Meditaciones 2 para los Misterios Gloriosos
LA RESURRECCIÓN
Considera cómo del sepulcro se pasó el Señor por el Calvario (así lo medita el devotísimo Cartujano,) y allí todas aquellas almas bienaventuradas adoraron el santo madero de la cruz, y volvieron a dar nuevas gracias al Señor, y a cantarle nuevos cánticos de alabanza, por haberse dejado clavar en ella para redimirlos. Mira al Señor aquí gloriosamente alabado de ángeles y bienaventurados, en donde fue tan afrentado: y considera cómo el mismo Señor da gracias a su eterno Padre, reconociendo aquella tan grande y tan gloriosa victoria, que en aquel campo le había dado, del demonio, del mundo y de todos sus enemigos, y tú puedes entender, que volviéndose su majestad divina a los ángeles y santos, llenos de gozo, les decía aquello mismo que dijo Jacob cuando volvía de Mesopotamia, para darles nuevo motivo de alabanzas: pobre y solo, arrimado al báculo de mi cruz, pase por aquí el Jordán caudaloso de mi pasión, muerte y tormentos; ahora vuelvo rico, poderoso y honrado, con dos gloriosas compañías de ángeles, y almas: alabad por ello a mi Padre. Y en esto puedes piadosamente entender, que el Señor entonó el salmo 88. Las misericordias del Señor cantare eternamente; y lo prosiguieron todos aquellos bienaventurados con una melodía y dulzura inefable.
LA ASCENSIÓN
Considera que, como dice San Lucas, acabado el convite, que fue en Jerusalén, los sacó de la cuidad, y los llevó al monte de los Olivos; y aunque Cayetano dice que el Señor les mandó que se fuesen ellos, no obstante uno y otro se comparece, según la contemplación de San Bernardo y San Vicente Ferrer: y así, considera tú que el Señor les dijo, acabado el convite, que se fuesen al monte de los Olivos, porque allí había de ser la despedida; mas ellos, con el sentimiento que tenían, puedes considerar que le dirían estas palabras: Señor, ya veis que es cerca de medio día, y saliendo todos juntos por medio de la ciudad, nos han de ver nuestros enemigos, y quizás nos estorbarán el paso, y con eso no os podremos ver: por lo cual os rogamos que nos acompañéis, que con vos no temernos nada Piensa que el Señor les concedió lo que pedían; y como dice San Vicente Ferrer, los ordenó su divina majestad en forma de procesión, porque eran los que estaban juntos más de ciento; y así salieron del cenáculo, yendo el Señor delante, y ellos en dos coros siguiéndole, y así pasaron por medio de Jerusalén, a vista de todos sus enemigos; que, como dice San Bernardino de Sena, se quedaron pasmados así que vieron la santa compañía que pasaba por delante de ellos tan sin temor, y empezaron a bramar de coraje y enojo contra ellos; pero el Señor les puso tan grande miedo y pavor que se quedaron como atónitos mirándolos pasar, sin atreverse a decir palabra. Pondera aquí cuán justamente temían los apóstoles, y con cuánta razón suplicaron al Señor que los acompañase. Toma tú ejemplo, cristiano, y mira que andas entre muchos y más crueles enemigos, que son los demonios, el mundo y tu carne: y teme mucho andar solo. Procura andar en gracia del Señor, y traerle muy presente a cualquier parte donde vayas, que así se verificara en ti lo que dijo el espíritu Santo; que caerán mil a tu lado y diez mil a tu diestra; mas ninguno se llegara a ti, porque el Señor que va contigo los aterrara; y podrás decir justamente: el Señor esta a mi diestra, para que no me asuste ni me perturbe; por esto se ensancha mi corazón, y la flaqueza de mi carne temerosa descansa en la esperanza y confianza de quien me ha de librar. ¡Más ay de ti si caminas solo! Porque si caes en manos de tus enemigos, ¿quién te librara? Saca el Señor a sus discípulos de la ciudad y peligro; y como dijo San Buenaventura, les dijo que prosiguiesen el camino al monte Olívete, y le esperasen allí; y su divina majestad pasó por Betania, y allí se apareció a Lázaro, y a otros amigos, y les mandó que se fuesen al monte de los Olivos a juntarse con los demás, y de allí se fue al paraíso terrenal, en donde tenía los santos padres; y habiéndose despedido de Elías y Enoch, y dándoles su bendición, dejándolos llenos de consuelo y gozo, volvió con todos los santos del limbo al monte de los Olivos. Ponderad amor del Señor, y cómo habiendo sacado del peligro a sus apóstoles, mandó que prosiguiesen ellos por sí solos; para que veas cómo el Señor siempre está con los suyos en las tribulaciones, y en faltando estas, se ausenta: por eso solo se debían amar los trabajos, y abrazar cualquiera género de adversidad.
LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO
Considera cómo los sagrados apóstoles, antes de recibir el Espíritu Santo, sintieron una conmoción y torbellino de viento tan recio, que, como dijo San Cirilo Alejandrino, hizo estremecer toda la casa en donde estaban sentados, y con el torbellino vino una voz del cielo, que como dice San Cirilo Jerosolimitano con la versión Siriaca, sonó por toda la ciudad. De dónde has de sacar lo primero, que el Espíritu Santo venía a comunicar sus dones a los apóstoles, y a inflamar sus corazones, y vivir de asiento en sus almas; y para asegurar todo esto, primero los atemoriza, llenándolos de santo temor; para que conozcas que la última disposición para el amor y la santidad es el temor: y así lo debes solicitar y pedir continuamente al Señor. El segundo documento que has de sacar de aquella voz de trompeta, que sonó en medio del sonido del viento es, que cuando el Espíritu Santo viene a un alma, viene publicando guerra; y así toca al arma contra la carne, contra el mundo y contra el demonio; para que conozcas que el espíritu de amor quiere ser sólo en el alma, y así viene publicando guerra al amor propio, al amor de las cosas terrenas y mundanas, y al amor de los deleites y regalos: A esto viene al alma, no para estarse ocioso; porque como el fuego en dejando de quemar se apaga, así el Divino Amor cuando se deja de obrar: que por eso daba las gracias a Dios el señor San Pablo, porque su Divina Gracia no había estado ociosa en él, ni la había recibido en vano. Y por eso dijo el Salvador, que el reino de los cielos se ganaba por fuerza de armas, y que los que se hacían violencia, le arrebataban. Y también por lo mismo dijo nuestro Redentor en otra parte, que no había venido su majestad al mundo a meter paz, sino a traer la espada y cuchillo para cortar, separar y dividir de la carne al espíritu, del mundo al alma, y del demonio al hombre todo. Cristo nuestro bien vino a traer las armas de su divina doctrina, de sus virtudes y ejemplos, y hoy viene el Espíritu Santo tocando al arma; y así, cristiano, anímate, coge la fe, la esperanza, la paciencia, la humildad y las demás virtudes del Señor: ármate con ellas, y trata de pelear: que para inflamarte y fortalecerte viene el espíritu de amor; no viene, no, para que te goces y te eches a dormir; y así abre los ojos, y no creas en espíritu ocioso, porque no es amor todo lo que deleita.
LA ASUNCIÓN O TRÁNSITO A LOS CIELOS DE NUESTRA SANTÍSIMA MADRE
Considera cómo a nuestra Señora le dieron tres días de término, no para que se dispusiese, porque siempre lo estaba: sino para nuestra enseñanza, dijo San Vicente Ferrer, por los cuales tres días has de entender la confesión, la comunión y la extremaunción; a estos sacramentos se llaman días, dice el Santo, porque siempre andan con la gracia. Estos son los días que se nos dan, para que en ellos nos preparemos y dispongamos para aquél último tránsito; y aunque la extrema unción no se recibe hasta la hora última: pero la junta el santo con las ordinarias confesiones y comuniones, para que entendamos que siempre que confesamos y comulgamos lo hemos de hacer con tal disposición, como si luego hubiéramos de recibir la extrema unción para morir. Mira también la alegría que le causó a nuestra Señora la noticia de su muerte, pues la celebró con tantas demostraciones y convoca sus parientes y amigos para que se la ayuden a celebrar. En donde puedes pensar que les diría, llena de gozo y alegría: hijos y amigos, sabed que os llamo para comunicaros mi contento, y haceros participantes del singular gozo de mi corazón: sabed que ya está mi muerte cerca: ya darán fin muy presto los días de mi vida mortal; porque mi Hijo determina sacarme de ella y llevarme a la eterna: dadme los parabienes de tan grande nueva y de dicha tan feliz. Mas, ¡Oh altísima Reina y Señora del mundo! (puedes entender que le respondieron todos a una voz;) que os alegréis, Señora, con la noticia del morir no lo extrañamos, porque en vuestra muerte empezareis a vivir una vida de tanta gloria y excelencia, cuanta jamás gozará pura creatura; que os alegréis con la noticia de vuestra muerte, pues más ha de ser suavísimo sueño que muerte; que os alegréis con la notifica de vuestra muerte, porque sobre toda la grandeza de vuestra santidad, de vuestras virtudes y excelsos méritos, sobre el ser Verdadera Madre de Dios, confirmada en gracia