La plaza de los recuerdos
Es increíble en todos mis viajes como explorador nunca había encontrado un sitio tan peculiar como aquel.
Una plaza pero no cualquier plaza, era una muy hermosa, rodeada de árboles verdes e imponentes, debajo de si una alfombra de hojas castaña y canela adornaban el piso haciendo que el sitio fuera muy vivo pero a la vez muerto.
Todo era extraño en aquel lugar, el tiempo avanzaba muy rápido pero en un destello se sentía eterno, como si no avanzará ni un momento.
Era la plaza de los recuerdos, cuna de los nuevos amores, tumba de las viejas pasiones y monumento imperecedero del verdadero afecto.
Caminaba y caminaba, entre banca y banca , encontrabas historias que llegaban a su fin o entre cálidos besos el rugir de un joven querer era algo surreal de ver.
Recorrí la plaza y pude mirar el calor de las masas, como la gente se abraza o se despedía, era amor y agonía pero en un parpadeo que se sintió como horas te vi sonreír y la felicidad me invadió , el brillante universo de tu ámbar mirar me colmo y en un gélido pestañeo desapareció...
No pude darme cuenta de la hora, pero al observar como la luna volvía a su trono de oro y plata en el firmamento, entonces supe que debía seguir mi travesía y mantener ese día en la bóveda de mi memoria.