DIOS NUNCA NOS ABANDONA 😊♥️
Hace bastantes años, cuando apenas me iniciaba como misionera, en cierta ocasión tuve que tomar una decisión importante. Estaba inquieta y temerosa, y terminé lidiando varios días con aquella decisión. Al final Dios me respondió por medio de una simple ilustración.
Era una imagen de una niñita asustada que iba agarrada de la mano de su padre. A cada rato le rogaba que no la soltara.
—Papi, por favor, no me sueltes la mano —repetía una y otra vez.
Su padre finalmente se detuvo, se puso en cuclillas y la miró fijamente a los ojos. Con tono firme y amoroso le dijo que nunca la soltaría, que mientras ella quisiera quedarse cerquita de él, siempre la guiaría y caminaría a su lado.
Capté el mensaje y tomé mi decisión. Desde entonces he tenido que afrontar muchas decisiones importantes; pero siempre que me toca luchar contra el miedo a las consecuencias, a cometer un error o a descaminarme, invariablemente me viene a la memoria esa ilustración.
Es natural que la vida esté llena de errores y resbalones; a veces doblamos a la izquierda cuando deberíamos torcer a la derecha. Pero siempre podemos regresar con Dios y volver a hallar nuestro camino. Él ha prometido que nunca nos dejará ni nos abandonará.
En los senderos escarpados y solitarios de montaña, Él es nuestro compañero. En nuestra marcha por el desierto, cuando estamos sedientos, soportando la aridez de la vida, y nos preguntamos si llegaremos a encontrar un oasis, Él nos va acercando a nuestra meta paso a paso. Cuando nos abrimos camino entre las multitudes y la confusión del día a día y nos vemos obligados a hacer frente a interminables interrogantes, luchando contra el agotamiento y el desánimo, Él permanece a nuestro lado y nos dice: «Aquí estoy. Habla conmigo. Cuéntamelo todo».
Y pongamos que nos caemos, la embarramos, metemos la pata —como les ha ocurrido a muchos de Sus seguidores, que han resbalado, tropezado y caído en algún punto de su periplo por la vida—; ¿acaso nos da por imposibles?
Claro que no. Con lo amoroso y perdonador que es, ni se le pasaría por la cabeza.
Entonces, ¿por qué nos afanamos e inquietamos? Puedo decir con toda sinceridad que en toda decisión que he tomado, por imponente que pareciera en el momento, nunca me he arrepentido de haberme asido de Su mano.
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