[ENG-SPN] Portrait of an old monastery / Retrato de un viejo monasterio

Still, a little more than a millennium after its first stone was laid, it continues to be a lighthouse of culture and devotion, which annually attracts a large number of pilgrims through the arduous mountain paths of the magnificent, imposing, legendary and supernatural Europe’s Peaks.

Carrying out the exhausting itinerary of this ancestral path of this pilgrimage route -which begins in the remote and no less supernatural ports of the Cantabrian Sea and which is called Camino Lebanensis or de la Liébana- not only means having an enviable physical shape, but also, to think, with full knowledge of the facts, that Faith, after all, is capable of moving both feet and mountains.

At least, when you get to this place, leaving behind places of rugged beauty, such as the suffered and dangerous gorge of La Hermida, and take a look around, that, precisely and no other, is the feeling that travelers and pilgrims who finally reach their sacred goal. The one of treading with his feet a place that even the mountains and the Muslim raids of the Middle Ages decided to respect and safeguard, who knows if trusting in that sublime supernatural power that emanates from his greatest treasure and in addition, one of the greatest treasures of Christianity: the largest preserved and verified fragment of the True Cross or the element of martyrdom where Jesus Christ was crucified more than two thousand years ago. What is anecdotal, furthermore, is that this old monastery was also a victim, in relatively modern times, of sacrileges and martyrdoms and that detail, together with its irreducible perseverance, makes any sensitive person feel it, not as a beautiful and immeasurable set of sacred architecture more or less reformed, but as what it really is: a true Place of the Spirit, where, above a simple matter of observances and goals, there is always the most sublime of experiences, which is none other, than that of Feeling.

Todavía, algo más de un milenio después de que se pusiera su primera piedra, continúa siendo un faro de cultura y devoción, que anualmente atrae a un gran número de peregrinos por los arduos caminos montañosos de los magnificentes, imponentes, legendarios y sobrenaturales Picos de Europa.

Realizar las agotadoras etapas del itinerario de este ancestral camino de peregrinación -que comienza en los alejados y no menos sobrenaturales puertos del Cantábrico y que se denomina como Camino Lebanensis o de la Liébana- no sólo suponer tener una forma física envidiable, sino también, pensar, con total conocimiento de causa, que la Fe, después de todo, sí es capaz de mover, tanto pies como montañas. Al menos, cuando se llega a este lugar, dejando atrás lugares de agreste belleza, como el sufrido y peligroso desfiladero de La Hermida y se echa un vistazo a su alrededor, esa, precisamente y no otra, es la sensación que tienen los viajeros y peregrinos que por fin alcanzan su sagrada meta. La de hollar con sus pies un lugar que incluso las montañas y las razzias musulmanas de la Edad Media decidieron respetar y salvaguardar, quién sabe si confiados en ese sublime poder sobrenatural que emana de su mayor tesoro y por añadidura, uno de los mayores tesoros de la Cristiandad: el mayor fragmento, conservado y verificado, de la Vera Cruz o el elemento de martirio donde fue crucificado Jesucristo hace más de dos mil años.
Lo anecdótico, además, es que este viejo monasterio, fue también víctima, en tiempos relativamente modernos, de sacrilegios y martirios y ese detalle, unido a su irreductible perseverancia, hace que cualquier persona dotada de sensibilidad, lo sienta, no como un bonito e inconmensurable conjunto de arquitectura sagrada más o menos reformado, sino como lo que realmente es: un verdadero Lugar del Espíritu, donde, por encima de una simple cuestión de observancias y metas, está siempre la más sublime de las experiencias, que no es otra, que la de Sentir.

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