Profecías de Juan XXIII

in #partiko5 years ago

Uno de los Papas más populares del siglo XX fue el italiano Juan XXIII (1881-1963), papa número 261 de la Iglesia Católica y soberano de la Ciudad del Vaticano entre 1958 y 1963. El Sumo Pontífice fue autor de las famosas encíclicas “Mater et magistra” (“Madre y Maestra”, 1961) y “Pacem in Terris (“Paz en la Tierra”, 1963), esta última escrita en plena guerra fría luego de la llamada “crisis de los misiles” de octubre de 1962, y que se convirtieron en documentos señeros que marcaron el papel de la Iglesia católica en el mundo actual.

Conocido por los fieles como “Il Papa Buono” (“El Papa Bueno”), Juan XXIII también fue famoso por su sentido del humor. Después que fuera nombrado papa, debía salir al balcón para bendecir por primera vez a la multitud de fieles agolpada en la Plaza de San Pedro, vestido con una sotana blanca preparada para la ocasión. Sin embargo, ninguna de las tres tallas que le habían preparado le quedaba bien, pues hasta la sotana más ancha le quedó estrecha. Mientras le soltaban las costuras a toda prisa y hacían un arreglo de emergencia, el flamante Papa sólo suspiró y comentó: “Todos me han elegido papa, menos el sastre”. Pocos días más tarde -tomando en cuenta el aumento de la inflación, la política salarial italiana y el encarecimiento de los precios- Juan XXIII ordenó elevar el sueldo a los funcionarios del Vaticano. Cuando sus subordinados le preguntaron el motivo de su medida, el papa, refiriéndose a su abultada masa corporal, comentó: “Es lógico que ahora cobréis más; yo peso el doble que Pío XII, mi predecesor”.

Otro de los detalles conocidos de la vida de este singular papa tiene que ver con su don para la profecía. Se cuenta que en el año 1935, mientras se celebraba un ritual de iniciación en el templo italiano de la Rosacruz, un joven sacerdote llamado Ángelo Giuseppe Roncalli comenzó a hablar con una voz que no era la suya. El gran canciller de la Orden, impresionado por el hecho, transcribió todo lo que el hermano decía y en 1976 publicó lo que escuchó en un libro titulado “Le profezie di Papa Giovanni”. El sacerdote que había hablado, como ya se mencionó, era Ángelo Roncalli, arzobispo de Mesembria, quien más tarde accedería al trono pontificio con el nombre de Juan XXIII.

El periodista Pier Carpi, quien publicaría en 1977 su famoso libro “Las profecías del Papa Juan XXIII”, confesaría que el material del libro -una quinta parte de las profecías que formuló Juan XXIII en el año 1935- le fue proporcionado por un anciano de barba blanca que le pidió permanecer en el anonimato. Increíblemente, muchas de las premoniciones formuladas por el Papa Juan XXIII en 1935 se fueron cumpliendo con el correr de los años, como el inicio de la Segunda Guerra Mundial, el suicidio de Adolf Hitler, el lanzamiento de la bomba atómica, el fin del imperio británico, la expansión del comunismo, el asesinato del presidente John Kennedy y su hermano Robert, la elección papal de Juan Pablo II y la caída del Muro de Berlín, entre otros vaticinios. Otras profecías, como la fecha en que se producirá el fin del mundo, están por cumplirse.

Estas son algunas de las profecías más famosas formuladas por Juan XXIII, el “Papa Bueno” :

-El fin de la Sociedad de las naciones y el surgimiento de Adolf Hitler y la Alemania Nazi:

Esta profecía anuncia el fin de la Sociedad de las Naciones -organismo internacional creado por las potencias vencedoras tras el fin de la Primera Guerra Mundial- y la suerte final de Adolf Hitler, quien sobrevivió a numerosos atentados en su contra, pero terminó suicidándose acompañado de su amante Eva Braun en su búnker de la Cancillería de Berlín, rodeado por las tropas del Ejército Rojo:

“Unidos en el orgullo de la victoria y en la trama expansionista, os dividiréis y se desmoronará vuestra sociedad de naciones…El hijo de la bestia (Hitler) ha sobrevivido a tres atentados. No al cuarto (su propia derrota). Les sirve para matar a quienes odia. Pero le llega su fin. Encerrado en su cubil, abrazado a la mujer de otro. Sobre su muerte, misterio. Hay que combatir y esperar, porque el usurpador se crucificará solo en la falsa cruz. Sólo entonces habrá paz… Más atención al último que salió de la madriguera. Será difícil acabar con él y prepara nuevos infortunios para el mundo. Él conoce el verdadero rostro de la Bestia”.

-Los Juicios de Nüremberg:

Esta es una de las profecías más diáfanas de Juan XXIII, pues alude directamente a la ciudad alemana –Nüremberg- donde se celebraron los primeros juicios de la historia por crímenes de guerra, entre el 20 de noviembre de 1945 al 1 de octubre de 1946, y que determinaron y sancionaron las responsabilidades de varios jerarcas nazis en los diferentes crímenes y abusos contra la humanidad cometidos en nombre del Tercer Reich entre 1939 y 1945, incluyendo el Holocausto Judío:

“Ovejas para el dolor y la muerte impalpable. Los matarifes saben, y mentirán en Nüremberg. Buscad siempre a los matarifes, aun cuando les creáis muertos. Buscadles donde quiera conviva el poder con el terror. Buscadles en las casas de quienes se enriquecieron con la guerra”.

-Stalin y los nazis:

Esta profecía se refiere supuestamente a Joseph Stalin, y al pacto de no agresión que la Unión Soviética firmó con los nazis, antes que los alemanes emprendieran la invasión de territorio ruso en junio de 1941, en el marco de la “Operación Barbarroja”:

“Y tú, nuevo zar (Stalin) a quien el padrecito (el zar derrocado) maldijo, estrechas la mano del dictador negro (Hitler). Miras al mar. La sangre lo enrojecerá. El pequeño zar muere asesinado en la oscuridad de su cubil. El nuevo zar da muerte a los verdaderos hijos del padrecito. Tiene ojos de lobo. Pero los lobos (los nazis) están en la frontera”.

-El lanzamiento de la bomba Atómica en 1945:

Juan XXIII en esta profecía habla de una misteriosa y terrible arma que estallará en Oriente (Hiroshima y Nagasaki), produciendo miles de muertes, destrucción y enfermedades incurables. También anuncia que cuando ya se conozca el secreto del átomo, esta temible energía se aplicará en la paz y el nombre da Albert Einstein quedará en el recuerdo de la historia: “La gran arma estallará en Oriente, produciendo llagas eternas. La infame cicatriz no se borrará jamás de la carne del mundo. Más antes de sus palabras de ciencia verdadera, el secreto del arma que destruye las armas. Vendrá entonces un tiempo de paz y el nombre de Alberto se inscribirá en la lápida”.

-La caída del Imperio Británico:

Juan XXIII anuncia en otra de sus profecías el fin del Imperio Británico, la expresión máxima del colonialismo europeo iniciado en el siglo XVI y que, hasta antes del inicio de la Segunda Guerra mundial, era aún el mayor gigante del mapa político mundial: “La segunda Isabel asiste de cerca a la ruina de lo que construyó la primera. Hoy es pequeño el mar y la fuerza está muy lejos”.

