las mismas cosas de antes, lo mismo ocurre contigo, estás tan influenciada por ella que sigues poniéndote esas horribles camisas – dijo haciendo gesto de asco, yo abrí la boca y me llevé la mano al pecho herida por su comentario, miré a Nolan esperando que él me apoyara pero estaba asintiendo en acuerdo.

– Es una teoría interesante... Es una cuestión para analizar – le dijo a Dick, yo me mordí la lengua para no responder como me provocaba, en vez de eso cambié de conversación.

– Bien, de acuerdo, ya entendí. Entonces... ¿Qué se supone que haré ahora?

– ¿No te explicó Browly lo que veníamos a hacer? – preguntó Nolan.

– ¿Browly? – pregunté extrañada, él asintió con impaciencia.

– Sí, Browly, el grandote con el que hablaste ayer – dijo y esperó mi respuesta, yo me encogí de hombros.

Así que se llamaba Browly, no recuerdo que me dijera ese nombre pero bueno... Estaba tan desconcertada al oírlo decir La Muerte que no me importó nada más, aunque tiene sentido, no podía simplemente llamarse "La Muerte" así como nadie se llama "Abogado" o "Doctor" ¿No? - Pero sacudí la cabeza para volver a la conversación.

– Me dijo que debía obedecerlos en sus consejos, pero nada más – le respondí en voz baja, él asintió y se me acercó

– Se supone que nosotros te daremos una lista con las cosas que creemos que deberías hacer antes de morir... Según la consideración de cada uno. Ya nos pusimos de acuerdo y serán diez, cada uno te dará cinco. Pero de eso hablaremos más tarde, por ahora te dejaremos para qué disfrutes de tu primer día de clases – dijo sonriendo.

– Para que disfrutes de tu último día de tranquilidad – me dijo Dick al oído sonriendo maliciosamente. Yo traté de ignorar ese detalle y asentí, luego recordé algo importante que debían solucionar antes de irse.

– ¡Hey! No te puedes ir ¿Qué fue lo que les hiciste? – dije señalando a los demás que aún estaban inconscientes, y antes de que Dick pudiera responder, Nolan lo hizo.

– Nada, sólo están profundamente dormidos, no podemos hacerle daño a nadie, nosotros también firmamos un contrato igual que tú, y aunque no lo hubiésemos firmado... Jamás haríamos algo así, desde el caso de Toby las cosas son muy diferentes – y al decir esto hizo una mueca de dolor y se llevó una mano a la boca, mirando hacia el suelo con mirada ausente.

Giré para mirar a Dick, pensando que tal vez se estaría burlando, pero vi que él había cerrado los ojos con dolor y negaba lentamente. Inmediatamente recordé la expresión y el dramatismo de La Muerte cuando me habló del fulano Toby, muy similar a la de ellos justo en ese momento.

– ¡¿Qué rayos fue lo que le pasó a ese gato?! – pregunté, eran demasiado extrañas todas esas reacciones. Vi como Dick se llevaba una mano al estómago y otra a la boca como si estuviese a punto de vomitar, Nolan alzó una mano en mi dirección.

– ¡Fue horrible! Muy perturbador, pero no podemos hablar de eso, está prohibido – repuso con gesto dramático tratando de contener las lágrimas, su cara era tan graciosa como la que hizo La Muerte.

– Sí, y esa es una regla que no estoy interesado en romper, así que ya nos vamos, te estaremos esperando en tu casa – dijo Dick rápidamente.

– Descuida, nadie sabrá lo que ha pasado – dijo Nolan reponiéndose y acercándose a Dick, le puso una mano en el hombro y antes de poder decir nada, se habían ido dejándome sola.

Cinco segundos después de que se fueron todos empezaron a despertar, incluido el profesor detrás de mí, se miraban confundidos y se masajeaban las cabezas.

El señor Thompson se sacudió y se tocó la frente justo en el lugar donde Dick había estado golpeándolo con la vara, movió la boca de forma extraña y se metió los dedos en ella, se sacó dos trozos de tiza, la tapa de un lapicero y lo que a distancia me parecieron tres clips metálicos, los miró extrañado, supongo que sin saber cómo había llegado eso a su boca.

Ese Dick sí que es un diablillo - pensé mientras veía al profesor limpiarse disimuladamente los restos de tiza de su lengua con el cuello de su camisa.

Todo había estado en silencio, pero luego, en un estallido, el salón entero se llenó de conversaciones. Todos estaban quejándose del dolor y preguntándole a los demás que había pasado.

Nadie lo sabrá... ¡Sí, claro! O Nolan no sabe nada acerca de lo que sea que les haya hecho Dick, o ese demonio es más fuerte y peligroso de lo que piensa.

– ¡Silencio chicos! – dijo el profesor – Debemos comenzar la clases... Estamos retrasados. Siéntese señorita – me ordenó al verme de pie.

Yo rápidamente bajé la cabeza, tomé mis libros del escritorio y me dirigí al único puesto vacío que quedaba en el salón, estaba al fondo, al lado de la pared, en el último nivel de asientos, junto a un chico vestido completamente de negro que mantenía los ojos cerrados mientras se masajeaba el entrecejo con los dedos; al parecer él había dado de cara contra la mesa al caer dormido por culpa de Dick.

Genial, me toca sentarme junto a un chico irritado... Esta promete ser una clase fantástica - pensé con sarcasmo mientras me acercaba a él.

Cuando iba llegando al puesto, faltando sólo unos pocos pasos para llegar a la silla, me tropecé con algo, probablemente mi propio pie, grité, mis libros salieron volando por el aire, y mientras caía pensé:

Vaya, La Muerte tiene razón... Con lo torpe que soy, no lograré sobrevivir ni una semana.

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