Mi vicio

in #relato6 years ago

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Mario Benedetti lo dijo claramente en La Tregua: “Posiblemente me quisiera, vaya uno a saberlo, pero lo cierto es que tenía una habilidad especial para herirme” me quería, de eso no tenía dudas, lo que sí solía preguntarme era ¿para qué? no entendía del todo mi papel en su vida.

Arturo se preocupaba por mi, me escuchaba, aconsejaba e intentaba estar siempre que lo necesitaba para rescatarme de mis situaciones caóticas, sin embargo, si mirabas las decisiones de su vida personal yo terminaría profundamente lastimada.

Sus penetraciones borraban mis dudas, no podía pensar en otra cosa diferente a entregarme en cuerpo y alma, el después no importaba pero siempre llegaba, el olor en las sábanas era adictivo hasta que comenzaba a doler, el no poder tenerlo siempre cerca quemaba, pero entonces él me masturbaba en la calle y volvía a caer como una viciosa, su pene es la pipa que jamás me cansaré de fumar.

Sus besos eran un vicio, todo lo que implicaba el sexo con Arturo era adictivo, no sólo era excelente durante el acto, también en los juegos previos, era tanto el deseo que luego de acabar ya estábamos deseando volver a comenzar.

Su manera de tocar mi cuerpo activando cada poro, haciéndome gemir con tan sólo un roce, saber que las posibilidades eran infinitas hacían a mi vagina latir con su presencia, si me pedía tener sexo en una feria de comida yo feliz sería su plato principal.

Estar a la expectativa es agotador, él era mi herida y mi cura, estaba decidida a dejarlo, quedamos en vernos luego del trabajo, ese día fue un caos, todo me salió mal, llegué tan tarde que ni pensé en llamarlo, sin embargo, allí estaba esperándome.

-Tenemos que hablar.

-Ok, pero vayamos a un lugar más solitario.

Hacía frío, estaba molesta, a veces actuaba como si no le pasará nada, como si que yo estuviese en su vida o no le diera igual, pero luego de los años y los daños había comprobado que eso no era así, me quería en sus días aunque no lo dijera con palabras, pero allí iba yo, dispuesta a dejarlo aunque eso nos rompiera a ambos.

-¿Qué tal tu día? ten, traje café.

  • Un asco de día, y no me gusta el café sin leche.

-Eso lo podemos resolver...

-De verdad, vine a hablar.

-Con ese vestido se me hace difícil escucharte.

Comenzó a llover y nos fuimos a un campo de fútbol cercano, por la hora estaba solo, sentados frente a frente, con el agua corriendo por su cara y la brisa desordenando su cabello mi vagina se alegró, lo necesitaba dentro.

Sin preguntar me puso su suéter, Arturo quedó en franelilla, mis ojos se perdieron en ese pecho que tanto me gusta ver agitarse debajo de mi, su olor lo inundó todo, no pude controlar mi cuerpo, le agarré la cara y lo besé, me atrajo hacia él, me sentó en sus piernas, su pene se abrió paso entre mi ropa interior, afortunadamente el beso ahogó mi gemido, nos movíamos lento, sus manos se perdían tocando mis pechos.

-Siempre serás mi puta.- Y lo era, me movía con calma, cuando me estaba dejando ir me volteó y me jalo el cabello entonces no lo pude evitar, solté un grito de placer y él me nalgueo, no nos importaba el lugar, si alguien nos hubiese visto seguro se quedaba hipnotizado, mi orgasmo le ensucio la ropa, sentía su pene latir e hincharse, un nuevo corrientazo recorrió mi cuerpo y entonces supe que era momento de concentrarme en Arturo, me separé y sin dejar de verlo lamí la punta de su miembro, fui bajando con la lengua mientras le aprisionaba el tronco, él sonreía satisfecho, ver esa expresión me hizo follarmelo con la boca, ahora era yo la que sonreía, me apretó la cabeza contra su cuerpo, su pene convulsionaba, se vació por completo, feliz me tragué toda su leche, no hay duda... ese sabor es mi favorito.

-¿Ahora que tuviste tu leche si quieres café?

-Jajaja sí, sí quiero, estamos mojados.

-Mojada sigues estando tú, pero supongo que no me trajiste hasta aquí sólo para violarme.

-Realmente todo fue al revés, pero bueno, lo que te quería decir es que suelo no entenderte, pero esto es lo que hay, no vas a cambiar, no te voy a pedir que lo hagas porque es lo que eres y sólo me queda aceptarlo o no.

-¿Entonces qué vas a hacer?

-Besarte.

-Y darme mi suéter jajaja vamos, te acompaño a tu casa.

El edificio estaba oscuro, seguro la hora de la luz se había vuelto a descontrolar, me estaba quejando cuando me arrinconó, su mano subió por mi muslo, sus dedos me invadieron, la parte de arriba de mi vestido se vino abajo, se puso frente a mi y con su boca quitó mi hilo, no podía verlo pero su lengua me exploraba, yo me apretaba los senos para contenerme, él chupaba, soplaba y mordía, su barba me raspaba, disfrutaba lo jugosa de mi fruta prohibida, estaba cerca del orgasmo cuando se separó, se entregó a mis tetas, las chupaba con devoción, sus dedos seguían en mi interior mientras Arturo torturaba mis pezones, mi respiración se agitó, estaba en la puerta del cielo cuando todos los movimientos cesaron, puso mis manos hacia atrás y susurrándome me dijo:

-Sé lo que me ibas a decir hoy, pero no me puedes alejar, soy tu mayor vicio, sólo conmigo puedes ser tú.

-Cogeme, por favor, cogeme...

-Ahorita no, siempre tendrás ganas de mi.- Volvió a bajar a mi pozo y con la boca llena de mi néctar me besó, sentí su erección en mi ombligo, necesitaba tenerlo dentro, me froté contra él, sacó su estaca y me la hundió de una sola estocada, salió, recorrió mis pliegues con la punta, mientras me besaba el cuello, me estaba enloqueciendo, quería más pero Arturo se perdió en la oscuridad sin decirme nada.

Acostada en mi cama todo era muy confuso, me dolía el cuerpo de las ganas con las que me quedé. Sí, habíamos echado un polvo hace nada pero me dejó excitada con el episodio en el pasillo, entonces me llegó una foto de su erección “ese dolor que sentimos sería eterno si nos separamos, podemos estar con otras personas, pero lo nuestro es único, hoy nos masturbaremos hasta quedarnos dormidos, luego haremos realidad lo que soñemos”.

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