-El asesinato de Mahatma Ghandi:

En esta profecía Juan XXIII se refiere a Mahatma Gandhi, el dirigente más destacado del movimiento de independencia indio contra el Imperio Británico, para lo que practicó la desobediencia civil no violenta y que murió asesinado el 30 de enero de 1948: “Recibirás en tu casa a un santo descalzo. Y harás esperar a los poderosos, que rezarán sin armas en la mano. En la tierra de Brahma, una voz desarmada. Es la conciencia del mundo, que nunca morirá, aunque maten su carne”.

-El asesinato del presidente John F. Kennedy y su hermano Robert:

Esta profecía alude directamente a los asesinatos de John Kennedy, trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos, el 22 de noviembre de 1963, y su hermano, el senador Robert Kennedy, muerto de un disparo el 5 de junio de 1968, en un hotel de Los Ángeles, durante las celebraciones de su exitosa campaña en las primarias de California en su intento de obtener la nominación demócrata para la presidencia de los Estados Unidos:

“Caerá el Presidente y caerá el hermano. Entre los dos, el cadáver de la estrella inocente. Hay quien sabe. Preguntad a la primera dama negra y al hombre que la llevará al altar en la isla. Serán tres quienes disparen contra el Presidente. El tercero de ellos estará entre los tres que matarán al segundo…”

Este vaticinio tiene la particularidad de que se refiere a la viuda del ex mandatario americano, Jaqueline Kennedy, al futuro esposa de ésta (el magnate Aristóteles Onnasis ) y adelanta una teoría que a estas alturas muchos ya dan por segura: el asesinato del presidente John Kennedy no fue obra de un solo hombre, Lee Harvey Oswald, sino de una organización que operaba en las sombras (¿La CIA?).

-La elección del Papa Juan Pablo II:

Esta profecía habla de un hecho no menor en la historia del Vaticano: por primera vez, desde 1523, se nombra a un Papa no italiano, Karol Wojtyla, descendiente de campesinos y pescadores. Según esta profecía, el futuro Juan Pablo II encontrará en los escritos de Juan XXIII las orientaciones previas de su pontificado, pues un sector de la iglesia le será hostil. Juan Pablo II, que viene de la niebla de Polonia, irá vestido de blanco por la Plaza de San Pedro cuando es herido por el terrorista turco Ali Agca el 13 de mayo de 1981. Esta profecía también advierte que Juan Pablo II morirá antes de convocar un nuevo Concilio:

“La Madre (la Iglesia) olvida su corazón latino. Más tarde será el Padre inesperado, hijo de las aguas y de los campos. Y hallará en los escritos del Padre muerto el designio de colocar a los pastores y hablar al rebaño. A la Madre le costará mantenerse con vida, pero vencerá las tentaciones y el orgullo de la victoria terrena. Luchará contra el Padre que, hermano entre hermanos, verá enrojecerse su túnica blanca. Tú que vienes de la niebla, serás herido. Morirá lejos de los pastores antes de llamarles a su lado”.

-La Caída del Muro de Berlín:

En esta profecía el Papa Juan XXIII se refiere a la división de la ciudad de Berlín por un gran muro, erguido por los soviéticos tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, y también se refiere al papel prominente de Alemania en Europa, que sucederá a Francia en la hegemonía del continente:

“Europa está dividida. Un pequeño muro, una gran vergüenza. Hallarán a la mujer de Lutero (¿La democracia alemana?) al alba, a los pies del muro que divide Berlín. Y para la erección de su monumento (a la democracia alemana) será derribado el muro. Europa se unirá con Europa….Quien perdió la guerra (Alemania) la gana hoy…Los hijos de Lutero sucederán a los hijos de Juana (Francia)”.

Las profecías de Juan XXIII que aún no se han cumplido

Varias de las profecías formuladas por Juan XXIII en 1935 todavía no se hacen realidad. Es el caso del misterioso vaticinio que afirma que “y será la paz el día en que una mujer jurará sobre la Biblia renovada”. Según algunos estudiosos, esta profecía podría anunciar que una mujer se sentará en el salón oval de la Casa Blanca, es decir, se convertirá en la primera mujer presidente de los Estados Unidos de América.

Otra profecía anuncia que “y el mundo entero se insubordinará contra el juego de los poderosos, la secreta hermandad de los grandes que tramaba la esclavización de los pueblos. Los escasos jefes honrados se unirán y los culpables serán derrocados”.

Sin embargo, la profecía más aterradora formulada por Juan XXIII tiene que ver con la fecha en que se producirá el temido Apocalipsis o fin de los tiempos. Según el “Papa Bueno”, esta fecha corresponde a “Veinte siglos más la edad del Salvador”, es decir, al año 2033.

A continuación, las profecías atribuidas a Angelo Roncalli, según aparecen en el libro “Las Profecías de Juan XXIII” por Pier Carpi de 1976, en su versión al español de 1981, publicada por Ediciones Martinez Roca (Barcelona, España).

Se omiten las introducciones e interpretaciones del autor (cuánto menos inexactas en su mayoría), así como las notas del traductor, pero se presentan en el orden que el autor las dispuso y según cómo éste las reconoció y separó luego de copiarlas (éste criterio puede, y es, errado en algunos casos).


Vacilante tras el santo que va ya camino de los elevados altares, el Padre de la Madre extiende el brazo y se abrirá al mundo.

La Madre será grande para él; cuando sea pequeña, saldrá del pantano aceptando una corta cadena. Tendrá flores ante su cruz y una sombra roja en la espalda encorvada.

Sus hijos llorarán, pero a la derecha tendrá dos manos. Firmes y ricas en valentía en el decir, el ordenar y el obedecer. Santa será su mano derecha; le dará ánimo para condenar los clavos que avanzan para pisotear los lirios.

Pero la cadena será mayor y mayor la lucha, aunque sólo por un lado.

Los hijos del Padre y la Madre estarán protegidos pero sufrirán. Y de noche encenderán luces en el recinto de la plaza. Llegan los caballos de barro.

Se detienen ante las fuentes. — páginas 73 y 74


Entre las nubes más tristes se alzará la paloma elegida, el duodécimo pío de perfil metálico. Única paz en la guerra, única plegaria entre los aullidos de los lobos.

Siete veces se reunirá con el visitante y antes de morir verá su rostro. Y siete veces llevará su corona de rosas.

También los pobres serán Cristo en la sangre y los estigmas sangrarán de dolor: sangre para la sangre. La Madre recogerá los rebaños y no sabrá defender los otros, enterrados en los apriscos y devorados por los lobos de la cruz usurpada.

Hay que desafiar y combatir constantemente a quien hace uso de la cruz y no es hijo de la Madre y el Padre.

Hay que combatir y esperar, porque el usurpador se crucificará solo en la falsa cruz. Sólo entonces habrá paz.

A la Madre le costará mantenerse con vida, pero vencerá las tentaciones y el orgullo de la victoria terrenal. Luchará contra el Padre, que, hermano entre sus hermanos, verá enrojecerse su túnica blanca.

La Virgen María se aparecerá con humildad a los humildes y no la creerán. Entonces habrá tumbas en lugar de templos.

Luz del Neva, de Oriente, pero la luz es siempre de Occidente. La estatua, a medias. — páginas 76 y 77


El vicario oirá injustas acusaciones por haber tenido la dignidad de callar y por el valor demostrado con la prudencia que salvó al mundo. Pero el mundo quiere flores de carne, flores de colores vistosos, y no reparó en las flores de campo, calladas y puras. Y nunca las verá en su esplendor, hasta el fin del fin.

