Corazón nómada

¿Qué es lo que buscas, corazón inquieto? Esa manía tuya de indagar el mundo; investigar, investigar, la verdad has de encontrar, sino ¿cómo calmarte corazón?

Construiste ciudades porque los paisajes y las cuevas no te satisfacían lo suficiente; construiste murallas para sentirte seguro; construiste códigos civiles y morales; armaste signos hasta que fueran una forma de comunicarse, eso que llamas lenguajes; erigiste  monumentos, pirámides y efigies, ahora intentas tocar el cielo como en Babel, ¿por qué si ya no encuentras en este mundo la verdad que buscas lo intentas escalando hacia las nubes? Ni la gravedad pudo contener los pies sobre la Tierra, ahora hasta la Luna tiene el registro de tus huellas, y más allá si no paras de buscar. ¡Oh corazón inclinado hacia lo alto! éste deseo puede ser tú perdición.

¿No te basta auscultar en los rincones de la Tierra, explotar en cada esquina los recursos que nuestra madre naturaleza nos da, no te importa dejar sin una gota los pechos que te vienen alimentando por millones de años? Si ya has dejado de observar el mundo y has empezado a buscar la verdad en ti mismo ¿con qué esperas toparte? ¿la fragilidad?  tal como una caña que se resquebraja así es de débil el ser humano, las enfermedades lo pueden matar, no encontrar una verdad lo puede matar, engañándose a sí mismo fingiendo que no existe la verdad lo puede matar. borrar en vano los objetos de la búsqueda: origen y final, ¿de dónde venimos y hacia dónde vamos?, no es la solución para apaciguar las ansias de nuestro frágil, cansado y decepcionado corazón.

Acaso ¿huyes porque ya no encuentras verdad? Pasar la vida fatigado buscando en vano la razón que apacigue nuestro corazón de niño que sólo desea jugar, no ha parado de hacerlo desde que el hombre  habita la tierra, la única casa que no puede dejar mientras vive, la única patria que no tiene fronteras que nos dividan. Te has inventado trabajos, hobbies, países, diversiones; ahora que crees que lo has descubierto todo en el mundo fisico te has diseñado comodidades haciendo uso de la tecnología, cosas con las qué matar el tiempo tratando de olvidar la sentencia que nos alarma: la vida es efímera como las ojas en otoño, como la lluvia en invierno y como las vacaciones de verano.

El tiempo es el recordatorio en la piel que nos hace mudar de apariencia, nos hace cambiar de ideologías, nos demuestra que la belleza y la juventud son tan sólo un momento, un instante fugaz como una estrella, como el paso del hombre por el mundo. El tiempo es esa dimensión que nos guía como una brújula apuntando el cursor hacia la muerte, hacia la nada de la que en el fondo sabemos que venimos y que lamentablemente no podemos evitar que vayamos.

Totalmente una obra de teatro es la vida del hombre.  la verdad es que el ser humano no ha dejado de ser nómada, un peregrino que mientras vive por el mundo se disfraza de arquitecto, ingeniero, artista, científico, ama de casa, religioso o ateo, en el fondo el ateísmo es la religión que necesita a Dios para negarlo. Usas cualquier atuendo e intentas interpretar el papel que decidiste mientras las arenas del destino devienen sin clemencia para llenar el recipiente de la historia, la que cuenta la vida que forjaste desde que has sido arrojado al escenario de este mundo.

Lo que importa mientras somos y nos reconocemos nómadas es que sea cual fuere el personaje que decidamos dar vida, es no arrepentirnos por no haber elegido otro papel sino saber pasear por el escenario, no de estar por estar hasta que el telón se abaje sino saber hacer el papel feliz, cumpliendo lo que toca en el libreto y no de forma mediocre sino de la mejor manera, excelsa y sublime, para dar el mejor resultado, dejando a la obra impresionar por sí sola.

Sí, corazón inquieto, has de estar así mientras dure la obra, al final de ella puedes dar tu apreciación y puede que quizás, encuentres la razón en la que puedas hallar descanso, la patria definitiva, el origen y el final de nuestra existencia.