TIERRA Y SANGRE
Cuánto dolor he de soportar, cuánto peso ha de cargar mi culpa si es que poseo culpa. Si es que me he vuelto culpable por sumisión u omisión, o del todo culpable. ¿Culpable de qué? si querer no es pecado y querer más cuando la fuerza que estimula es la necesidad tampoco lo es.
La inmundicia por fin ha dejado de abrasarme con su pestilencia, porque ahora yo la consumo a ella. La fetidez ignorante e incesante que fatiga, me rodea cual espeso humo que parece hoy mi castigo en la tierra. Y entonces me pregunto ¿Cuál castigo?, ¿Es acaso castigo aquello que apenas me permite estar vivo, pero vivo al fin? Y aunque la culpa no es suya y aunque lo fuera ¿Castigo de qué?
No existe ahora inhibiciones que contengan mis impulsos porque aunque sangro y lloro, aunque mi corazón se expande pujante con un latido a reventar, aunque la sangre recorre entre quejas mis venas, mi sentido es existir. Sin importar cuánto valga hacerlo y más aún sin importar si vivo o muero, mi deseo es existir.