El mal tenía tres cabezas: cayó la primera.

Vino la segunda y el Padre la hirió con la palabra, más fuerte que la espada.

La tercera, enemiga del Padre y de la Madre, estaba desde siempre en el seno de la Madre.

Las cartas de Barcelona hablarán un día de un silencio cargado de acción y el decimosegundo será santo y nunca los habrá más santos que él.

Será el día de la muerte del conde que fue rey en Barcelona.

Los lirios caerán rojos de sangre, pero los claveles no quedarán sin mácula. Triste día, aquel que verá al loco convertido en santo. Error de siglos, secreto.

El Padre de la Madre estará solo y llevará las espinas.

El hijo de la tercera cabeza abandonará Roma camino de las brumas. Pero regresará para dividir.

Los verdaderos santos son jóvenes y nacen en Milán. — páginas 80 y 81


La paloma no llamará a nuevos hijos y la Madre perderá a algunos, a hijas incluso. Los hijos de san José Obrero no podrán hablar ni serán comprendidos. Está dispuesto que vengan a su tiempo otros que deberán callar.

Quien crea deberá irse y el Padre de la Madre no lo sabrá todo.

Muchos hablarán en nombre de un mezquino poder desde falsas luces y en falsas iglesias. Los perros correrán por Roma y la Madre se verá envuelta en las luchas. El que no se arme deberá esconderse. Y los falsos hijos saquearán el rebaño.

Guerras lejanas, gritos de terror. El miedo será la coartada de los lobos. Y los rebaños serán más rebaños que nunca.

No será siempre el miedo a la guerra.

El mar rojo, herido de nuevo con la palabra por el Padre. La palabra será más fuerte que las armas y morirá alguien que se crea inmortal.

El mal rojo confundirá a las gentes que tienen sed y creen. Luego son esclavas del señor del desierto hijo del mal.

Pero la Roma eterna nunca tendrá colores. — páginas 84 y 85


Hoy es el dia de la muerte del santo. No conocerá los altares, porque es santo entre los santos quien obra con humildad y reza en silencio.

¡Oh, amada Asís, que viste su pasado, y tú, Emilia, que le acunaste, y tú, Israel, que le diste refugio!

Esta noche, siete rosarios. El convento será destruido y habrá flores rojas sobre las tumbas profanadas.

El mundo no hablará jamás de él.

La Madre olvida su corazón latino y su corazón oriental. Y en las prisiones, sangre para el que cree.

Madre, ¿por qué callas? — página 87


Más tarde será Padre el inesperado, hijo de las aguas y los campos.

Yo no le veo. Temo por él y por su tiempo.

Y por la Madre. Caminará entre gentes divididas, decididas a despojar al Redentor de su túnica. Gritará en su corazón y hablará con dulzura. Le creerán. La lucha será dura.

Y hallará en los escritos del Padre muerto el designio de convocar a los pastores y hablar al rebaño. Osará hacer lo nunca hecho. Se equivocará, pero será para bien.

Querrá conocer el mundo y que los humildes el conozcan en persona. De ello surgirá el escándalo pero todos comprenderán.

Sus cartas permanecerán.

Morirá lejos de los pastores, antes de llamarles a su lado.

Ocultarán sus escritos, los robarán. De él apennas se dirá nada.

Pero el día en que por la niebla será herido el Padre que le sucederá, se oirá su voz saliendo de la tumba.

El Padre muerto romperá el séptimo sello.

Pido perdón por él. — páginas 89 y 90


¡Oh torturado elegido en el momento, Padre viudo cuyo secreto conoce María! Callará en nombre de su fe.

Pagas aún el estipendio de París. Rechazar la tentación del Panteón, de sus muertos y de sus vivos.

Aún viajando te quedarás en el trono. No podrás levantarte de él, te enfrentarás a las gentes. No te comprenderán y se enfrentarán a ti. Tu callarás. Queman los pastos y tú callas cuando matan a tus pastores.

Babilonia tiene demasiadas lenguas. Has roto la cadena y lo sabes, lo sabrás mientras vivas. Lenguas distintas para el sacramento y lenguas distintas para la palabra. Hoy está extraviada.

Has eliminado el exorcismo del sacramento y has visto el rostro de Satán. No basta con hablar.

Tú que vienes de la niebla serás herido.

No has sabido elegir, amonestar, atreverte, rezar. Has visto demasiado y no has querido contar nada. La Iglesia tiembla y tus cartas la sacuden en vano.

Los mejores hijos se alejan y se hacen siervos del mal al que llaman bien. Y los que permanecen a tu lado caen en el olvido.

Tendrás un día paz, sólo uno. Luego deberás someterte al pacto. La niebla. — páginas 92 y 93


Bendito, bendito, bendito seas.

Serán los jóvenes quienes te aclamarán como nuevo Padre de una Madre sonriente. Los hijos de los santos de Milán. Dieciséis te contarán. Te tendrán las manos en alto.

La Virgen María al lado. La Virgen María sacrificada. En sus palabras hallarás la senda. Bendito, bendito, bendito seas. Serás el padre de todos. El camino será difícil al principio.

Difícil será caminar por Roma en días de sangre, disipar las tinieblas y limpiar los sepulcros.

Dar un nombre sagrado a las cosas sagradas y un nombre profano a las profanas. Recibirás en tu casa a un santo descalzo. Y harás esperar a los poderosos, que te rezarán sin armas en las manos.

El santo hablará también para ti en cada rincón del mundo y he aquí que te cubrirán las blancas flores de toda la tierra.

Tuyo será el viaje del valor, el gran desafío lanzado al mundo y a su inmundo príncipe.
Opondrás legiones a quien lance soldados contra ti. Y nunca romperás tu palabra.

Y te descalzarás, y caminarás con el santo descalzo. Cuando divulgues la palabra de María Santísima se cerrará tu única herida. La Madre de la Iglesia será Madre del mundo. Ángel te llamarán. Bendito seas. — páginas 95 y 96


Dos hermanos, ninguno de los cuales será Padre verdadero. La Madre enviudará.

Los hermanos de Oriente y Occidente se matarán y en la lucha matarán a sus hijos.

El santo descalzo bajará entonces de la montaña y ante la tumba del descalzo bendecido por la Santísima Virgen hará que se estremezca el reino.

Escuchad sus palabras.

Santa María, hija y madre de Dios, señora del futuro, llama a tus hijos que están por los campos para que se unan a fin de destruir las dos Babilonias.

Y sea una la Madre, como única eres tú.

La tierra destruirá el cemento y tu nueva Iglesia será de tierra, oh Reina. Y en su nuevo altar de la tierra florecerá el trigo para el hambre de tus pueblos. Amén. — página 98


Tu reinado será breve y grande, Padre. Será breve mas te llevará lejos, a la remota tierra donde naciste y serás enterrado.

En Roma no querrán darte sepultura.

Y antes de que seas inhumado habrá otro Padre, lejos, que rezará por ti, por las heridas de la Madre.

Mikail y Juan bajarán a la tierra.

Se abrirán las urnas en las criptas de debajo del tesoro y se descubrirán los pasos del primer hombre.

El gran hermano de Oriente hará temblar al mundo desde la cruz invertida sin lirios.

