TANTO COMO DURE LA PRIMAVERA.
No puedo afirmar que la primera vez que lo vi mi atención se haya puesto en él, al contrario, no reparé en su presencia; ni sabía su nombre y mucho menos me interesaban sus acciones. No fue hasta después de un tiempo, meses tal vez, donde nuestras miradas coincidieron. Fue un error intercambiar miradas, fue un error reparar en sus acciones, fue un error haberle dado cabida en mi vida a un sentimiento tan efímero como aquella ilusión que empezaba a emanar.
Sin embargo, no era más que eso, una ilusión. Era emocionante volverse a sentir tan vivo, con el corazón palpitante a un ritmo incalculable, las mejillas sonrojadas y la mirada brillante de solo pensarle.
Era la clase de ilusión que gustaba, que ansiaba y soñaba. Pero era inestable e imposible, era solo eso, algo pasajero, algo de momento.
—Yulitza Nieto.