y asegurada para inmensa gloria, oír al nuncio del cielo que vuestro Hijo os espera con todas las celestiales jerarquías, y que toda la corte de la triunfante Jerusalén os aguarda para recibiros en glorioso triunfo, es justo que os alegréis con la noticia de la muerte, cuando os traen por delante la palma de la victoria y vencimiento glorioso de vuestras heroicas hazañas, es justísimo. Mas, ¡Oh Madre de piedad y misericordia! ¿Cómo se han de alegrar los desterrados hijos de Eva, que dejáis en este mundo de miserias, cercados de tantos males? ¿Cómo se han de alegrar los pecadores, cuya muerte es amarga, cuya cuenta es estrecha, cuyo juicio es tremendo y formidable, cuyo fin es incierto, sin saber lo que entonces los espera? ¿Cómo se han de alegrar aquellos, que atendiendo a su vida, no hallan otra cosa que pecados: que mirando a la muerte, solo atienden angustias; y considerando el juicio, solo encuentran temores? ¿Cómo se han de alegrar sin vos, viendo que os vais, siendo toda la esperanza de los pecadores, el consuelo de los afligidos, el auxilio de los cristianos, y el refugio universal de todos? Estas razones y otras muchas puedes considerar que le dirían todos a María Santísima, derramando muchas lágrimas de sentimiento: que la Madre de las misericordias los consolaría, prometiéndoles su amparo y protección en vida y en muerte. Ea, cristiano, clama tú también a esta Señora, ponle por delante las miserias de tu vida y los tormentos de tu muerte; y clama sin cesar, que también serás oído, amparado y favorecido de su misericordia.
A CORONACIÓN DE NUESTRA SANTÍSIMA MADRE EN LOS CIELOS COMO REINA DE TODO LO CREADO
Considera con el beato Padre lo que prosigue diciendo: coronada nuestra Señora por Emperatriz del Imperio Paterno, se volvió al Sacratísimo Hijo, y ofreciéndole las piedras preciosas que le habían ofrecido las otras cinco reinas, saludándole le dijo: gozaos, Hijo del Altísimo, Verbo de Dios humanado, Sabiduría increada, Redentor de los hombres y Gobernador de todas las creaturas: gozaos, Señor y Dios mío, en la grandeza infinita de vuestra Gloria: y recibid por mí, y por todos los míos, las piedras preciosas que las cinco Reinas me han consagrado del tesoro infinito de vuestras riquezas: de vos salieron para mí, y para aquellos que por amor y especial devoción son míos; y así es muy justo que vuelvan a vos. Recibidlas pues en nombre mío, y de todos aquellos, que por la sucesión de los tiempos con la angélica salutación me saludaren. Recibió el Hijo Divino la ofrenda de su Madre, diciendo: ¡oh qué ricas, qué soberanas y preciosas piedras son, Madre mía, las de vuestra salutación! Dignas son de toda mi estimación; y así es justo, que a vos, y vuestros devotos, por quienes me las ofrecéis, se hagan crecidas mercedes: uno es el Imperio que gozo, con cinco atributos de filiación, verbo, sabiduría, redención y providencia: de hoy para los siglos infinitos os hago y constituyo Emperatriz de mi Imperio, y os doy el dominio sobre sus cinco reinos. Reina sois del reino filial, que es el reino de los hijos de Dios, que son todos los predestinados para la eterna vida: de todos quiero que seáis venerada, adorada, alabada y servida en tiempo y eternidad. Reina sois del reino que ganó y conquistó el Verbo humanado: vuestros los merecimientos; vuestras las virtudes y vuestra la gloria de sus conquistas. Reina sois del reino de la Sabiduría eterna: en vuestras manos está la sabiduría, la ciencia y la luz: ensenad, iluminad e ilustrad al mundo universo: desterrad las tinieblas, extirpad los errores, concluid con las ignorancias y ceguedades: llenad todo el universo de vuestra claridad. Reina sois del reino de la redención: vuestros vasallos y siervos son todos los redimidos con la sangre del Verbo humanado. Vuestro es el reino de mi providencia: gobernad, ordenad, disponed, premiad y castigad, según conocéis y sabéis conviene para la conservación de mi Imperio y vuestro. Diciendo esto, le dio el cetro y corona del Imperio filial, con sus cinco reinos; y mandó que todos los cortesanos del cielo la aclamasen y confesasen como tal. Aquí segunda vez fue aclamada con universal regocijo y alegría de todos los ángeles y bienaventurados del cielo; y postrados todos ante el trono, le dieron la obediencia, y la confesaron y aclamaron Emperatriz de los dos Imperios Paternal y Filial.
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