El nuevo Padre le acometerá pero dejará huérfana a la Madre.

Mas antes de sus palabras de ciencia verdadera, el secreto del arma que destruye las armas. Vendrá entonces un tiempo de paz y el nombre de Alberto se inscribirá en la lápida. — página 101


La larga paz hará olvidar los errores del pasado. Hará olvidar al hermano mayor crucificado cabeza abajo. Y habrá guerra en el interior de la Madre. Y los rebaños se dispersarán. Alguien llamará entonces a la sangre y será escuchado. Desgraciado aquel que haya lanzado el grito, porque suya será la primera sangre que corra.

La media luna, la estrella y la cruz se enfrentarán. Alguien mantendrá en alto la cruz negra. Del valle del Príncipe vendrán los jinetes ciegos.

Tras ellos, los cuervos del hambre, la escasez y la peste.

¿Hacia dónde creéis huir, ahora que habéis destruido las iglesias y matado al último Padre?
Esperad el signo de Juan. El cordero está dispuesto. Persignaos siete veces con mano fatigada y esperad. La luz viene todavía de Occidente. — página 104


Antes de la última luz, los pastores reconocerán el signo. Y la Madre tendrá muchos Padres, y todos ellos serán hermanos.

De las aguas y de las tierras nacerán catedrales y templos para antiguos y nuevos santos de nombre eterno. Pero ya ha llegado la hora de los santos.

Todos hablarán la misma lengua.

Y la hablarán para rezar a la Virgen y al Salvador. Llega a la tierra el Reino de Dios, se erige su ciudad incluso para quien no la deseó.

El primer sol ilumina la balanza de lo creado.

Abrid vuestro corazón al lirio. La voz será potente, la anunciarán las trompetas.
Luz de Occidente, última luz anterior a la luz eterna y desconocida. La verdad será más simple que lo que todos han dicho o escrito.

Será un juicio benévolo.

Padre nuestro, que estás en los cielos, venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.

Veinte siglos más la edad del Salvador. Amén. — páginas 107 y 108


¡Oh, Italia, tú que creíste en la falsa libertad del setenta y nunca has conocido la verdadera libertad!

Tú que has parido de tus entrañas los males del siglo, nacidos en la ciudad del primer edicto.

Has tenido falsos reyes, hijos de no reyes, y no has sabido matarlos mientras te mataban.
Hoy, tu rey hijo de un no rey es la sombra del disfraz que grita. Simulará la paz en Munich, pero habrá vertido sangre en España.

Y tiene como hermano, padre y señor al hijo de la Bestia. Se exhuman los dioses de los paganos negros, las águilas y los cantos de la muerte.

Nunca hubo libertad, no hay libertad. No es libre quien cree oponer a la fe una falsa ciencia o a lo divino un orgullo inmaduro.

Hoy, quienes ejercen la opresión son los hijos de este orgullo, oprimidos en el interior de los confines. Y todos son enemigos.

Y tú, nuevo zar a quien el padrecito maldijo, estrecharas la mano del dictador negro. Miras el mar. La sangre lo enrojecerá. — páginas 110 y 111


Unidos en el orgullo de la victoria, de la venganza, y en la forma expansionista, os dividiréis y se desmoronará vuestra sociedad de naciones.

El privilegio no puede traer la concordia al mundo, ni la traerán tampoco las invasiones, ni la división de la sangre y de la fe. Hijos del demonio de Lutero.

Los estados del futuro no se contaban entre vosotros. Los ignorabais y menospreciabais. Hoy son esclavos, pero mañana serán señores radiantes.

Danzig, herida de Europa, flagelo del mundo.

Dividir el mundo significa dividir y herir, golpear.

Avanza el hijo de la Bestia, parido un año en el secreto.

Sufren, allende los Urales, los eternos esclavos dóciles, hijos de Dios y de la Gran Madre Santa.

Mueren a millones, en silencio; apenas si se hablará de ello.

Los muertos no hablan.

El nuevo zar da muerte a los verdaderos hijos del padrecito. Tiene ojos de lobo. Pero los lobos están en la frontera.

¿Por qué calla el aviador de ojos de acero, que sabe porque le fue dicho?

¿Por qué huye en silencio?

Hoy demasiado orgullo en la tierra de los ángeles. El mundo está seguro de seguir sonriendo. Y los ricos juegan con los cachorros, fingiendo ignorar que son los tres lobos de los errores del mundo. — páginas 113 y 114


Grandes saqueos. Se llevan falsas coronas a vuestras tierras, se dan reyes y jefes esclavos a pueblos civilizados, en nombre de la nada engendrada por el mal.

Quien podría actuar no se mueve, esperando salvarse o cobrar su parte del botín.

En los laboratorios se preparan armas desconocidas. Italia les sirve de forja.

Italia, que graba en el falso mármol lo que no lleva en el corazón. Sus hombres son estatuas que no piensan.

La guerra deseada. La guerra de todos, guerra sin fronteras. El hijo de la Bestia desata las fieras.

Y Europa se derrumba como una estatua de barro.

El mar mata desde dentro del agua y el cielo escupe fuego. Mueren los inocentes en sus casas.

Y los hijos de Israel conocen la aflicción allí donde llegan las botas y los clavos. Ovejas para el dolor y la muerte impalpable. Los matarifes saben, y mentirán en Nuremberg.

Buscad siempre a los matarifes, aun cuando los creáis muertos. Buscadles dondequiera conviva el poder con el terror. Buscadles en las casas de quienes se enriquecieron con la guerra.

No para vengaros, sino para impedir que ellos y sus hijos vuelvan a invadir el mundo con su simulacro de palabra y de caudillo.

De Italia no se dirá nada, pero sus hombres son cómplices.

El hijo de la Bestia lleva la gran arma en el corazón. — páginas 116 y 117


El que cae del cielo de África con el ala herida sabía, y podía actuar. Por eso fue muerto.
Su esposa secreta conserva las cartas de la traición. Saldrán a la luz cuando ella muera y entonces se descubrirá que quien parecia un cordero es un lobo.

El que encendió tres cirios en la noche santa se salvó. ¿Quién lo sabía?

El nuevo zar ha cometido una traición, creyéndose derrotado. Ha matado a los suyos antes que fueran aplastados por los clavos. Por culpa de su cobardía caerán millones de hombres, pero su cuerpo reverenciado será retirado del sagrario.

La tierra de los ángeles llora y su caudillo va a cometer una traición. Un día se conocerán otras cartas, cuando se descubra el secreto del amigo del hijo de la Bestia, que volará de noche hacia la tierra de los ángeles.

La tierra celeste está invadida y dividida. Pero interviene el más grande de todos, que un día será llamado padre y dará amor a su magno pueblo. Tiene tres enemigos: los abatirá uno tras otro.

El primer enemigo, el amarillo, ha herido a los hijos de Lutero, desnudos en el agua. El segundo está en su tierra y tiene aliados poderosos. El tercero es el nuevo zar que ha ordenado darle muerte. — páginas 119 y 120


Europa está en flor.

Francia tiene dos jefes, más es grande el del desierto. Debe secreto agradecimiento al general de España.

Se lucha, pero descienden de las montañas flores rojas y blancas. Europa, éstos son tus menores hijos, que un día serán traicionados.

