Cien años de soledad.
Como se habla en el libro del mismo título, Altamira de Cáceres en sus 443 años pareciera sumergirse en la soledad de sus calles. Pues desde hace varios años los jóvenes que alguna vez jugaron en sus calles se fueron a otras ciudades a continuar con su vida y formar nuevas familias.
Solo queda aquel aire puro y fresco que siempre caracteriza al pueblo en la base de la cordillera andina venezolana y los abuelos fundadores de las últimas generaciones.
Esta fotografía fue tomada desde el campanario de la vieja Iglesia pueblerina en una tarde soleada avistando detrás de las montañas la formación de nubes llenas de agua.