El encaje (Una familia imaginaria 3)

in #spanish7 years ago (edited)

Estimada gente de Steemit, dejo con ustedes el tercer relato de la serie de cuentos Una familia imaginaria. Espero la amabilidad de sus lecturas.

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Era una fotografía bastante pequeña. Amarillenta y rota. Mostraba a una anciana, su pelo gris muy estirado hacia atrás, recogido en un moño, seria, con un rosario en la mano; y a una niña de espaldas, arrodillada en actitud de rezo, la cara hundida en los pliegues oscuros del vestido de la mujer. En un contraste evidente, lo que se podía apreciar del traje de la niña desplegaba un muestrario de lujos manuales: alforzas aquí, decía mi abuela, plises acá, puntillas… Mi abuela recordaba muy bien ese vestido, confeccionado por su madrina Esperanza, la vasca. Regalo por su cumpleaños, cedido ese mismo día a la prima Agalia, para que se viera hermosa en aquella foto.

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Mi abuela recordaba que el vestido era de un rosa muy pálido, casi blanco; una pieza muy fina para Puerto Escondido, demasiado incluso para Cumaná, pero su madrina deseaba que lo usara en su primera comunión y nadie discutía eso. La madrina Esperanza venía de Europa y había sido (antes de que la desgracia la gastara, antes de la quiebra y de sus muertos) un miembro bastante destacado de esa mezcolanza de aristócratas arruinados y comerciantes enriquecidos que se consideraban personas de calidad de la sociedad cumanesa de principios del siglo XX.

El encaje, tejido por su madrina, se apreciaba poco en la fotografía, pero para mi abuela había ido ganando nitidez y creciendo a fuerza de rememorar, de repetir la historia de Agalia, su prima hermana. Había ido definiéndose ante los ojos brillantes de mi abuela, que se perdía en los detalles de una historia que no sabía resolver. La historia de la búsqueda estéril de la alegría, de la risa de los hijos que Agalia no tuvo, del contacto maravilloso de los reales que no hicieron en Cumaná, cuando fueran grandes y montaran una tienda. Porque Agalia murió. Y murió definitivamente y de una vez con dolor sin purga.


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El encaje de animalitos

Durante más de un año estuvo la madrina tejiendo el encaje del vestido de comunión de mi abuela. Era experta en urdir motivos naturales, y mi abuela decía que se podían desenrollar metros de su labor y no encontrar jamás un animal repetido, ni una flor igual a otra. La primera figura que había hecho para su vestido de comunión era la de un mono, a la cual le seguía una elegante palmera, una flor de barbasco, un pavorreal, una cayena, una rosa cortada… Había colibríes y gallinas, había ciervos.

Era aquel encaje una historia de animalitos que corrían sueltos por los cerros de Puerto Escondido, que abrevaban en Los Bordones y vagaban por los montes. Era ese encaje una historia de niños que crecieron escuchando historias de tesoros piratas, entierros de morocotas... Historias que no podían sino ser verdaderas, pues se conocían desde siempre y se sabía que Antonio Ruiz, apodado El Verduguillo, fundador, dueño de los botes y las redes, dueño de las casas y los chivos, se había hecho rico con un entierro que encontró persiguiendo la luz de unas ánimas en pena.

Pero también había en el encaje animales que nadie en el pueblo había visto nunca, caballos y ballenas con cuernos en la frente, o con alas, leones con cabeza de pájaro… También había niñas camino del río, buscando leña. Niñas que habían escuchado historias de arcones llenos de oro enterrados en los cerros. Había niñas que podían creerle al hombre-sombra que en los montes estaban los entierros de morocotas junto a los huesos de españoles anónimos, llorados por sus familias hace tanto que ya no daban miedo. Niñas que podían creer que regresarían a sus casas adornadas con collares de esmeraldas y cadenas de oro. Niñas que puedes encontrar flotando en el río, rotas, muy rotas hasta las entrañas rotas, hasta la sangre rotas, sin cara ya. Como si hubieran querido desprenderles a mordiscos el alma.

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El rostro de Agalia

Abuela tardó años en contarme la historia de la prima Agalia. Cuando la completó, entendí por qué se le humedecían los ojos mientras acariciaba con el dedo esa foto amarilla. Entendí por qué su tristeza se desbordaba en rabia y por qué, a través de los años, había ido avanzando tan lentamente en ese recuerdo, tejiendo con los hilos de esa memoria herida las ocurrencias de Agalia, la alegría de Agalia, el pelo dorado de Agalia, las manos pequeñas de Agalia, el rostro irrecuperable de Agalia.

El día de la foto fue el día del funeral. Antonio Ruiz, El Verduguillo, a quien casi ningún pecado conmovía, pagó de su bolsillo a un fotógrafo que trajeron en bote desde Cumaná. En el rancho pobre de la abuela de Agalia hizo instalar un sillón de su propia casa.

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El fotógrafo disimulaba mal su horror, pero fue amable y silencioso, y discreto. Fue suave, fue amoroso, fue cálido, fue frágil, mientras acomodaba a la abuela de Agalia, seca ya de llanto, seca de aire, seca de espanto y a Agalia misma en la actitud piadosa de rezo. Con aquel vestido hermoso, excesivo, fuera de lugar sobre el piso de tierra, discordante con las flores raquíticas. Aquella exuberancia de animalitos bordados para una prima de espaldas, impresentable para su única oportunidad de hacerse un retrato.