Porque los jefes que creerán abatir seguirán en el poder, serán los mismos de siempre.
Abatirán a los títeres del dinero, no a sus dueños. Y se dejarán seducir por el nuevo zar, que vence a pesar de la traición y gracias al ardor de su llama roja.

Los hijos de Lutero, en Europa. Guerra de armas, guerra de pasiones. Los jóvenes de la montaña tienen nuevas banderas que los poderosos desgarrarán con mentiras.

Alerta: los hijos de Lutero y los del nuevo zar quieren un mundo desangrado con el que celebrar el último banquete. Alza la cruz de Lorena, Francia. Eleva tus santos, Europa, más fuertes que el estampido de los cañones.

El hijo de la Bestia ha sobrevivido a tres atentados. No al cuarto. Le sirven para matar a quienes odia. Pero le llega su fin. Encerrado en su cubil, abrazado a la mujer de otro. Sobre su muerte, misterio. Más, atención al último que salió de la madriguera. Será difícil acabar con él y prepara nuevos infortunios para el mundo. El conoce el verdadero rostro de la Bestia. — páginas 122 y 123


Tú, hijo de Lutero, no verás el fin de la destrucción. Y tu sucesor cometerá más crímenes que tú, si ello es aún posible.

La gran arma estallará en Oriente, produciendo llagas eternas. La infame cicatriz no se borrará jamás de la carne del mundo.

La gran arma inutilizable en la guerra se empleará para fundamentar el poder, para amedrentar a quien no se someta a la nueva esclavitud. Pero ningún arma puede detener a quien tiene fe. Y en la tierra celeste se lucha por la libertad. El pequeño zar tiembla al oír la explosión. Quiere detener la insurrección del pueblo de la tierra celeste. No lo conseguirá.

El traidor de la tierra de los ángeles ha perdido las cartas. Un día aparecerán. Ha matado para recuperarlas.

En la tierra de Brahma, una voz desarmada. Es la conciencia del mundo, que nunca morirá, aunque maten su carne.

El disfrazado será colgado por los pies en la ciudad del edicto. Pero nadie sabrá jamás como fue muerto. La orden llegó de lejos.

El rey que no fue hijo de rey no regresará a Italia. También será rechazado el hombre que dice ser hijo suyo. Será amarga la noche del chantaje.

¡Oh, Israel, tú que regresas a tu tierra! — páginas 127 y 128


Hoy se aparece la Virgen.

Nadie escucha su palabra porque, como siempre, la dulce señora se presenta a los humildes.

Los humildes pueden escuchar y los humildes deben comprender.

Sólo los humildes deben hallar entre las flores las palabras sencillas, para dar sincero testimonio de ellas.

Santísima Madre Inmaculada, tú que desciendes a la tierra entre rosas y hablas para quien no quiere oírte.

Santísima Madre del corazón abierto: no eres una estatua de carne, ni un sueño, ni un miedo, como afirman algunos.

Estás viva para quien está vivo y hablas al mundo eligiendo a los más humildes.

Mas también sabes perdonar. — página 131


Los pueblos jóvenes y vilipendiados explotan. Se lucha y se vence. En la lejana tierra de Oriente se escuchará durante mucho tiempo y vendrá una larga paz. Y los hijos de Lutero sucederán a los hijos de Juana, pero todos serán derrotados.

En la tierra celeste hay un único vencedor, con el pensamiento, la acción y la palabra. Por él se impondrá en el mundo un nuevo orden de cosas.

Los hijos de Lutero combaten en diversos puntos del globo.

Israel resurge y triunfa. Pero el Islam no es menos grande y la media luna está dividida.

La rabia de los esclavistas se desata unánime ahora que la lejana guerra está perdida.

Las grandes armas están en todo el mundo y son la clave del miedo.

Europa está dividida. Un pequeño muro, una gran vergüenza.

El pequeño zar muere asesinado en la oscuridad de su cubil. Pero algunos de sus asesinos ya estaban muertos y los demás, en parte, se matarán entre sí.

Buscad en las aguas del Neva.

Occidente civilizado, víctima de la opresión.

Ristras de calaveras. Pueblos esclavos. Sois cristianos perseguidos. La Madre del Silencio no muere.

Quien perdió la guerra la gana hoy.

En la tierra de Juana disparan contra la cruz de Lorena. La segunda Israel asiste de cerca a la ruina de lo que construyó la primera. Hoy es pequeño el mar y la fuerza está más lejos.

Ahora la guerra está en el interior del hombre.

Injusto Nuremberg. Los asesinos están ausentes. Algunos de ellos ocupan sillones de juez.

Esta sombra se extiende hasta muy lejos. — páginas 133 y 134


Hombres y disparos. Jefes de Estado y quienes se le oponen. Caerá alguno de ellos.
Siete viudas están dispuestas para el altar y esperan a sus esposos.

Al sur de Lutero, agitación, armas y hombres que gritan. El hijo del sol se alejará en más ocasiones. Pero allí reina Mammón, y Dios sólo está en las palabras. En Oriente, el hombre calvo, el campesino, sonríe. Mas su sonrisa es una mueca de maldad, porque por su culpa muchos sufren y mueren. Derribará al gigante, pero seguirá siendo pequeño.

Una familia de dictadores tomará el poder en la tierra de los hijos de Lutero. Derramará sangre.

Será entonces cuando Noé empezará a construir la última Arca. Pero no verá las aguas, gracias a la palabra de quien no se sabe, que hace temblar a los poderosos cuando desciende del monte.

Caerá el presidente y caerá el hermano. Entre los dos, el cadáver de la estrella inocente.

Hay quien sabe. Preguntad a la primera viuda negra y al hombre que la llevará al altar en la isla.

Sus secretos están en las armas, en el crimen. Y son secretos de quien no estaba en Nuremberg.

Serán tres quienes disparen contra el presidente. El tercero de ellos estará entre los tres que atacarán al segundo.

Morirá Lutero y será para bien. A su espalda, la sombra de quien ya ha asesinado. Su voz mentía.

El mundo no conoce flores. — páginas 138 y 139


Los dos caudillos rojos se enfrentan en nombre de la Humanidad. En la tierra celeste suena la voz del que ama al mundo y habla por los débiles. El hombre pequeño emplea la fuerza y hace que se extinga la primavera. Lo mismo harán los que le sucedan.

Se hablará de una falsa paz, pero las armas seguirán escondidas. Volarán hombres por el cielo y los hombres se entusiasmarán. Deberían estremecerse, porque se trata del mal, que conquista el cielo para atacar la tierra.

Dicen que Dios ha huido. Dios está muerto. Se ha escondido en el corazón de los jóvenes. Y volverá para vencer cuando, para dar nuevo valor a la vida, se hayan consumido las ciudades y las tierras. Vendrá de la tierra para destruir el cemento.

Israel: sufres y luchas tanto como quien te agrede y no sabe compartir tus padecimientos. Sois hermanos: alguien os empuja al combate sin salir de su escondrijo. Aquí se decide el destino del mundo.

Y en el palacio donde se abrazan los estados vive el fugitivo de la madriguera. De este palacio brota el odio hacia Israel. Será señal de ruina.

Hombre, tú que has llegado a la Luna, no te confíes: ahora la posees, pero su imagen se refleja en un albañal.

Choque de dos juventudes. Vencerá la silenciosa. Y el tiempo juega a favor de la fe.

