Desarrollo de Potencialidades
El Señor nos ha dotado desde nuestro nacimiento con características y facultades que nos hacen seres humanas únicos, sin ninguna réplica exacta aun cuando algunas de estas características y facultades sean similares.
El propósito de Dios al crearnos y darnos aliento de vida es para servirle y exaltar su nombre, Él en su infinita misericordia nos proporcionó herramientas para este propósito.
Una vez que ya sabemos y asumimos con humildad esta premisa, debemos plantearnos las siguientes interrogantes: ¿Qué estamos haciendo con estas potencialidades con las que el Señor no ha creado? ¿En qué las estamos utilizando? ¿En su obra o en motivos personales que, lejos de glorificarlo, nos ensoberbecen y nos alejan de su presencia?
Son importantes estas preguntas porque nos llevan a autoanálisis que nos permitirá respondernos que estamos aportando a una sociedad que está travesando actualmente por una severa crisis moral, ética, de valores; plateando y tomando acciones contrarias a lo que Dios ha establecido como bueno, mal utilizando su racionalidad lo que la ha
llevado a tomar decisiones erráticas. La moralidad y la ética en estos tiempos se ven como algo sin importancia y las personas van corriendo a toda prisa hacia un abismo.
La Iglesia, Cuerpo de Cristo, tiene en sus manos una gran responsabilidad en una sociedad como la actual. Tiene el llamado de Dios a realizar el trabajo de llevar a los pies de Cristo a un mundo alejado e irreconciliado con Él (Mateo 28:19-20; 2da Corintios 5:17-20). Los creyentes en Cristo Jesús, de cuyos ojos ya ha caído la venda que cegaba el entendimiento espiritual, deben ser instrumentos de aquel no creyente con su Creador. Debe dejar de lado su apatía, su encierro y comenzar a impactar a una sociedad que necesita un modelo de conducta, hombres y mujeres de buen testimonio, temerosos de Dios, matrimonios firmes donde el amor sea el nexo más importante y que sean ejemplos de vida familiar; con principios éticos presentes en sus vidas y un vocabulario decente que glorifique al Señor. (1 Pedro 2:11-25).
Es hora de comenzar a desarrollar esas potencialidades, es tiempo de utilizar ese regalo tan preciado al máximo no para agrandar nuestro ego sino para la gloria y honra del único merecedor de ello, Nuestro Padre Celestial.