Horizontes
Tras el bosque de las sombras mi alma reposa ni cálida ni fría oculta en un inmenso valle repleto de casas cuyos habitantes ya se han ido hace muchos siglos. Han migrado ellos hacia la luz pero por alguna razón he sido yo el único que aquí ha permanecido, sin poder sentir; La atmósfera es lúgubre, las únicas luces son las estrellas que dejan apenas vislumbrar al sol que ha sido eclipsado por la luna; Los sonidos recuerdan a los temores más íntimos de los hombres, la soledad, el miedo, el dolor, aquellos tambores que una vez retumbaron en los oídos de los vivos en el silencio de la inexistencialidad ahora es a mí, que ya no existo, a quien aqueja, ahora aquél silencio se ha convertido en la expresión sorda del vacío en el que me encuentro, siendo un cuerpo que poco ha podido hacer ante la eventualidad que a este punto me ha conducido .
Aquellas losas por la cual transitaron mis más ambiciosos sueños ahora son las piedras por las que camina la pesada materia que llevo a cuestas. Sin vida, nada tiene significado, en la inexistencia qué sentido puede tener ser, si nada puede ser albergado por la nada. ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué no me he ido con el resto de quienes una vez fueron mis amigos y familiares? ¿Qué clase de Dios cruel y retorcido me ha dejado náufrago en mi propia tumba? Quién sabe.
La oscuridad es simbólica, veo así cómo los gusanos hacen un festín con mi cadáver que pudriéndose poco puede hacer para despojar de sí mismo su alma melancólica. Imagina estar muerto mientras te ves a ti mismo descomponiendote como un átomo ante una explosión atómica, presenciando tu fin atravesando así la cuarta realidad de tu propia vida. Sabiendo, al mismo tiempo, que toda la agonía y el sufrimiento son lágrimas y gritos sin sentido para el complejo, frío e indiferente engranaje del Universo.
Sigo en aquel infinito valle de casas, cada casa me recuerda a un amigo, cada casa me recuerda a un familiar. De entre todas, la única aún amoblada es justo la mía: La más grande de todas las demás, llena de habitaciones, comida y sombras de lo que parece que hubieran sido alguna vez personas. En esa gran casa cada habitación es un recuerdo cálido, es una marca imborrable de mi ser, todo lo que una vez compuso, como una sinfonía lo que ahora se descompone, en esta disidencia de mi estado actual, que se refugia en la fantasía.