Vientos cálidos y fríos sobre el mundo. Tormentas sociales. Sangre bajo Lutero, sangre en la tierra católica usurpada y en sus países vecinos. — páginas 143 y 144


Un gran relámpago en Oriente. No oiréis el trueno; todo será inesperado.

Esto sucederá cuando muera un caudillo en Oriente y maten a uno caudillo en Occidente.

Al sur de Lutero.

Rechazad a los asesinos que se presenten y rechazad a los asesinos que os sean presentados. Los asesinos están en Europa. Quieren el Mediterráneo. Después habrá el crimen sin asesinos.

El tiempo ha incubado una mente turbia a la sombra de la cruz roja y negra ignorada de todos, hija de los que estuvieron ausentes de Nuremberg.

Ha tramado un crimen alrededor de sí misma. Hay quien renuncia a la vida por amor del mal.

La tierra rozará la matanza. Uno morirá por todos y será el más bueno.

No es éste un tiempo para reyes, nunca lo fue. Desde la muerte de Federico, todo rey es un usurpador. Que se marche el rey y se quede el pueblo. Europa tiene sed, habrá sangre por las calles.

Mas también habrá grandes procesiones y la Virgen Santísima descenderá a la tierra. No la veréis en la gruta, sino en un corazón que volverá a la vida. Traerá de las tinieblas una palabra que todos comprenderán.

Ha llegado la hora de las cartas. — páginas 148 y 149


Alejandría es la tierra del Concilio del mundo y en ella, se abrazan quienes creen en el hombre. Cristo es hombre porque es Dios. Todos se preparan para la gran lucha del espíritu contra quien lo niega.

Tú, Marcus, no podrás hacer nada desde tan lejos. Tu cuchillo es agudo, pero está demasiado afilado. La luz que mana de la reunión de paz refulge, lo reconoce y lo rompe en pedazos.

Israel, tú que en estos días hallas nueva tierra alrededor de la ciudad de los tejados de otro: hora es ya de lavar la sangre de tus hijos. Israel acude a la ciudad y la salva. Por fin tiene seis puntas la estrella.

El hombre que está solo a orillas del Neva habla al mundo y se da muerte. Dios, que lo creó para aquel momento, se apiadará de él. Sus palabras serán recogidas y formarán un rosario.

Y otros matarán cerca del Neva. Hoy sale al fin del río, intacto, el cuerpo nunca encontrado del monje santo. Y sus hijos secretos rezarán dentro del arca. Mirarán hacia la ciudad de los tejados de oro y su profeta, muerto en el Neva con la última palabra en los labios, será escuchado dondequiera haya enrojecido la bandera. — páginas 153 y 154


Un nuevo sol en el Oriente azul. En la tierra azul y antigua será descubierta la tumba del primer emperador, elegido de entre los humildes. Se alzarán cantos y las gentes en fiesta, en una fiesta de pobreza y alegría, marcharán hacia las tierras esclavizadas para liberarlas con amor. Muchos morirán en el río, pero serán eternos vigías de un tiempo próximo.

Hombre de Boston, nieto de poeta, gracias a ti y a tu sueño, escarnecido durante estos años, la terrible arma será inofensiva. Y la energía curará los males.

De noche, el gran rapto: los dos hombres que se creen dueños del mundo, conducidos ante el tribunal en la mayor plaza de la tierra y procesados por los que se han rebelado. Serán sus acusadores los hombres de ciencia condenados por ellos a la esclavitud del poder, a la dedicación de su inteligencia a la destrucción de sus hermanos. Vendrá luego el turno de los perseguidos. La condena será severa y el hombre se volverá a encontrar a sí mismo en el abrazo de la ciencia con la fe.

Las actas del proceso serán el poema de las gentes. Sus palabras serán dulces para los mansos y terribles para los poderosos henchidos de orgullo. Los ejércitos enviados al lugar se han detenido en los confines de la plaza y han vuelto sus armas contra quien les dio las órdenes. Hoy son derrotadas las armas. Las de la tierra y las del cielo. — páginas 157 y 158


Desde el sur, contra Lutero y los herederos de Nuremberg, los que faltaron, los que ocupaban el sitial de los jueces.

La que fue colonia esclava del tributo de la sal impone su autoridad popular. Y llegará un santo a la ciudad blanca para decir en voz alta palabras de verdad.

Tras él, a pecho descubierto, los humildes, que traerán la justicia a la tierra de Lutero, ayer desgarrada. Las tierras del oeste que se habían rebelado lucharon y vieron a sus hombres encerrados en el cemento, entre las palmas. Lutero tenía dos jefes enfrentados y divididos. Allende el riachuelo, la autoridad del pueblo y la orden de rendirse al mundo marginado de hoy, cuando han muerto las armas, posee el poder de la palabra.

Lutero conocerá luchas y abrazos y, más tarde, una sola palabra, la más alta, la ya pronunciada. Y al pie de la estatua de la primera santa será firmada la carta del amor. En los lagos espera el que odia; quiere matar y no se atreve.

Sólo hoy termina Nuremberg.

Mas atención al rostro que sonríe y que viene del sur, más del sur que nadie. Su corazón estuvo siempre en el norte y vuelve para recuperarlo con sus hermanos negros. Persiste el miedo, pero en la concordia todos los hombres de encima y debajo de Lutero buscarán a alguien. Y será de paz el día en que una mujer jurará sobre la Biblia renovada. — páginas 161 y 162


Luz de luz y antigua llama, cada esperanza alcanza su orilla.

Desatas tus cabellos, exedra amiga, y cae alguno. No lo recojas.

El rostro de la mujer es una máscara y no existe unidad sino allí donde el hielo se levanta y cae. — página 166


Prometeo ha devuelto el fuego y el hombre ya no osa mantener su desafío, rodeado de hielos cada vez más altos. Y observa el frío mientras el calor está en lo alto. No es el sol, es la esperanza. Alguien comprenderá, pero no hará falta tiempo. — páginas 166 y 167


Señora de las nieves y las estepas, que huiste de noche con tu nuevo hijo, has visto lo negro y has esperado, calentándote con fango.

Gusanos ágiles de la tierra del sol, plomo colado en los puentes de Satanael.

En la roca no hay plomo, ni hierro, ni una mano apta. La rebelión de los locos, jauría enloquecida que se subleva contra sí misma y busca en el sol del cementerio de los padres.

Allí sólo hay huesos y un rostro sonriente inmaculadamente blanco.

Hoy habla la cabeza de la isla del Egeo. — página 167


Digo vuestros nombres porque no podréis esconderos cuando seáis llamados.
Wang, Levi, Rustov, Sherman, Tour.

Leonard, maestro y hermano, maestro y siervo, estará por encima de vosotros. Estaréis unidos, por lo tanto, antes del paso negro. — páginas 167 y 168


Gog y Magog se disputan su nombre, mas conocen su paso entre las dos, hoy que se invierte el Calvario.

Pero la cruz no está preparada. — página 168 (1)


Yo os he llamado. Otros os llamarán.
Siete veces, siete veces, siete veces.

La primera luz se ha posado en la mano y también la séptima.

Conocéis el rojo antro de las otras.

Abrid, abrid, que hoy no haya nada escondido. Las tinieblas ya han devorado su parte. — página 168 (2)


Fuiste llamada madre una vez,
cuando no lo sabías: madre del ser
del que eras hija, humilde reina.

