BREVE REFLEXIÓN SOBRE MI PAÍS (política)

BREVE REFLEXIÓN SOBRE MI PAÍS

Realmente mi país es una tormenta. Aquí nos han acaecido todos los males sin precedentes. Sobre todo el de estar gobernados por unos sátrapas. Vivimos una fantasía petrolera bajo el primero gobierno del comandante Hugo Chávez Frías, quien asignaba cupo en dólares para los viajeros, algunas veces hasta de más de tres mil dorales, sin que prácticamente nos costara nada, de una manera desordenada y hasta corrupta, que se evaporó después de la caída predecible del precio del oro negro en el mercado mundial, ante la aparición de nuevas tecnologías emergentes para explotar los recursos energéticos.

Sólo en la mente de una clase gobernante como la del Chavismo se pensó, que esta bonanza era para siempre y que con ella podía la espada de bolívar andar regalando petrodólares en el mundo, con el único fin de hacer del hoy difunto comandante una figura universal de la política. La política económica del estado era la del colchón, por supuesto no me refiero a la operación colchón, tan famosa en la historia del erotismo; sino a esa que delineo el comandante de guardar todos los recursos del país en un colchón, que de manera figurada se refería al de él, es decir a su único manejo del dinero del país, sin incluso rendirle cuenta a nadie. Esta fue la herencia que nos dejó, miento le dejó a su sucesor presidente Nicolás Maduro Moro, ganando unas elecciones apresuradas, hecha a la medida por un equipo formado por matemáticos y tecnócratas, que delinearon una campaña que durara tanto, como el llanto derramado por los seguidores del reciente fallecido comandante. Lo que vino después fue catastrófico, de un nuevo presidente con una asesoría férrea cubana y por una burocracia nacional que traía todos los vicios del pasado gobierno y de un partido socialista con un odio férreo a todo lo que oliera a progreso. De allí las persecuciones a empresarios nacionales y extranjeros, que terminaron llevándose todos sus capitales por temor a ser expropiados sin ninguna reivindicaciones, como de hecho ocurrió.

Este gobierno de Maduro (algunos dicen más bien que de los Castros, todavía vivía Fidel), profundizó la dádiva estatal y creando una población dependiente del estado, organizada ahora bajo comités, con el propósito de fundamentar una base electoral que le garantizara en el futuro su permanencia. Lo más irónico de todo, es que el ahora madurismo, llegó a enfrentarse hasta con los únicos que le pagaban constante y sonante la ya precaria renta petrolera, a saber las corporaciones petroleras norteamericanas, ni de hablar de la clase política del imperio y sus instituciones. Lo que tiene sumido al país en una pobreza extrema, ahora con el agravante de una pandemia que está haciendo estragos en toda la humanidad. Esta pobreza extrema produjo lo hoy llamado la diáspora venezolana en el exterior, llevándose con ella una importante población de profesionales y técnicos, formados en el país en su buen tiempo de bonanza, incluso muchos de ellos con especializaciones y doctorados en importantes universidades del mundo, mientras los dirigentes conspicuos del chavismo se reían ante la pérdida de tan irreemplazable recurso humano.

¿Dónde cabe en estas líneas el papel de la oposición? La oposición venezolana, siempre ha estado a la expectativa del paso que le ha marcado el chavismo, de allí su fracaso. Algunas veces ha jugado a enfrentar por la calle del medio al despotismo de la clase gobernante. Esto particularmente ocurrió en las famosas guarimbas que, por momentos tuvieron al borde del abismo al presidente Maduro; pero terminaron levantándose milagrosamente por una suerte de diálogo que todo el mundo sabía, salvaría al gobierno. Otras veces han terminado participando y ganando espacios en procesos electorales en condiciones tan adversas, pero que al final termina el gobierno colocándole candados o haciéndolas partícipe de un espacio de poder inoperante. Pero el peor de las desgracias de la oposición es haberse creído el fenómeno gringo en Panamá, que produjo la caída de Manuel Noriega y le entregó en bandeja de plata el gobierno a un opositor. En las elecciones presidenciales de hace dos años, que reeligieron a Maduro como presidente, en claras elecciones cuestionadas, donde se inhabilitaron partidos y candidatos, se movieron circuitos electorales, se usó el hambre venezolana para comprar conciencia, dándose bolsas de comida y bonos de subsistencia a la población; el gran atrevimiento que, muchos esperábamos, lo dio el presidente de la Asamblea Nacional, el único poder que no dominaba el gobierno, a saber Juan Guaidó y se proclamó presidente por mandato de esta Asamblea. Desde ese momento muchas cosas han transcurrido bajo estas aguas, que parecieran ser las mismas de siempre, aunque juzguemos mal al filósofo de Mileto. Este paso de irreverencia ante el poder, movió el entusiasmo de muchos, pero se enfrió, en parte por las distintas promesas frustradas de salir de Maduro y del enclaustramiento de un presidente virtual, sin embargo con cartera importante de dinero que se le permitió manejar, de los recursos del estado en el exterior y de los que la mayoría de los venezolanos no hemos tenido acceso, salvo la clase dirigente que le acompaña que los ha administrado para beneficio personal. La reciente elección parlamentaria, ahora controlada por el chavismo, ante el premeditado llamado de abstención de la corriente de Guaidó, y la pérdida del poder del Donald Trump en Estado Unidos, tiene a la oposición venezolana en un abismo, no así al chavismo que gusta gobernar en la miseria. El verdadero enemigo del chavismo ahora, es el mismo chavismo, que ya empieza a mostrar sus fisuras ante una posible nueva reelección presidencial de Maduro y hay otros que quieren comerse ese hueso.