De SEXO y otras adicciones

Mulata, así se llama el café donde todo comenzó. Su adicción por este magnífico grano les hizo coincidir en ese lugar repleto de rostros sin nombres, cuerpos sin almas, caminantes sin sentido.

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Ojos café que desnudaron cada centímetro de ella.
Labios rosa que se mordían pidiendo a gritos un beso.
Manos suaves pero frías del miedo y a su vez calientes que querían deslizarse por aquellas piernas que le llamaban.
Aquellas canas en esa perfecta barba que la enloquecieron al verle.
Piel canela, emanando el calor de la pasión escondida que solo ella podía hacerle sentir.
Tatuajes que le hacen juego con su piel y personalidad.

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Para ella, eso fué perfección, para el, solo era uno más en su lista.

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Para él, ella fué la perfección personificada:
Piel blanca, suave como la espuma.
Ojos café que le recordaban a tan anhelada bebida.
Cabello castaño, largo y ondulado
Manos pequeñas, y delicadas.
Labios rojizos que escondían un deseo.

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Era una tarde de café entre amigos, como cualquier otra, hasta que el SEXO, tema favorito de ambos, salió a la luz, ambos en confianza, ella con temor a expresarse y que aquél hombre hullera porque ella era más que solo un rostro bonito, era una mente pervertida en el cuerpo de una dama.

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Sus cuerpos buscaban la cercanía para sentir el calor que esa conversación les estaba causando, hablaron de sus fantasías, deseos y de lo que les quedaba por experimentar. Por su parte, el era típico en eso: Deseando un trío. Por parte de ella, quería experimentar del sexo anal, típico, si, atípico fué que dijera: Nadie ha sido merecedor de experimentar eso conmigo.

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Allí él quiso darlo todo para complacer a tan deseada dama.

Al ponerse la noche, ella por su parte, en su cama, a solas, imaginó todo aquello que aquél hombre le había confesado y por vez primera tuvo un orgasmo que terminó en Squirt.

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Con eso, ella supo que él, no podía escapar.