Hoy no te llaman madre tus hijos
pues aun siendo hijos tuyos ya no saben
ceñirse cadenas en torno a los ojos,
y les cortó la lengua el sol severo.

Llevas corona de callados rezos
y aprietas un rosario de votos secretos.
Si abres las manos tan lastimadas
antes del Gólgota, antes del Hijo,
de ellas cae siempre algo sonriente.

Recoges, invisible, otra corona
de plegarias de los pobres y los mudos
para aquellos que hoy no saben rezar;
conoces qué cadena une a las gentes
y sabes cuánto entrega el padre por el hijo
y qué penoso es ser madre repudiada.

Si dicen estos hijos: “yo no tengo madre
y no te reconozco como tal”,
alguien lo dijo mucho antes que ellos,
en otro tono y sin mirarte:
era tu padre, era tu hijo,
y no hubo entre vosotros palabras de perdón.

Tú sabes perdonar sin decir nada
y tu llaga es hoy tan honda y ancha
que ya nada podría hacer que empeorarse;
nada, al menos, que venga de tus hijos.

Hoy se sienten tus hijos fatigados y viejos
y se ven todos huérfanos en sueños.

Pero tan sólo en sueños, dulce reina,
sueños que puedes inundar de flores.
Da una a cada uno, duerma donde duerma:
que caiga antes de despertar y rece,
y que abra nuevos ojos a la flor.

Y con iguales ojos a la misma flor
mirarán hoy, confortados, sus hijos.

Alzarán cuentos con la misma voz
y te devolverán con ellos los colores
que harán que en tu cielo estalle el día.
Paz en la tierra: sean los viejos jóvenes.
Nunca son huérfanos, en el dolor, los jóvenes.
Hoy, reina humilde, ruega por quien te ruega. — páginas 169 y 170


El hombre de la túnica amarilla, de piel negra y cráneo rapado, hijo del Leopardo, sembrará el terror, arrastrando el viaje del exterminio a las multitudes del hambre.

Esto sucederá allí donde África termina. Luego subirá la marea y no habrá en aquellas tierras más blancos que los renegados.

Será levantado un ídolo siete veces más alto que el hombre de la túnica amarilla. El mundo, atemorizado, le rendirá honores.

Pero llegará de Oriente, en pleno día, el rayo, cuando el ídolo sea derribado y se dispersen los devoradores de corazones.

Cuando se divida el islam y los hijos de Mahoma luchen contra los hijos más secretos de Fátima, los del Asia en llamas, reconocerán entre éstos, con un nuevo rostro, al hombre de la túnica amarilla. Los hijos de Mahoma saldrán vencedores, el nombre de Fátima volverá a ser sagrado y la sangre del cruel regará el desierto.

De la pequeña isla del Mediterráneo brotará el grito del nuevo caballero. Y las naves de las falsas banderas serán hundidas. Primer día de Europa. — páginas 171 y 172


Has vuelto de la montaña, Abraham, trayendo ileso a tu hijo.

La montaña de Italia no desea más sangre de sus preferidos. Ésta es la tercera Italia.

Los papeles aparecieron hace tiempo, la mujer murió y los nombres fueron revelados. Ha sido necesario que muriesen dos Italias para limpiar el pasado. Y las cenizas no han parecido suficientes.

Todos confesaron, excepto quien se suicidó y quien fue muerto. Mas los asesinos fueron apresados uno a uno.

Abraham está en esta tierra en la que el sol se oscureció hace mucho, en la que el Padre de la Madre caminó pisando sangre por las calles de Roma, el primer día.

Hoy Roma ya no lleva este nombre.

Es un recuerdo, y sus palacios están en el norte. Aquí quedan ruinas, ruinas de cosas y de hombres.

Abraham es hijo y padre de Europa y sus hermanos están aquí.

Siete caudillos asesinados en las siete colinas, antes de la tercera Italia, última rebelde de Europa, unida a las banderas rojas por Severo.

Un juramento secreto en el Janículo, una conjura y luego el viento de la libertad. Hermanos entre hermanos.

Alguien llora y reza en la casita de Loreto.

El mundo le escucha cada noche. — páginas 176 y 177


Hallarán a la mujer de Lutero, al alba, al pie del muro que divide Berlín. Nadie sabrá cómo llegó, nadie sabrá cómo fue muerta.

Su cuerpo mostrará las señales y quien intente hablar será muerto a su vez, con las mismas señales. Cuando el mundo reconozca aquel rostro dirá que su vida estaba dominada por el vicio. Había dejado el poder para vivir en el amor de Cristo y de los humildes, y en lugar de ello fue muerta por el vicio.

Muchos países sufrirán agitaciones. Las gentes se rebelarán. Y sólo uno conseguirá hablar, apenas un momento antes de expirar.

Pronunciará el nombre de quien asesinó, descubrirá sus signos secretos. Y el mundo entero se insubordinará contra el fuego de los poderosos, la secreta hermandad de los grandes que tramaba la esclavización de los pueblos. Los escasos jefes honrados se unirán y los culpables serán derrocados.

La mujer que dejó el poder por Cristo será beatificada. Y para la erección de un monumento será derribado el muro. Europa se unirá con Europa.

¡Cuánta sangre para hacer justicia! Mas sólo la sangre puede regar las nuevas flores.
La paz sea contigo, Patricia, hija de Dios. — páginas 181 y 182


He aquí el libro maldito, escrito por quien se odiaba a sí mismo y odiaba a su raza.

He aquí el libro de la mentira, del odio y la podredumbre. Por culpa de sus palabras morirán muchos, sin comprenderlo ni saber quién fue su verdadero autor. Porque éste murió mucho tiempo atrás y quien encontró el libro permanece escondido.

He aquí el libro que invoca al odio y divide a los hombres. Cuánto daño causará, cuántos dolores y cuántas guerras traerá.

Por este libro se fabricarán nuevas armas y muchos hombres se encerrarán en sí mismos.

Ésta es la verdad, se gritará por parques y plazas, ésta es la única verdad.

La tierra y sus amores se vendrán abajo.

El libro triunfará durante setenta años en la cuarta parte del mundo. Forjará caudillos, esclavizará a los pueblos. Y los hombres sembrarán odio y miseria.

El orgullo, el sueño del orgullo, el nuevo paraíso. El infierno en la tierra.

Entre una y otra guerra, alguien hablará de amor. Mas aunque sea derrotado, desenmascarado y puesto en evidencia como falso, el libro seguirá teniendo algunos seguidores, hasta el fin de los siglos. — páginas 185 y 186


Siete de Grecia hacia el mundo, después de la visión. Y palabras nuevas conquistarán la tierra.

Repetidas por Cristo.

Repetidas por sus nuevos hijos. Será un momento de renacimiento y de grandes cánticos.

Los rollos serán hallados en las Azores y hablarán de antiguas civilizaciones que enseñarán a los hombres cosas antiguas que ellos ignoran. La muerte se alejará y el dolor será escaso.

Por medio de los rollos, las cosas de la tierra hablarán a los hombres acerca de las cosas del cielo.

Los signos, cada vez más numerosos.

Las luces del cielo serán rojas, azules y verdes, y veloces. Crecerán.

Alguien viene de lejos. Quiero conocer a los hombres de la tierra.

Ya ha habido encuentros. Pero quién vio realmente ha guardado silencio.

