[ENG-SPN] A siren song: forgotten Romanesque hermitages / Un canto de sirena: ermitas románicas olvidadas

It is not strange and in fact, it is quite common to come across numinous hermitages of incalculable age, in most cases, which, outside the walls of towns and cities, constitute, using the metaphor, the best example of a siren whose song, irresistibly seductive, attracts the attention of the traveler from a distance, leading him directly into the trap of curiosity.

Such 'sirens' and such situations, despite the census of the forgotten national heritage and little known by the general public, usually occur, with astonishing frequency, in those infinite Castilian expanses, where, by dint of lively tears and sweat of the brow, the farmer still manages to outwit the usurious rancor of the plain, snatching a little piece of the cake from the obstinate cigarrales, to sow wheat and barley in them.

Dedicated to the Virgin of the Octave and solitary on a small hill, from whose viewpoint a small village sleeps the sleep of the righteous, in that happy place and miraculously forgotten by the untimely flight of the vultures that stalk the Duratón gorges, in its delicate carvings you can still see, when the wind does not overcome the weak branches of the little trees that someone planted in front of its entrance portico, the hand of those anonymous brotherhoods of stonemasons, leaving traces of some paths and itineraries, which, by the way, make Segovia a heritage site of the first magnitude.

No es extraño y de hecho, resulta bastante frecuente encontrarse con numinosas ermitas de edad incalculable, en la mayoría de los casos, que, extramuros de pueblos y ciudades, constituyen, amparándonos en la metáfora, el mejor ejemplo de sirena cuyo canto, irresistiblemente seductor, atrae la atención del viajero en la distancia, llevándole directamente a la trampa de la curiosidad.

Tales ‘sirenas’ y tales situaciones, mal que le pese al censo del Patrimonio nacional olvidado y poco conocido por el público en general, suele darse, con asombrosa frecuencia, en esas infinitas extensiones castellanas, donde, a fuerza de lágrima viva y sudor de frente, el agricultor todavía consigue burlarle al encono usurero de la paramera, arrancándole un pedacito de pastel a los obstinados cigarrales, para sembrar en ellos trigo y cebada.

Dedicada a la Virgen de la Octava y solitaria sobre una pequeña colina, desde cuyo mirador un pueblecito duerme el sueño de los justos, en ese lugar feliz y milagrosamente olvidado por el vuelo intempestivo de los buitres que acechan los hoces del Duratón, en sus delicadas labras todavía pueden verse, cuando el viento no vence las débiles ramas de los arbolillos que alguien plantó enfrente de su pórtico de entrada, la mano de aquellas anónimas cofradías de canteros, dejando huella de unos caminos e itinerarios, que, dicho sea de paso, hacen de Segovia un conjunto patrimonial de primera magnitud.

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