Relatos de Viajeros (cada persona tiene algo importante que contar)
¿Sera que este autobús pasa por el centro? –Me consultó la señora, ya con ganas de que el autobús arrancara, había calor.
-No, este pasa por la avenida Lazo Martí y se regresa.
-A ok- contestó la señora con una sonrisa y miró al frente sin agregar más…
Yo decidí continuar la conversación y cuando el autobús arrancó pensé en comentar algo como ¡Ya nos vamos a comer nuestro plato de pasta!… pero rectifiqué porque eso ya no era lo más común en nuestro país, no cualquiera podía comprar un paquete de espagueti o macarrones para su almuerzo, así que modifique el comentario:
-No se preocupe, ya vamos a comer el arrocito…
-Exactamente, eso vamos a comer- comentó la señora riendo…
Entonces iniciamos la conversación sobre de la dura situación de Venezuela, ese era un tema casi inevitable en cualquier conversación.
Mientras el autobús doblaba por la redoma del hospital para tomar la ruta de destino, la compañera de asiento me comentó que tenía hermanos por fuera del país, ellos le habían ofrecido llevársela, y ella lo consideraba; una hermana tan solo un poco más joven, había emigrado hace poco…
-¿Qué edad tiene ella?- pregunté
-Casi cincuenta- contestó la mujer
-Si es Joven, aún puede trabajar…
Y antes de que me diera cuenta de lo que implicaba mi comentario la señora me contestó
-¡Y yo también!
La mujer con más de 50 años aún tenía el espíritu enérgico bajo su piel, me contó que trabajaba en el hospital, en el área de lavandería, clasificando las ropas para entregarlas a las camareras o a los familiares de los pacientes que venían desde lejos a tratarse en el hospital.
-Son más o menos 30 años, eso es lo bueno de comenzar a trabajar desde temprana edad.
Ella había negado su jubilación, enviada desde caracas unos meses atrás, porque se verían reducidos los beneficios que recibía como trabajador del estado (El ticket de alimentación entre ellos) quedando únicamente con su sueldo neto, además claro de la pensión por vejez. Ese era un lujo que no podía darse tomando en cuenta que el precio del kilo de arroz ya era casi equivalente al de ese sueldo.
-Pero si vuelve a salir la Jubilación si aceptaré, después veré como resuelvo- Comentó la señora.
Me explicaba que era más rentable trabajar limpiando y planchando en un hogar de familia que en el sector donde estaba, y tenía la opción de emigrar. Su sobrina, y una de sus vecinas estaban fuera del país y ahora se les veían muy lindas y de mejor contextura en las fotos que enviaban desde el exterior. Ella amaba su tierra, aquella Venezuela de antaño donde compartía los fines de semana con todos sus hermanos, el dominó, la parrilla, la sopa. El sueldo que rendía para la comida, la ropa, los zapatos y ¿porque no? Ahorrar. Si existía la gente humilde pero no vivían bajo la misma situación y quién sabe si esto cambiaría.
-Sí va a cambiar- Dije para ella y para mí.
Habíamos vivido cosas peores, nos libramos de un imperio extranjero, mentes brillantes lucharon por forjar una república, se desataron guerras civiles en varias ocasiones, desfilaron unas cuantas dictaduras y ahora teníamos esto. Un embrollo que había iniciado con política y se había mezclado como sociedad. Y nuevamente, tenía que cambiar, la vida es evolución.
-Si quiere viajar hágalo, quedarse o irse son opciones respetables y un viaje siempre es bueno…
-Sí, ya veré que hago cuando aparezca la jubilación…
Era admirable contemplar como mujer de avanzada edad podía tener la determinación abandonar su hogar, su país, con más de 50 años de edad para ir a ganarse la vida trabajando en una tierra extranjera, donde siempre sería extranjera, pero aquello era el efecto del sueño tranquilizante de una mejor vida… un sueño que a veces era nostalgia.
-¿Tiene tiempo viviendo por esta zona?- le pregunté cuando tomamos la carretera nacional.
-Toda la vida, y ¿tu?
Respondí afirmativamente y entonces empecé a recopilar fragmentos de su vida. Siempre me ha fascinado la Venezuela de antes, las anécdotas de los abuelos, descubrir cómo podía ser de entretenida la vida sin tantos elementos, y lo que más me atraía del pasado era la naturaleza, que por supuesto existe, pero antes se respetaba.
-¿Cómo era su comunidad en esa época?
-No habían tantas familias, pero como ha crecido ahora, eso es extenso…- Me comentó orgullosa y sonriente.
Entonces me contó sobre los manantiales y las quebradas que había en su zona, de un río al otro lado de la carretera donde la vista se perdía, de la vegetación, de los árboles… y entonces pude imaginar a un grupo de niños corriendo por el bosque, bañándose en el río, salpicando agua, y descansando sobre la grama ante un panorama magnifico de las montañas. Pensé que de seguro había disfrutado de vivir en contacto con la naturaleza, y se lo pregunté directamente:
-Sí, Dios me dio ese don– dijo suspirando por algún recuerdo -disfrutar de la naturaleza, y eso me hace más feliz que la música o algún entretenimiento.
Al escuchar aquello inmediatamente asumí: “yo también tengo ese don”, no hay algo que me reconfortara como el aire fresco o un paisaje natural, no es que acostumbrara incursionar en aquel mundo, pero simplemente ver la vegetación, las lomas, la naturaleza viva delineando la carretera, y vistiendo el suelo de frondosa frescura era algo genial. Sin embargo enseguida me hizo ver que yo era solo un niño encantado…
-Un árbol es algo especial- me dijo -Tu puedes sentarte a su lado, bajo su sombra, y entonces hablar con él, contarle tus preocupaciones, de tus problemas y él te va a escuchar, porque tiene vida… y también puedes hablar con Dios, si quieres, y entonces en ese lugar fresco y tranquilo vas a encontrar paz…
Aquello me pareció tan sensato y profundo, tan sincero que no pude evitar sonreír. Era un sentimiento puro, inspirado por la naturaleza…
-¿Y el árbol no juzga verdad?- agregue entusiasmado, pensado que decía algo cierto, pero ella me volvió a sorprender con su respuesta:
-Y no te va a rechazar…
/Y no te va a rechazar/… resonó en mi cabeza ¿Cuántas veces rechazamos a otras personas que solo quieren hablar? ¿Cuántas nos sentimos rechazados o nos rechazamos, tal y como somos para encajar en algún entorno? Indudablemente vivimos en un mundo complejo, absortos en nuestros intereses y en lo que esperamos de nuestra vida, y de pronto olvidamos las cosas sencillas, esos detalles que han sido puestos con afecto en nuestro camino; un árbol, la naturaleza, o cómo podemos encontrarnos a nosotros mismos a través de ella.
Le pregunte si era cristiana o católica, porque obviamente conocía a Dios, y se incluyó en la primera, y yo en la segunda opción. Pero me agradó saber que pensábamos de igual forma:
-Eso no importa hijo, Dios es el mismo- Puntualizó, y luego dijo que oraría por mí. Creo que era algo que salía de su corazón. Así como para mí había sido grato conversar con ella. Yo le dije que haría lo mismo y lo hice a mi manera.
“Cada viajero tiene un buen relato que contar” pensé, cuando la vi bajar del autobús, y entonces disfruté del paisaje a través de la ventana…
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