Si una estrella se apaga, ya está muerta. Mas la luz que se aproxima es alguien que está muerto y regresa.

La respuesta, al descubierto en los papeles ocultos en el subterráneo metálico de Wherner. El tiempo no es lo que conocemos.

Tenemos hermanos vivos y hermanos muertos. Nosotros somos nosotros mismos. El tiempo nos confunde.

Bienvenido, Arthur, muchacho del pasado. Tú serás la prueba. Y te entrevistarás con el Padre de la Madre. — páginas 188 y 189


Es la época de los dos emperadores.

Y la Madre no tiene Padre porque muchos desean serlo. Y los que se enfrentan apoyan a dos.

Se alzan los gritos y se levantan las barreras del combate, pero ya sale del agua la Bestia.

Y la escasez frena a los ejércitos.

Los hombres creen morir.

Y tras la escasez, la peste.

Dios ha desencadenado la guerra de la Naturaleza para impedir la guerra de los hombres.

El primer emperador muere de hambre encerrado en la torre de su sueño.

El segundo emperador, en el desierto, atacado por desconocidos animales de la peste.

La hija de Caín ha ido a predicar al norte.

Siete años de lujuria en la nueva Babilonia.

El séptimo año cae el séptimo velo de Salomón, pero no hay emperador, no hay nadie capaz de levantar la espada y cortar el cuello de Juan.

Se acerca el momento. — páginas 193 y 194


ALBERT.– Cada estrella vive de su propia luz y en lo negro no basta con el sonido de tu órgano cuando los hombres mueran a tu alrededor. Se hablará de ti con palabras de paz, pero tú sabes que nunca la tendrás dentro de ti. El mundo tardará en comprender cuanto dolor sembraste con tu egoísmo.

WEINER.– Odio hacia tu ciudad y odio hacia el mundo. Abandona el tercer libro, recoge el polvo, camina entre la multitud y vuelve a encontrar a quien guió tus primeros pasos por el camino de la oración.

ESTOCOLMO.– La segunda visión desde lejos, el segundo incendio. Éste es el primer signo.

CAINA.– Tienes demasiadas hijas y un solo padre. No tienes madre porque sabes serlo. Tu última hija te matará y las otras renegarán de ti cuando descubran que son como tú.

ZELDA.– Conservas el recuerdo querido y las flores, aunque están muertas. Hay una hora para cada cosa, incluso para el amor que los otros mataron.

NEGH.– Ya no hay mármol bajo tu león, sino el sagrario de tus allegados, víctimas del exterminio. Morirás solo, amado y odiado, y te olvidarán. Es tu recompensa.

BABILONIA.– Surgirás y te hundirás otras tres veces. Es tu destino y no puedo decirte nada porque no hablo contigo.

ENIAH.– Tu torre está sola y sólo encierra un sueño en su interior. Tú mismo eres un sueño.

SIGMUND.– Más allá de tu ciudad y de tu muerte, más allá de la carne de la que vienes, hay leves suspiros que en pocos años sepultarán tus aullidos de poseso.

SIGFRIDO.– El canto, el canto, el canto. Y el último viaje a la marisma de la que no se regresa. Esmeralda virgen y reina, sola. Todos se reirán de ella.

ALCES.– No dejes de recoger flores blancas. Tus brazos serán cada vez más fuertes y el peso no te fatigará, pues cada flor sostendrá la siguiente. El mundo necesita todas estas flores.

NEVA.– Setenta y siete años. De la primera sangre que se heló en tus aguas hasta la última sangre, la de la libertad. Dos nombres casi iguales, dos muertes. Y luego, el triunfo de la vida.

CORINNA.– Sabes guardar el secreto bajo el ala, aunque sea imposible olvidar. Lo que digas puede vengarte, pero no puede matarte en el fondo. Cierras los ojos al sonreír.

VERA.– Esperas entre bosques a los hombres de la libertad. En sueños verán una marca blanca en la senda. Te buscarán y te reconocerán. Y bendecirán siempre tu nombre.

ROSA.– La Santísima Virgen se aparece para todos, mas a veces sólo para una persona. Muchas veces ha pedido que hablen, pero a ti te ha ordenado que calles. Acepta con alegría sus designios.

PARIS.– Tres disparos en la noche, tres maldiciones. Las aguas, el fuego, la peste. Te encontrarás a ti misma en el hierro.

ROMA.– Acepta las ruinas. No extiendas sedas ni siembres flores para los pies del que viene. Estos pies aman el dolor.

HENRY.– El cuarto fusil, que tu cargaste, disparará por ti. Has escuchado a Martin en las colinas y te has unido al pacto negro. Antes de tu muerte, alguien raptará a tus nietos en las colinas.

FEDERICO.– Bienvenido al reino de la humildad. Bienvenido, tú, elegido de entre los humildes. Elige a Agostino, rechaza a Benedetto.

UK’UBUK.– La piedra negra es la que buscabas, pero cámbiale ahora el color. El gris dorado te seguirá hasta más allá del calvario, con los puños en alto. Para tu gente hay una edad: la tuya.

HUGO.– Detente ante el solio y no pienses en el trono. Que tu mano vuelva a los folios. No deben quedar en blanco. La luz no siempre ilumina; para algunos aturde y mata. Que tu blanco sea tu luz.

HARVEY.– Lo que es vidrio será fuego y no podrás impedirlo. El último en llegar, el más bajo, el más tembloroso, será el más temible. No le reconocerás.

DAVID.– Baja la honda, levanta la cabeza. Hay más desiertos para que los hagas florecer. El desierto mayor está dentro del hombre.

SIMON.– Que esta llamita nunca se convierta en hoguera.

WHANG.– No te esperarán, pero estás preparado. El mundo espera mucho de ti: palabras claras, banderas azules, sonrisas de loco y sonrisas de niño. Tú vestirás a las gentes.

MARLE.– Te reconocerás cuando te veas a lomos de la Bestia triunfante. Entonces le cambiarás el nombre a tu madre. — páginas 198 y 200


La plegaria, Señor, es sólo tuya,
pues sólo tuya es la voz de las gentes
cuando renacen a la otra vida,
rendidos los ojos y el último aliento.

Nada de lo escrito vale cuanto vale
lo dicho y recordado con amor
y transmitido al sudor de la tierra
por las voces que musitan oraciones:
rezos del alba, la tarde y la noche.

Qué grandiosa es la tierra que has sembrado,
y qué solemne la oración que exhala
en brumas de verano y nieblas invernales
para el ojo que de lejos las contempla.

Has dado un hijo a cada hombre
y a cada hombre has dado un pan
y se renueva día a día la plegaria
cuando se parte el pan y muere el hijo.

La plegaria, Señor, es sólo tuya,
pues sólo tuya es la voz que hay en el mundo,
la del cordero, la del árbol, la del hombre,
la de todo lo que en él puede tocarse.

Cada tiempo conserva tu recuerdo,
pues no se ha dado nunca un paso en vano:
incluso el caminante que te ignora
deja tras él semillas de alabanza.

El que calla ha rezado o rezará
y tú por el que calla ya rezaste
el séptimo día, el día del descanso.

Cada hombre cuenta ya con su plegaria,
que es risa, llanto, grito y furia.

La propia vida reza en el abismo
que tú poblaste de amorosos sueños
al ofrecértenos como Dios de perdón.

La plegaria, Señor, es sólo tuya. — páginas 205 y 206

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