“Aquel día, en el río, se cogió hasta la cara; nos quitó hasta el recuerdo”, dijo mi abuela, y por fin pudo llorar para mí el final de su historia.

Sort:  

Relato cargado de memorias de una abuela enclavada en esa Cúmana de sus añoranzas y recuerdos. Por momentos uno se confunde y cree estar en esos rincones, viendo el vestido bordado de encajes, en Puerto Escondido mirando el paisaje que se diluye en la mente. Me gusto mucho. Excelente.

Hermoso relato, @adncabrera. Tengo que leer los anteriores. Me puso a volar lejos y a recordar viejo.
Recordé la historias que contaba mi mamá de su papá, mi abuelo Andrés, de quien NO tenemos una sola fotografía. Me hiciste recordar la pasión con la cual mi mamá ha contado reiteradas veces anecdotas de su padre como una manera de armar y preservar un retrato oral que compense la falta de un daguerrotipo; las miles lamentaciones por las circunstancias que llevaron a que nunca se hubiera podido tomar ese "retrato" que tanto consuelo habría de darle despues de su muerte (mi mama tenía apenas 8 años cuando su papa murió). Y a mi, en lo particular me cuesta hablar de mi abuelo porque no sabiendo como lucía siquiera es como que se tratara de un abuelo imaginario. La cosas que me hiciste recordar, vale!
También recordé las historias de duendes yaguarapareros, que llevaban a los niños hasta rincones impenetrables de las haciendas de cacao donde, si tenían suerte los encontraban sus padres rodeados de matas de guaritote, pero sin un solo rasguño. Dice mi mamá que a un primo mio se lo llevaron los duendes así. Dice que le preguntó al niño con quien jugaba y el niño le respondio que se había ido con ounas sombras de sombreros muy grandes. El boca abierta que lo dejo ir, supuestamente, fui yo.
De modo, chica, que tu historia no solo esta hermosamente escrita, sino que lleva ese elemento mágico adicional que nos arropa y se queda enganchada "in the back of our minds".
Que siga produciendo esa pluma!

Estimado @hlezama, muchos de mis cuentos están construidos con retazos de memorias ajenas que he ido juntando con la imaginación. De pequeña, fui una escuchadora de cuentos (habladora también 😂): escuchaba los que me contaban y los que no. Con los fragmentos trato de construir algo. O trato de que ellos construyan algo para mí, puede ser.
En todo caso, tu lectura es bella; triste, porque es un cuento duro que jalona tristeza, pero hermosa.
Y te lo agradezco muchísimo.

Como siempre, un impecable trabajo... Esperando el próximo xD..

Gracias, @edwards. Tengo pendiente una sesión de música en tu blog. Abrazos

Que trabajo tan bonito! lástima que la universidad ya no imprime trabajos dentro de ella, fuera interesante tenerlo en físico, claro, el trabajo completo de la serie. Estaré mas pendiente para leer los proximos relatos de la serie.

Gracias, @zoemendez. Debo decirte que entré en tu blog para curiosear y me he llevado una sorpresa gratísima. Eres un excelente artista. Joven y en formación, pero con mucho talento y fuerza. Encontrarte fue un regalo.

Excelente narración ! Es un relato muy estremecedor , pesaroso y espeluznante a veces. Gracias por mostrarnos este trabajo tan genial .

Gracias, @francisaponte25. Aprecio mucho tu comentario; sobre todo después de haber leído tu maravilloso post sobre la traducción. Una joya.

Sigo la sabrosa saga familiar imaginaria, @adncabrera, con mucho gusto. Esta entrega está llena de mucha delicadeza, de un sentimiento fino -como ese encaje-,contenido y hermosamente pesaroso, como ocurre en esas historias familiares acumuladas en nuestra memoria colectiva.

Gracias, @josemalavem. Un comentario como este es un privilegio y me compromete en el trabajo con mi próximo relato.

No había leído estos relatos, pero al empezar no me pude despegar. Lo real maravilloso. Conviertes en mágicos los recuerdos. Bien por adn.

Gracias, por este comentario @antoaristi. No habia pensado que pudieran ser realismo maravilloso, pero ahora veo que algo de eso hay. La mirada de mi abuela, que es la que trato de transmitir aquí (no necesariamente sus vivencias), con muchas dificultades, la verdad sea dicha, tenía la capacidad de mirar con ojos extrañadores todas las cosas.

Felicidades. Un saludo.

Gracias por leer mi texto, @cuatroletras. He pasado por tu blog y he visto que tienes relatos interesantes. Nos estaremos leyendo.

Buenas tardes @adncabrera
Duro; pobre niña.
Saludos.

Gracias por su lectura y su apoyo, @don.quijote.
¿Por cuál razón la imaginación explora esos caminos tan dolorosos? No sé. Hay un germen de memoria familiar en este relato, pero mi abuela solo dio pequeños datos que con los años fui juntando. Creo que recompuse esos fragmentos de ese modo horrible como una forma de conjurar la pesadilla.

Saludos Adriana. Me encantó. Un abrazo.

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